LA
PILTRAFA.
Alfonso USSÍA.
La inteligente pregunta «¿Hay alguien en el mundo más tonto que
Maradona?» no ha tenido, en los últimos años, una respuesta clara. En
mi humilde opinión, sí hay en el mundo gente más tonta que Maradona.
Por ejemplo, todos aquellos que idolatran a Maradona. Los adoradores son
siempre más necios que los idolatrados. ¿Quién es más tonto, Sabino
Arana o los partidarios de Sabino Arana? La respuesta es una obviedad
que no merece comentario alguno. Escribía hace tiempo una columnista de
aseo confuso en «El país» que la Bandera de España era la de los
asesinos de García Lorca. ¿Quién es más tonto la columnista de aseo
confuso o sus lectores? En este caso no hay duda. La columnista. Es la
misma que, con delicada interpretación democrática, calificó de «hijos
de puta» a todos los votantes del Partido Popular, diez millones de
españoles, aproximadamente. Pero estos últimos, Sabino Arana y la
columnista del jabón errante, son prototipos locales de tontos,
sansirolés domésticos. Maradona es un tonto internacional, y la cuestión
que abría la puerta de la presente redacción tiene ya respuesta
definitiva. ¿Hay alguien en el mundo más tonto que Maradona? Sí,
Michael Jackson.
Más tonto y más degenerado, escrito sea aprovechando que el Rudrón
pasa por Covanera. Me sorprende la clientela que este mamarracho
tiene entre los retroprogres. Nadie más racista que Jackson.
Arzallus, a su lado, casi Josefina Baker. Un individuo que se gasta
miles de millones de pesetas en cambiar el color de su piel es un
racista obsesivo y peligroso. ¿Tonto? Como ninguno. Ha sido sorprendido
en múltiples ocasiones ejerciendo de paidófilo -voz más correcta que
pedófilo-, pero siempre ha llegado a un acuerdo económico con los
padres de sus niños profanados, y aquí paz y después gloria y
pelillos a la mar. Lo de ahora es diferente. Los padres no aceptan el
soborno y un niño de 14 años le ha abierto las puertas de la cárcel.
El cerdo, que está escondido, habla por sus abogados. Y lo hace con una
ternura emocionante. No es malo dormir con niños. Su amor por los
menores es puro. Sus palabras resumen la belleza de sus pasiones: «No
es una cuestión sexual. Vamos a dormir. Yo les tapo. Es muy encantador».
Menudo hijoputa.
Jackson es una piltrafa de su propia piltrafa.
No consiente respirar el mismo oxígeno que el resto de los mortales.
Vive enmascarado y protegido en burbujas contra las bacterias y los
virus. Absurda prevención, por cuanto no hay virus ni bacteria que se
atreva a ingresar en el organismo de esa porquería esquelética y
aparentemente homínida. Aparecerán más niños, ahora que se ha
interrumpido el muro de «Neverland», la gran casa del esperpéntico
tipejo. E intuyo, y mucho me alegro, que no servirán para nada sus
millones de dólares. Cuando los «federales» intervienen, se eliminan
las posibilidades de pactos, componendas y silencios remunerados. Ocho años
de prisión le aguardan si no surgen nuevos denunciantes. Me figuro que
pedirá al juez que le envíe a un centro penitenciario con mayoría de
blancos. Jackson no es negro. Odia a los negros. Teme a los negros. Le
dan asco los negros -niños incluidos-. Se odia, se teme y se da asco a
sí mismo.
Sus millones de partidarios seguirán comprando
sus aproximaciones a la música, que huelen a llanto de niño, a saliva
de niño, a vaselina para niños, a pito de niño y a sangre de culo de
niño. De poco le van a servir los derechos de autor durante unos años.
Peor que un asesino, peor que un terrorista. Droga y sexo con menores.
Inmunidad pagada. Y de golpe la denuncia. Con esto último no contaba el
asqueroso canalla. A partir de ahora que cambie de hábito. Y que
intente tapar -es encantador- a su compañero de celda o al director de
la prisión. Además de degenerado, tonto.