31 años: Coronel.

Alhucemas, o la decisión de la guerra.

General a los 33 años.

 

El año 1925 llegó cargado de esperanzas. Era general la convicción de que pronto habían de suceder cosas que influirían sobre la raíz misma de nuestro problemas marroquíes. No es que existiera pacto concreto entre Primo de Rivera y Franco en cuanto a las operaciones venideras, porque nunca hay pacto entre un general en jefe y un teniente coronel con mando de columna; pero se puede asegurar que después del banquete de Bentied y, sobre todo, después de la casi sobrehumana demostración de eficacia y de valor dada por las tropas al mando de Franco en el curso de la liberación de Xaunen y de la retirada de las guarniciones instaladas en el interior del territorio, el jefe del Gobierno pensó seriamente en poner en marcha los planes que los Regulares y la Legión aguardaban. No olvidaba el general que el jefe del Tercio había sido terminante al proclamar el definitivo valor estratégico de Alhucemas y afirmar que la conquista de Axdir, residencia de Abd-el-Krim, verdadera capital política de la rebelión, traería consigo la ocupación total del Rif y con ella la paz victoriosa. A partir, pues, de la terminación de la retirada sobre la costa, todo se encaminó a preparar el desembarco del Ejército de España en las playas de Alhucemas.

            El 7 de febrero de dicho año de 1925, Francisco Franco Bahamonde fue ascendido a coronel pro méritos de guerra, con antigüedad de 31 de enero de 1924. Tenía treinta y un años en esta última fecha. El más joven de los coroneles. Los últimos seis años de su actividad militar en África daban un promedio de ocho grandes combates librados cada año; ocho combates muy empeñados y violentos en que iba jugada toda una situación. Primo de Rivera comentó:  "Es el que ha luchado más y con mas perseverancia y capacidad en Marruecos". Ya se había solicitado para el nuevo coronel una segunda Medalla Militar individual.

            El 5 de septiembre, el jefe de la columna que había de lanzarse la primera sobre las playas enemigas embarcó en el mercante "Jaime II", de la Transmediterránea, y desde el mar reconoció el terreno, observó las ventajas y desventajas de cada uno de los sectores de la costa y dio un último repaso práctico a las instrucciones que el mando superior le había comunicado.

            Llegado el momento, partió al frente de 5.000 hombres. Si el espacio lo consintiera, reproduciríamos aquí el trabajo que el propio Franco publicó en la Revista de Tropas Coloniales, bajo el título de "el desembarco en Alhucemas". Es una descripción vivida y apasionante de aquella operación, vista desde el puesto de mando de la extrema vanguardia.

            Frente a las puestas marítimas del Rif estaba el grueso de la flota de guerra, y en el acorazado "Alfonso XIII" había instalado su puesto de mando el general Primo de Rivera, actuando como generalísimo. Junto a Primo de Rivera se encontraba el mariscal Petain, representante y responsable de alas actuaciones de la participación francesa; porque Abd-el-krim había cometido el error de atacar varias posiciones del Protectorado francés, intentando abrirse camino hacia la ciudad de Tazaa; y esto movió a Francia a apoyar resueltamente los planes militares de España, oponiendo así al cabecilla del Rif y al levantamiento de las cabilas un frente unido de dos voluntades -española y francesa- de lucha y de paz. Esto explicaba la presencia en aguas de Alhucemas de varios buques de la Escuadra de Francia colaborando con las naves españolas.

            Franco narra con emocionado detalle los preparativos inmediatos del lanzamiento de las primeras Secciones de Infantería sobre la playa de la Cebadilla. A las diez horas de la mañana del 8 de septiembre avanzaron las barcazas especiales, cargadas de tropas y de material; y desde ellas saltaron a tierra la Legión, las jarkas amigas, las mejalas, los Regulares, los primeros carros ligeros, las secciones de ametralladoras. No se ha consumido la luz de la primera jornada y ya están en tierra rifeña los 5.000 hombres. La operación ha sido relativamente fácil. Las bajas, pequeñas en número. Las dificultades vinieron más de las corrientes marinas que del fuego enemigo. Pero no cabía hacerse demasiadas ilusiones.

            Sobre la derecha del sector de desembarco se alzaba el monte Malmusi. Había que asegurar bien la cabeza de playa, fortificarla adecuadamente contra cualquier sorpresa, es decir, ponerla en condiciones de plena seguridad, no sólo frente a una posible intentona de los rifeños rebeldes, sino frente a contingencias marítimas que pudieran interrumpir ocasionalmente el resto del desembarco, con lo cual querían las fuerzas  desembarcadas en situación de tener que valerse por sí mismas. Fue, pues, considerable el acopio de víveres y de municiones. Se adoptaron desde el primer momento las medidas convenientes para que, cuando se diera la orden de seguir la marcha hacia el interior, pudiera la columna de vanguardia vencer, sin ningún género de dudas, la resistencia enemiga, que habría de ser muy tenaz.

            El 23 de septiembre fue asaltado el monte Malmusi. El 30 conquistó Franco el "Monte de las Palomas", mediante un ataque a la bayoneta. Con la caída de esta segunda posición, el enemigo perdió lo mejor de su sistema defensivo. Quedó abierto el camino hacia Axdir, a donde se llegó el 2 de octubre. En la toma del "Monte de las Palomas" cayó gravemente herido el comandante Muñoz Grandes, jefe de una formación indígena.

            Quedaba, pues, confirmado, o en franca vía de confirmación, el pronóstico de Franco. El dominio de Alhucemas era un hecho, y la ocupación de la totalidad del Rif, una perspectiva cierta. Abd-el-Krim se hallaba inevitablemente derrotado. Tanto fue así que el jefe del alzamiento cabileño, convencido de la imposibilidad de continuar la lucha, pasó a la zona vecina y allí se constituyó prisionero de las autoridades del Protectorado francés. En adelante, sólo se trataría de ir ocupando metódicamente las cabilas hasta entonces inaccesibles; el Rif, Gomara, las tierras fronterizas, los últimos picos de Beni Aros, Xauen de nuevo: todo el territorio, en fin, que los Tratados habían entregado a la protección española. La solución venía impuesta por la mentalidad de los jefes y oficiales que pedían operaciones y métodos acordes con la responsabilidad militar contraída por nuestro Ejército. Esa mentalidad era la de una generación joven; y al frente de ella aparecía el general Franco, con sus treinta y uno o treinta y dos años, y una hoja de servicios calificable de "única" por los hechos que recogía y por lo que representaba como revelación de una personalidad.

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            El 5 de diciembre, terminados los trabajos de instalación y de fortificación de las tierras conquistadas, Franco salió con dirección a Ceuta. El general Saro, jefe de la División a que pertenecía la columna del desembarco, inicial, escribió:

«Debo hacer mención del coronel Franco que, con su actuación brillantísima, confirmó, una vez más, el concepto que todos, sin excepción, tienen de su competencia, pericia, valor y serenidad, y de las excepcionales, cualidades que hacen de él un jefe digno de todas las alabanzas».

            Por Real Decreto de 3 de febrero de 1926 ascendió Franco al empleo de general de Brigada, con antigüedad de 31 de enero del mismo año. Acabada de cumplir treinta y tres años. Volvamos a decirlo, como en los casos de los ascensos anteriores: el más joven de los generales. En siete años de campaña había pasado de teniente a general. Y se había hecho acreedor a dos Medallas Militares individuales. Sus colaboradores inmediatos dirán que fue injusto negarle la Laureada, tras el combate del Biutz; pero, como los reglamentos son los reglamentos, no vale la pena de volver sobre aquellas circunstancias.


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