El alférez más joven y el candelabro de la dignidad.

 

          El posible futuro ,marino, o sea, la carrera naval de Franco, se frustró en ciernes. Fue para el interesado una contrariedad muy viva. Una línea familiar se rompía en el hijo Francisco contra la voluntad de éste. Su hermano Nicolás había ingresado ya; pero inmediatamente se cerraron las ocasiones de seguir el mismo rumbo, porque como consecuencia de los acontecimientos de Cuba y Filipinas y de los decisivos reveses allí sufridos por nuestros barcos, pese al sublime heroísmo de los mandos y de las tripulaciones, se dispuso la suspensión, de las convocatorias de ingreso en el Cuerpo General de la Armada; por donde el joven aspirante hubo de proponerse a sí mismo otros caminos y como había decidido en su corazón de catorce años darse a una carrera militar, volvió resueltamente los ojos hacia tierra adentro, y solicitó examen de ingreso en la Academia de Infantería de Toledo. Cumplióse la prueba el día 26 de junio de 1907. En un café de la Plaza de Zocodover, un compañero le informó:

      -Franquito, has aprobado.

 El 29 de agosto del mismo año inició los! estudios correspondientes como miembro de la decimocuarta promoción. «Al día siguiente -nos refiere una nota biográfica- el alumno Francisco Franco Bahamonde comenzó normalmente su vida de cadete bisoño sin más bagaje material que un baúl, una maleta, dos sombrereras, un rimero de 1ibros, el derecho sagrado a las "migas" doradas y sabrosas, y el deber, igualmente sagrado, de someterse a las novatadas de los veteranos. El 13 de octubre prestó juramento de fidelidad a la Patria.»

            Por cierto que, a propósito de novatada, es bien conocido el episodio que llamaremos «del candelabro». Dio un bromista en esconder debajo de la cama los libros de Franco para divertirse viéndo1e arrastrarse por el suelo si quería rescatarlos. Aceptó el novato la chanza; pero las operaciones de recogida de los libros le costaron un ligero arresto. Volvió el veterano a la carga, y otra vez realmente con bastante poca imaginación- ocultó la brevísima «biblioteca» bajo el lecho. El a1umno ferrolano tenía, por lo visto, al alcance de la mano un candelabro que fue a parar a la cabeza del ,bromista, mientras le decía:


            -Es una gracia demasiado pesada para tolerarla con dignidad.

  Abrióse, como es natural, la información o investigación debida. Franco compareció a declarar. Relató el suceso. Alegó que no conocía al autor de la novatada. Le amenazaron con la expulsión, buscando así que denunciara a su «adversario». Fue inútil. Se atuvo a un riguroso silencio, y el incidente se cerró sin más complicaciones. Pero desde aquel momento todos sabían a qué atenerse acerca del carácter y de las reacciones del cadete de los catorce años. Andando el tiempo y como Director de la Academia General Militar de Zaragoza, prohibió rigurosamente las novatadas.

  Cuando llegó el momento de distribuir las armas, «otro gracioso -según el biógrafo a que antes nos hemos referido- propone que a Franquito, por su poca talla le den una carabina, arma más corta que el fusil, pero Franco ataja rápido la idea, sin reparar en la intención:

- Yo puedo con lo que puedan los demás.

  A los tres años el 13 de julio de 1910, el cadete se ha convertido en segundo teniente, es decir, en alférez, y lleva con satisfacción una estrella encima de la bocamanga. Le señalan su primer destino: segundo teniente en el Regimiento de Zamora, número 8, de guarnición en El Ferrol, a donde vuelve, desde Toledo, en pleno verano. «Tiene dieciséis años, una figura menuda, unos rasgos enérgicos, impropios de su edad, una vivacidad especial en la mirada y una sonrisa abierta y simpática». («España en sus héroes». Fascículo 0 número especial)

 Sale a la vida militar en la XIV Promoción con oficiales como Darío Gazapo (número uno), Sánchez Pera1ta, Medina Santamaría, Escario Elósegui, Noguerol Adler, Fernández de la Fuente, Carroquino, Ortega, González Yuste, Manso de Zúñiga, Valdés Martel, que pronto conquistaría una Cruz de San Fernando, y así hasta cuarenta nuevas promesas de servicios y de sacrificios por España. En medio de todos ellos, el alférez más joven: Francisco Franco Bahamonde, al que le faltaban seis meses para cumplir los diecisiete años.


BIOGRAFÍA

SIGUIENTE