Hemos de pasar y pasaremos.

       
        Como sucedería veintiséis años después en aguas del Estrecho de Gibraltar, entre Ceuta y Algeciras, Franco necesitaba ,dar un salto en el mar de Galicia, y éste se ole cerraba, hosco y hostil.

      Es el caso que la vida de guarnición en El Ferrol resultaba insoportable para quien tan profundamente sentía la vocación militar. Porque allá abajo, en Marruecos, tropas de España libra iban una guerra muy áspera. Aún resonaban, como campanadas de muerte, los ecos de los sangrientos combates por la posesión del monte Gurugú. El «Barranco del Lobo» era el nombre de una verdadera pesadilla. Pero el Ejército había reaccionado tras las primeras sorpresas y la bandera de la Nación protectora iba apareciendo en las «cudias» y en las orillas de los «uads», o entre peñascales, como símbolo de coraje. En El Ferrol, tres alféreces se consumían de impaciencia. Llamábanse Francisco Franco Bahamonde, Camilo Alonso Vega y Francisco Franco Sa1gado Araujo. El primero de ellos vivía dedicado a movilizar todas sus relaciones sociales y a poner en juego las artes de su voluntad para lograr un des. tino en Marruecos. Como contaba con el afecto de quien fue su director en la Academia de Infantería de Toledo, el coronel don José Villalba Riquelme, y éste acababa de recibir el mando del regimiento de África número 68, en la zona de Melilla, a él se dirigió una y otra vez, respetuoso, pero incansable. Alonso Vega y Salgado Araujo compartían este ardiente deseo de ir al combate. Por fin, tras una serie de gestiones que parecían inevitablemente frustradas, el coronel Villalba envió al alférez más joven la buena nueva: será recibido en el Regimiento de África, aunque sólo como excedente. Puede incorporarse cuando quiera. Villalba Ríquelme gozaba de positivo prestigio entre la oficialidad, y se tenía como un honor el hecho de combatir a sus órdenes.

     Decidieron, pues, los tres amigos, preparar el viaje sin pérdida de tiempo; primero a La Coruña, luego a Málaga, desde Málaga a Melilla. Pero... el mar dispone; porque sólo por vía marítima existía, en aquel momento buena comunicación con La Coruña. «No se había inaugurado, a  la sazón, el ferrocarri1 de El Ferrol a Betanzos que enlaza con la línea férrea de La Coruña a Madrid -según recuerda Salgado Araujo-». No se contaba, pues, con otro ,camino que el del mar. y el mar se encrespó.

     Llegó a Franco la noticia de que un barco de carga, el «Paulina», iba a salir hacia el  puerto coruñés. El comandante de Marina autorizaba el viaje bajo la exclusiva responsabilidad del capitán. Franco acudió a la autoridad del puerto y pidió tres plazas, tres rincones a  bordo del «Paulina» Se negó el comandante y mucho más violentamente se negó el capitán del pequeño carguero. Pero Franco no cejó. «El barco no era de pasajeros -continúan los recuerdos del teniente general Salgado Araujo-. No hay ni sitio donde sentarse. Para quien no sea profesional, -la travesía El Ferrol- La Coruña es una locura en aquellas circunstancias.» Triunfó, al fin, la tenacidad de Franco, y los tres alféreces se encontraron a bordo. El temporal era de tal naturaleza que apenas salió el «Paulina» a mar abierto, los bandazos, los «pantocazos», las olas barriendo la cubierta, convertían el viaje en una aventura de resultado muy problemático. Para resistir a la tempestad, el carguero tuvo que reducir la velocidad al mínimo posible y poner proa a la mar. Realmente, el capitán tenía razón: la terquedad de aquellos jóvenes era una locura.

     Al cabo de cinco horas de zozobra fondeó el barco en el puerto coruñés. Al día siguiente los jóvenes viajeros tomaron el tren. A Málaga. Franco había dicho en El Ferrol:


    - Hemos de pasar y pasaremos.
   

     Habían pasado.

     El 12 de febrero de 1912 desembarcaron en Melilla. Inmediatamente se presentó Franco en Tifasor, donde estaban destacadas las fuerzas del Regimiento de África. El 19 de marzo recibió el bautismo de fuego en Imeyaten. El 22 y el 23 intervino en la toma de Sammar, mandando una sección. Luego le encomendaron misiones de reconocimiento en Ras Médua. El 15 de mayo, situado en la extrema vanguardia, participó en la conquista ,de las lomas de Tadduit. Allí chocó con la terrible caballería del Mizzian y rechazó varias cargas. Comienza a sonar, de campamento en campamento, de tienda en tienda, un nombre nuevo: Franquito, diminutivo de un apellido llamado a la fama universal. Franquito es una revelación. Aún no ha cumplido los veinte años. En el mes de julio le han ascendido a primer teniente. Es el único ascenso de toda su carrera militar que obedece al mecanismo de la rigurosa antigüedad. El nuevo teniente lleva ya en el pecho la primera cruz roja del Mérito Militar.

 


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