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de Marzo de 1938. Batalla del Cabo de Palos.
LA
MARINA DE GUERRA ESPAÑOLA EN 1936
por Eduardo Palomar Baró.
Tras el estallido de la Guerra Civil las
fuerzas navales españolas contaba con 2 acorazados, 6 cruceros, 17
destructores, 12 submarinos y un centenar de barcos auxiliares, que
servían alrededor de 20.000 hombres y cerca de 2.000 jefes y
oficiales, que estuvieron terriblemente divididas, si bien la mayoría
de buques quedaron en manos del gobierno en los momentos iniciales de
la contienda. Las tripulaciones estaban muy ganadas por la prédica
revolucionaria, ya fuese marxista o anarquista, y que produjeron el
asesinato masivo de los oficiales del Cuerpo General de la Armada y de
los demás cuerpos técnicos dejando a la Flota, hoy llamada
republicana, con barcos pero sin mandos, lo que a la larga resultó
nefasto para los gubernamentales.
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Franco conversando
con el contralmirante Moreno. |
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Este comportamiento revolucionario ya venía de
antiguo, y así el almirante Francisco Moreno, en sus
‘Memorias’ dice: “desde 1917 los elementos que trabajan
en España por la implantación de la República, empezaron a
atraerse al personal subalterno, despertando en él
disparatadas y ridículas aspiraciones”. A partir de 1931,
estas intervenciones adquirieron un carácter ideológico.
Cabe señalar que en el año 1935 las tres cuartas partes de
las tripulaciones estaban adheridas a alguna Central Política,
aunque les estaba prohibido. El abismo entre oficiales y gente
de mar era muy grande, y el gobierno republicano se encargó
de profundizarlo aún más, haciendo promesas cuyo
incumplimiento era atribuido al mando, aumentando de esa forma
la desconfianza y el rencor de las dotaciones subalternas. |
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Capitán Luis
González Ubieta |
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Así pues, de un total de 19 almirantes, solo
contaron con 2 y de
2 capitanes de navío de un total de 31, de 7 capitanes de
fragata de 65 y de 13 capitanes de corbeta de un total de 128.
Los más cualificados jefes que asumieron la responsabilidad de
mandar la Escuadra roja, los capitanes de navío Miguel Buiza
Fernández-Palacios y Luis González Ubieta, tuvieron
más trabajo en restablecer la disciplina y el orden que en
emplear tácticamente los medios de que disponían. La ventaja
que poseían no sólo estaba obstaculizada por este hecho, sino
que también sufrían una falta de bases acordes al número de
buques que tenían. En la zona nacional había quedado el
principal astillero de la marina, El Ferrol, y además los
cruceros “Canarias” y “Baleares” quedaron en su poder.
En la zona roja tenían el pequeño astillero de Cartagena. |
Realmente la verdadera
función de la Flota roja que en su mayor parte permanecía inactiva,
no era luchar frente a las unidades nacionales sino proteger la ruta
mercante que se dirigía a Rusia. El agregado naval soviético capitán
Nikolai Kuznetsov, enviado a Madrid en octubre de 1936, fue el
responsable del mantenimiento de este verdadero cordón umbilical que
mantenía a la República en la guerra.
A partir de septiembre
de 1937, el capitán de navío Luis González Ubieta fue nombrado
almirante en jefe de la Flota roja en sustitución de Miguel Buiza
pero la situación naval no tuvo visos de mejorar e incluso seguía
empeorando, encontrándose la moral por los suelos.
Hay que reconocer que González Ubieta era un profesional muy hábil, y
que cuya primera preocupación fue tratar de suplir la grave escasez
de oficiales. También se encontró con una serie de órdenes tan
contradictorias que venían de Madrid, que hizo manifestar a González
Ubieta: “algunas órdenes eran tan absurdas, que yo pensaba que nos
había interferido el mando rebelde”.
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