Los
papeles de Salamanca
Pío
Moa Ha surgido en torno al archivo de Salamanca la enésima polémica
con la consiguiente dificultad de entenderse, porque se hablan idiomas
diferentes. Pedro Schwartz ha argüido que el archivo debe conservarse
tal cual, argumentando la necesidad de superar de una vez la guerra
civil. Argumento bien intencionado, pero poco efectivo, porque el
nacionalismo catalán, como la izquierda, ha decidido hace mucho no
superar la guerra, sino vencer en ella a cualquier precio, derrotar
finalmente a Franco. La pretensión es absurda, pero les empuja a
mantener la llaga indefinidamente abierta. Una demostración la tenemos en la réplica del intelectual
nacionalista Borja de Riquer a Schwartz: para él la superación de la
guerra consiste, en todo caso, en la disgregación del archivo mediante
la vuelta a Barcelona de una parte de él. En su opinión se trata de
una cuestión de “ética”, de “justicia democrática”, y no de
nacionalismos. A su juicio, los papeles del archivo proceden de un
“expolio”, por lo cual, se pregunta retóricamente: “¿Perpetuar
unas expoliación política, darla por buena, es un signo de
reconciliación? (…) Mal servicio se hace a la democracia si con el
pretexto de una supuesta “superación” de la Guerra Civil mantenemos
y damos por buenos los actos violentos y las disposiciones represivas de
la dictadura franquista”. ¿Fue un expolio la requisa de los archivos de la Generalidad por
los vencidos? Puede decirse que sí, claro, viene a ser algo parecido a
un botín de guerra. Pero ¿es que sólo los franquistas cometieron
expolios y requisas, actos violentos y disposiciones represivas? Ni
mucho menos. Si en algo destacó la Generalidad presidida por Companys
fue, desde 1934, en actos violentos, disposiciones represivas y
expolios. En eso se pareció al franquismo, con el agravante de que éste
no tiene en su haber el cúmulo de destrucciones del patrimonio cultural
que hubo en Cataluña bajo el poder de la izquierda. Una gran parte de
los expolios de la Generalidad, incluyendo archivos y bienes muy
diversos fue reparada, otra no, desapareció para siempre, como ocurrió
en el resto de España; y buena parte de lo destruido fue reconstruido
por el franquismo, pero tampoco todo pudo serlo. ¿Qué le parece al señor Borja de Riquer? ¿Hacemos un mal
servicio a la democracia si damos por buenos esos actos violentos y
disposiciones represivas de la Generalidad? Pues de lo que se trata es
de esto, de darlos por buenos porque, supuestamente, se cometieron en
defensa de la democracia. Una democracia bajo la protección de Stalin y
protagonizada, nos quieren hacer creer, por los autores del intento de
guerra civil del 34, por los marxistas y anarquistas, y por los
republicanos que en 1933 replicaron con intentos de golpe de estado a la
victoria electoral de la derecha. Una larguísima e intensísima
propaganda ha hecho comulgar a demasiada gente con tales ruedas de
molino, pero ya va siendo hora, también de “superarlas”. Dar por
buenos estos hechos, o los del bando contrario, no es hacer un servicio
a la democracia, desde luego, pero pasarse la vida exigiendo
reparaciones por ellos, renovando los odios y desvirtuando de paso la
historia, sí que es hacerle un pésimo servicio. Es, literalmente,
sabotear la convivencia democrática que se asentó, no en el olvido,
como a veces se pretende, sino en algo así como el perdón mutuo, perdón
que una de las partes, y a mi juicio la más culpable, no acaba de
conceder. ¿Es un signo de reconciliación cesar en estas rencorosas
reclamaciones? Pues yo creo que sí, y que sólo debe volverse sobre
ellas si la fraseología victimista persiste en recordar, y obligar
institucionalmente a que se recuerden, sólo los desmanes de una de las
partes. El archivo de Salamanca, fuera cual fuera su origen (hay en el
mundo muchos archivos y bibliotecas de procedencia irregular) es hoy un
archivo muy valioso, en expansión, y de enorme interés para los
estudiosos de la guerra civil. Atacarlo como hacen los nacionalistas sólo
puede calificarse como ruindad y, desde luego, en nada contribuye a la
reconciliación ni a la democracia. La base de todo ello ya la expuso Tusell con la torpeza que le
caracteriza, y aparece de nuevo en Riquer de manera más disimulada. Según
los nacionalistas, la guerra fue de España, o de una parte de España,
contra Cataluña, y por ello piden “reparaciones”. La realidad es
que la guerra civil lo fue en Cataluña exactamente igual que en el
resto del país
Libertad Digital. 25 de Junio de 2.004.- |