La gaseosa más ranciaPor
Cristina Losada Los comunistas españoles hicieron creer a mucha
gente que eran defensores de la libertad y lograron que se recibiera a
Carrillo como a un simpático héroe y a la Pasionaria como a una
abuelita inofensiva. Ahora, por si quedaba alguna duda sobre la
naturaleza de sus instintos básicos, Llamazares la despeja. En
realidad, la que él nos enseña ha sido siempre la verdadera cara del
comunismo. Cuando se limitaban a defender a los dictadores de su cuerda,
a las marionetas de la URSS urbi et orbe, la máscara aguantaba,
mal que bien, pegada al rostro. No hay engrudo que resista la defensa de
un sátrapa que exterminó a los comunistas. Pero les da igual. Ya no
tratan de ser un "partido de masas", como el viejo PCE, sino
una pandilla anti-sistema más. Finiquitado el "paraíso socialista",
esfumada la bandera proletaria, los herederos de los comunistas españoles
tratan de seguir a flote apuntándose a causas que nunca fueron suyas.
Como la ecología, algo que a sus camaradas, allí donde mandaron, les
daba mucha risa: no hubo países con más contaminación y atentados al
medio ambiente que los socialistas. O la reivindicación, por don
Gaspar, del espíritu del mayo del 68, cuando lo que tuvo de original
aquel movimiento fue precisamente el rechazo a las ideas y los métodos
de los partidos comunistas de toda la vida. La defensa de la paz de la que alardean es, en
cambio, una vieja patraña de los partidos comunistas, cuyo verdadero
objetivo era conseguir el desarme de las democracias, mientras los soviéticos
se armaban hasta los dientes y exportaban "la guerra
revolucionaria". Y como ya no quedan muchas dictaduras comunistas,
Sadam o los terroristas islámicos cumplen el papel de la resistencia
armada al capitalismo que antes representaba la madre Rusia. Vamos
bajando de categoría. Política, moral y hasta gramatical, porque hay
que leer y oír a Llamazares con una desbrozadora de bolsillo.
Pero la degeneración de Izquierda Unida no es un fenómeno imputable sólo
a la incapacidad de su líder, recién reelegido a la búlgara. Es
un síntoma del vacío intelectual y político de una izquierda
fosilizada, que hace del ataque y la deslegitimación de la derecha su
único discurso y recurso. Y, en parte, I.U. sobrevive a pesar de su
decrepitud porque el gran partido de la izquierda española sufre la
misma enfermedad senil. No hay innovación en el sector, nadie se ve
forzado a cambiar. Las dos factorías siguen produciendo la gaseosa de
siempre, más rancia que nunca. Y el consumidor traga. Libertad
Digital. 23 diciembre de 2.003 |