Cine español
Por Pío Moa
“Yo, cuando hay una película española, no voy a
verla. ¿Y sabe usted por qué? Porque casi siempre es lo mismo:
puterío barato con un argumento idiota. Hace algún tiempo oí
a Alfredo Landa decir que en el cine español que se hace ahora no hay
talento, y, oiga, tiene toda la razón. Si quiero ver pornografía,
veo pornografía, pero si encima la pornografía te viene con
pretensiones de no sé qué, sociales, ya sabe, toda esa mierda,
pues ya me dirá usted”.
Así me dijo un taxista. De un taxista, qué se
puede esperar, diría probablemente alguno de esos “artistas”
amigos de Sadam, de Castro y de los liberadores etarras. Porque es
verdad que son amigos de todos ellos, y que no son muy buenos
actores, porque sus intentos de disimularlo no resultan convincentes.
Aunque aspiran a vivir íntegramente de subvenciones, con los mayores
privilegios posibles, como buenos aspirantes a funcionarios,
parte de su negocio consiste precisamente en chulear al “sistema”.
No otro significado tienen sus manipuladoras farsas “contra la
guerra”, “contra la reacción”, el “imperialismo” y toda la
faramalla legada por los constructores del muro de Berlín. Obsérvese
que la única guerra contra la que se han pronunciado a grito pelado
ha sido contra la que liberó a Irak de un tirano sanguinario. Jamás
se han manifestado contra otras guerras muchísimo más sangrientas y
que no tienen la perspectiva de liberar a ningún país, sino de
sustituir a un déspota por otro. Jamás se han
manifestado, o no lo han hecho ni con la centésima parte de la fuerza
que lo han hecho en relación con Irak, contra la guerra que nos ha
declarado, aquí mismo en España, una parte del terrorismo vasco,
explotada sin escrúpulos por la otra parte, supuestamente moderada.
Jamás.
Yo no sé si esto es el fruto tardío del largo
trabajo realizado bajo el franquismo por el PCE, o procede de
otras circunstancias. Desde luego procede, en buena parte,
de la larga dimisión de la derecha en el terreno ideológico y
cultural, una tradición que continúan con pleno impulso políticos
como Ruiz Gallardón, y que se manifiesta en las continuas e
inesperadas concesiones y privilegios otorgados por el gobierno
a sus enemigos. Los “artistas” conocen bien el truco. Cuanto más
ataquen al “sistema”, más sacarán de él. Parece una
ley sociopolítica.
Y muchos más españoles piensan de modo parecido
al taxista, como muestran las taquillas. Con ello se crea un círculo
vicioso: cuanto menos talento y menos ingresos, más necesidad de
subvenciones, y por tanto más chulería y puterío. Y así
sucesivamente. No quiero decir que todo el cine español actual sea
una porquería, pero ésta predomina de tal manera que desanima
de bucear en él en busca de otra cosa.
Libertad Digital. 2 de Febrero de 2.004.- |