La gaseosa más rancia

Por Cristina Losada

      A algunos viejos del lugar, que conocimos el Partido Comunista de España de los últimos años del franquismo y de la Transición, esta heredera suya que es Izquierda Unida casi nos da pena. ¡Quién te ha visto y quién te ve, PCE! Yo me resisto a creer que los militantes y dirigentes de entonces hubieran tragado con un Madrazo. Aunque el partido prestara en algún momento cierto apoyo a la ETA, al menos de cara a la galería se hubiera impuesto disciplinariamente lo razonable. Y me parece imposible que hubiéramos visto hace veintitantos años lo que vimos hace unos días: los comunistas iraquíes celebrando los primeros la captura de Sadam en las calles bagdadíes y en Madrid, el colega Llamazares diciendo que la cuestión no era Sadam sí o Sadam no.

 

    Los comunistas españoles hicieron creer a mucha gente que eran defensores de la libertad y lograron que se recibiera a Carrillo como a un simpático héroe y a la Pasionaria como a una abuelita inofensiva. Ahora, por si quedaba alguna duda sobre la naturaleza de sus instintos básicos, Llamazares la despeja. En realidad, la que él nos enseña ha sido siempre la verdadera cara del comunismo. Cuando se limitaban a defender a los dictadores de su cuerda, a las marionetas de la URSS urbi et orbe, la máscara aguantaba, mal que bien, pegada al rostro. No hay engrudo que resista la defensa de un sátrapa que exterminó a los comunistas. Pero les da igual. Ya no tratan de ser un "partido de masas", como el viejo PCE, sino una pandilla anti-sistema más.

 

    Finiquitado el "paraíso socialista", esfumada la bandera proletaria, los herederos de los comunistas españoles tratan de seguir a flote apuntándose a causas que nunca fueron suyas. Como la ecología, algo que a sus camaradas, allí donde mandaron, les daba mucha risa: no hubo países con más contaminación y atentados al medio ambiente que los socialistas. O la reivindicación, por don Gaspar, del espíritu del mayo del 68, cuando lo que tuvo de original aquel movimiento fue precisamente el rechazo a las ideas y los métodos de los partidos comunistas de toda la vida.

 

    La defensa de la paz de la que alardean es, en cambio, una vieja patraña de los partidos comunistas, cuyo verdadero objetivo era conseguir el desarme de las democracias, mientras los soviéticos se armaban hasta los dientes y exportaban "la guerra revolucionaria". Y como ya no quedan muchas dictaduras comunistas, Sadam o los terroristas islámicos cumplen el papel de la resistencia armada al capitalismo que antes representaba la madre Rusia. Vamos bajando de categoría. Política, moral y hasta gramatical, porque hay que leer y oír a Llamazares con una desbrozadora de bolsillo.

 

    Pero la degeneración de Izquierda Unida no es un fenómeno imputable sólo a la  incapacidad de su líder, recién reelegido a la búlgara. Es un síntoma del vacío  intelectual y político de una izquierda fosilizada, que hace del ataque y la deslegitimación de la derecha su único discurso y recurso. Y, en parte, I.U. sobrevive a pesar de su decrepitud porque el gran partido de la izquierda española sufre la misma enfermedad senil. No hay innovación en el sector, nadie se ve forzado a cambiar. Las dos factorías siguen produciendo la gaseosa de siempre, más rancia que nunca. Y el consumidor traga.

Libertad Digital. 23 diciembre de 2.003

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