Teniente coronel. Jefe de la Legión. 

 

¡Por fin!, boda en Oviedo.

 

            Se diría que va a abrirse en la existencia de Franco un período de «dulce vida», en el sentido más directo e íntimo de la palabra. Los novios se dedican a la preparación de su ceremonia nupcial. Lo único que conturba el ánimo del comandante es que el África continúan librándose serios combates y que su Legión se ve obligada a nuevos sacrificios. Millán Astray, preferido de las balas, ha tenido que abandonar el mando superior de los legionarios, porque una nueva herida le ha vaciado el ojo izquierdo. Así, manco y tuerto, quedaba reducido a la condición de gran inválido. Para sucederle fue elegido el teniente coronel Rafael Valenzuela, soldado de gran distinción y de fuerte popularidad en el Ejército por su bravura y por sus dones de buen táctico. Pero, al poco tiempo, Valenzuela caía muerto en una de las laderas de la posición de Tizzi Assa. Sucedía esto el 7 de junio de 1923. ¡Memorable jornada aquélla de Tizzi Assa! ¡Cuántos comentarios movió en los círculos políticos y periodísticos de Madrid!.

            La muerte del heroico Valenzuela planteaba problemas inmediatos. La Legión necesitaba un nuevo jefe, y ello con urgencia. No cabían esperas, porque la situación militar no lo consentía. ¿Quién, entre los jefes, mostraba mayores merecimientos para suceder a Millán Astray y a Valenzuela?

            Quizá el primero en pronunciarse sobre el nombramiento fue el Rey Alfonso XIII. Aunque, en fin de cuentas, la designación no estaba sujeta a la voluntad regia, parecía natural que en sus despachos con el ministro de la Guerra expusiera su parecer. A título de tal citó, sin la menor vacilación, el nombre de Francisco Franco Bahamonde. Hubo quienes opusieron la juventud del candidato, su falta de rango en el escalafón, puesto que el mando vacante correspondía a un teniente coronel. Aseguran ciertos testimonios que el Rey insistió. Y el Gobierno resolvió que Franco ascendiera al grado superior inmediato, con lo cual se situó en condiciones de asumir la Jefatura de la Legión. ¡Treinta años de edad! ¡El teniente coronel más joven!

            Asegura el teniente general Franco Salgado que «de todos los mandos que Franco ha desempeñado, este fue, sin duda, el que recibió con más alegría y con verdadero cariño.»

            ¿Y la boda? Era evidente que tendría que pedir a la novia una nueva espera, porque «la novia puede esperar, pero la Legión, no». Tal fue la opinión del nuevo jefe.

            El 18 de junio tomó posesión. Otra vez en África. Otra vez con sus legionarios; requerido para los combates más difíciles. Pero antes se dio en la vida de este hombre singular un episodio curioso.

            Camino de Marruecos, entre Oviedo y Dar Riffien, detúvose unos días en Madrid, donde tenía que despachar asuntos relacionados con las exigencias de la campaña legionaria. Como la popularidad nacional de Franco habían alcanzado cotas muy altas, sus admiradores organizaron un banquete-homenaje que se celebró en los salones del hotel Palace. El acto fue importante. Reuniéronse en torno a él varios centenares de comensales. A la hora de los brindis, un sacerdote muy dado a la política y a las letras, don Basilio Álvarez, que se había lanzado con gran ardor a los vericuetos de la vida pública con aires de radicalismo, y que gozaba fama de orador popular, habló para decir, entre otras cosas, la siguiente:

- Pido, como gallego, al Gobierno, que si Franco encuentra en África una muerte gloriosa, su cadáver sea enterrado al lado del sepulcro del Apóstol Santiago, en Compostela, lo mismo que Valenzuela lo ha sido en Zaragoza, cerca de la Virgen del Pilar.

            El tumulto que se produjo al oír lo de la "muerte gloriosa", fue indescriptible. Caían en tierras marroquíes tantos jefes, oficiales y soldados, y tenían los españoles en tan alta estima los servicios de Franco a las Armas, que el "impromptu" del cura don Basilio resonó como un presagio de malandanzas o como una voz del mal agüero. Volvió la concurrencia los ojos hacia el teniente coronel festejado y todos le vieron sonreír como si tomara el asunto a broma.

Ya en Ceuta, se entregó a sus deberes con el ardor y el método tan característicos en él, según se ha dicho antes. O sea; con una energía indomable y con la paciencia de que a lo largo de su carrera había de dar pruebas indiscutibles.

            A los catorce días de la incorporación estaba ya operando en el campo. Afrontó combates de consideración los días 2 y 7 de julio. No conoció reposo durante el mes de agosto. Fue protagonista brillante en el inolvidable episodio de Tifaruin. Era ésta  una posición guarnecida por la segunda Compañía del Batallón del Isabel II, por una Sección de Artillería del Regimiento de Gerona, una Sección de Ingenieros de Melilla y 17 soldados de la Policía Indígena. Mandaba estas fuerzas, muy modestas en número, el capitán de Infantería don Pedro Rodríguez Almeida, con los tenientes don Francisco Hernández de los Mozos y don Pedro Temprano Blanco, y el alférez don Rodofo Jordán Mascaró. El alférez Cal Suárez tenía a su cargo la Sección de Artilleria; el alférez topete Hernández, la de Ingenieros. Los cabileños rebeldes sitiaban Tifaruin con unos nueve mil hombres. La defensa era problema de vida o muerte. Pero los recursos se iban agotando rápidamente, y cuando el Mando reiteró la orden de resistir a toda costa, porque llegarían socorros y Franco al frente, el jefe de los sitiados contestó: «Haremos cuanto podamos. Si viene Franco aguantaremos hasta que llegue». Franco estaba en la zona de Tetuán. Le ordenaron trasladarse a Melilla. El día 22 se encontraba ante Tifaruin. Mandaba la Primera y la Segunda Banderas. Marchaba en vanguardia de una columna. El asalto comenzó con las primeras luces de la aurora y no terminó hasta las dos y media de la tarde. Franco trazó un movimiento envolvente, rebasó el flanco derecho del enemigo y tomó todas las posiciones que éste había organizado. Los sitiadores sufrieron 600 bajas. Tifaruin y Tizzi Assa fueron los dos fracasos más importantes de las cabilas que Abd-el Krim sublevó contra el Sultán y contra España. En las dos ocasiones resultó decisiva la intervención de Franco.

            Como a esta acción siguieron unos días de relativo sosiego en los diversos frentes, el teniente coronel jefe de la Legión resolvió poner punto final al noviazgo con la señorita Polo y Martínez Valdés, fijando fecha próxima para la boda. Solicitó un breve permiso, se trasladó a Oviedo y, el 16 de octubre de 1923 se celebró la ceremonia nupcial en la parroquia ovetense de San Juan. El general Losada, gobernador militar, representó a don Alfonso XIII, padrino de los contrayentes. Viaje de novios, luna de miel, vacación... Todo había de llevarse a ritmo rápido, porque Africa continuaba reclamando a Franco. Acababan de presentarse delicadas situaciones. Algunas especialmente críticas; tales, por ejemplo, las del río Lau y la de las vertientes de Tizzi Assa. Total: menos de un mes de descanso con motivo de la boda. Y de nuevo a Marruecos. Inmediatamente se repitieron las vivas pruebas de fuego. Descollaron las ocasionadas por el envío de convoyes a Tizzi Assa. No olvidemos que allí cayó Valenzuela. Las felicitaciones del Mando Superior llegaban frecuentemente al campamento de la Legión. La guerra de los convoyes había encontrado un jefe capaz de superarla, pese a ser agotadora.

            El 6 de julio se ilustró la carrera militar de Franco con una nueva victoria: la liberación de Cobba Darsa. Al Cuartel General tetuaní habían llegado noticias inquietantes. La posición de Cobba Darsa se hallaba en peligro inminente. Sitiada por varios millares de cabileños, se habían frustrado diversos intentos de socorro, porque el fuego enemigo era intento y bien dirigido. Unidades de buen entrenamiento para esta clase de operaciones tropezaban con dificultades para pasar rompiendo las líneas del cerco Franco se hallaba en esos momentos operando hacia la cabila de Gomara. A su tienda de campaña llegó la orden de presentación en Tetuán, como en tantas otras ocasiones. Viajó a caballo durante toda la noche. El diálogo entre el jefe de Estado Mayor y el jefe de la Legión fue del aire siguiente:

-¿Cree usted posible, después de la información que acaba de recibir, la liberación de Cobba Darsa?

- La creo totalmente segura -contestó Franco-.

- ¿Qué haría falta?

- Libertad de acción y plenos poderes para llevar a cabo la operación, tal como yo la concibo.

- Adelante.

- He de marchar inmediatamente a Uad Lau.

- En el río Martín encontrará un barco a su disposición.

Es pleno mediodía cuando explica en Uad Lau su plan de ataque. Cae el sol como plomo caliente. Abrasan sus rayos.

- ¿A qué hora atacamos? -le pregunta uno de sus subordinados-.

- Ahora mismo.

- ¿Ahora? ¿Con esta temporada?

- Con esta temperatura y sin perder ni un minuto.

Las jarkas enemigas no podían imaginar que en aquellos momentos, pleno mediodía de fuego, se moviera ninguna de las columnas españolas. De ahí la sorpresa completa, que es, siempre, uno de los grandes secretos de las maniobras bien mandadas.

Ante el asalto inesperado, los sitiadores se desbandaron y Cobba Darsa fue liberada.


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