EL ESTADO ESPAÑOL
Por Jaime Campmany.
PARECE claro que Rodríguez Zapatero ha puesto en su Gobierno a José
Bono para que de vez en cuando pronuncie la palabra «patria». Por
ejemplo, Franco tenía siempre en sus gobiernos a un ministro
falangista que hablaba de «la revolución pendiente». Felipe González
tenía a Alfonso Guerra para que le organizara el «OTAN, de entrada
NO» y a Matilde Fernández para convencer a los españolitos y españolitas
a poner y ponerse el preservativo. A Rosa Conde la tenía para el
negociado de los verbos irregulares. Y José María Aznar tenía a
Rodrigo Rato para que se forraran Polanco y Villalonga, y para que
Miguel Blesa cazara el oso del escudo de Madrid, incluso el que se
comió a don Favila.
«Anda, Pepe -le dirá Zapatero a Bono- di dos veces «patria» que se
me está encampanando el tripartito». Entonces, llega Bono y dice dos
veces «patria», y a los compañeros de viaje de Zapatero les da la
alferecía y se ponen a temblar como si tuvieran la perlesía y a
bailar con el baile de San Vito. Durán i Lleida, que es muy fino
aunque un tanto cursi, no dice patria, ni España ni nada de eso, sino
«los pueblos del Estado español». Los soldados que vuelven de Iraq
no vuelven a España, que vuelven al Estado español, y quizá por eso
no vienen desfilando victoriosos sino llorando por los telediarios. Ha
hecho muy bien Zapatero en traérselos, que a lo mejor moría alguno y
es muy triste y ridículo morir por el Estado español.
Me acuerdo ahora de una anécdota de Agustín de Foxá políticamente
incorrecta, de una incorrección política absoluta y vergonzosa.
Pronunciaba Foxá un discurso en un teatro de Chile durante los años
del franquismo. «El español es el último hombre sobre la tierra
capaz de morir por el honor», enfatizaba el orador. «Aquí, en
Chile, morimos por la democracia», le interrumpió un espectador.
Apostilló Foxá: «Eso es lo mismo que morir por el sistema métrico
decimal». Bueno, pues morir, no por España, sino por el Estado español,
debe dar la impresión de que muere uno por el trópico de Capricornio
o por el Océano Glacial Ártico. Yo tengo la vieja idea de que por la
patria se muere, y por el Estado se cotiza.
Después de largos diálogos con las fuerzas políticas que apoyan al
Ejecutivo y con la oposición, o tras el correspondiente debate en el
consejo de ministros y de ministras (lo del consejo de ministros sólo
es un vestigio del machismo ibérico), Zapatero ha decidido destituir
al embajador en Rabat, Rafael Arias-Salgado, para que no esté allí
cuando él llegue, y por otro lado nombrar embajador en Roma a Jorge
Dezcállar, a quien tendrá que agradecerle sus servicios en la
jefatura del Centro Nacional de Inteligencia.
Por cierto, y ahora que hablamos de eso, ¿por qué Zapatero no nombra
a Pérez Rubalcaba Centro Nacional de Inteligencia? No digo jefe del
Centro Nacional de Inteligencia, sino Centro Nacional de Inteligencia
propiamente dicho. Es más: Centro Nacional de Inteligencia de los
Pueblos del Estado Español. De esta manera, Zapatero tendría a Bono
para decir «patria», a Carod-Rovira para cargársela, y a Pérez
Rubalcaba para justificarlo.
ABC. 22 de Abril de 2.004.-