Llanto de camarada Por Alfonso Ussía La detención del más fiel heredero de Stalin ha conmovido al más innecesario de sus partidarios. A punto de cauce las lágrimas del pobre Llamazares. Mal aspecto tenía cuando los periodistas pidieron su opinión. La criatura estaba destrozada. Mirada perdida, labios temblorosos. Cuando murió su ídolo, Neruda escribió en su Isla Negra: «Camarada Stalin, yo estaba junto al mar en la Isla Negra, descansando de luchas y viajes, / cuando la noticia de tu muerte llegó como un golpe de océano». Y después, esta tontería: «Fue primero el silencio, el estupor de las cosas, y luego llegó del mar una ola grande / de algas metales y hombres, piedra, espuma y lágrimas estaba hecha esa ola». Se le olvidaron a Neruda unos centenares de millones de cadáveres en la formación de aquella ola. Como Neruda, Llamazares puede cantar: «Stalinianos. Llevamos este nombre con orgullo». A Llamazares nada se le ocurre que no sea de otro. Y no vive en la Isla Negra. Y no es Neruda. Y habla fatal. Y es un tostón de tío, y se le nota todo. El domingo estaba hecho unos zorros. No se atreve a reconocerlo, pero Sadam Husein es para Llamazares lo que Stalin para Neruda. Un héroe. Y lo han trincado los americanos, nuestros aliados. La televisión es imagen. Comparen las tres imágenes de nuestros políticos. Aznar estaba que estallaba de satisfacción. Llamazares se rompía de angustia. Y Zapatero no disimulaba su enfado. Cuidado, no se interpreten mal mis palabras. Zapatero no es partidario de Sadam Husein y ha celebrado su detención. Pero no podía mostrar la misma alegría que Aznar. La gente no es tonta y aún recuerda la nefasta temporada en la que Zapatero hizo lo que quiso Llamazares. Los dos juntos tras la pancarta, uno haciendo su papel y otro el ridículo. En España, en fechas cercanas a citas electorales, todo se valora en votos. La captura de Sadam supone una pila de votos para el Partido Popular, y eso es lo que tenía a Zapatero esquinado. Dolor, lo que se dice dolor, el de Llamazares.Más de cinco millones de iraquíes asesinados por el padre de la revolución. En cifras se queda corto comparado con el camarada Stalin. También es verdad que eran más los rusos que los iraquíes. Asesinar a cien millones de rusos equivale a matar a diez luxemburgueses. Todo es cuestión de porcentajes. La revolución siempre adelante. A Madrazo no le conmueven los mil españoles asesinados por la ETA. Está con la ETA y con Batasuna. Llamazares se siente satisfecho. Ha dicho que Izquierda Unida no acudió a la manifestación en San Sebastián porque estaba convocada «en clave de confrontación». Prescisamente él, que sale de una manifestación para meterse en otra. O sea, que Irene Villa y la fantástica Pagazaurtundúa, y los pacíficos miembros de «¡Basta ya!» que no conocen otra arma que la libertad y el riesgo, son unos aguerridos provocadores. Lástima de Llamazares. Hubiera disfrutado en otros tiempos, en otra situación, en lejanas checas. Lo que habría disfrutado presidiendo un juicio popular en San Antón, por poner un ejemplo que me resulta tan querido y herido como cercano. Nunca comprenderá que la sociedad libre y pacífica celebre la captura de un asesino, de un tirano, de un genocida. No son juicios de valor. Si uno, modestamente, que se siente demócrata desde niño, que se siente español y está orgulloso de creerse un patriota, que se siente inmerso en el mundo libre, que odia el terrorismo y la violencia, que defiende el individualismo -semilla fundamental de Europa- ante el colectivismo, y que odia toda clase de dictadura -de Derechas o de Izquierdas- ha sentido tanta felicidad con la captura de Sadam Husein, lo lógico es que Llamazares experimente lo contrario. Pero seamos educados y corteses. Mano tendida y sentido pésame. A Neruda con efecto retardado por Stalin y a Llamazares por la detención de Sadam Husein. ABC. 16 diciembre de 2.003. |