Francisco Largo Caballero



EL ALZAMIENTO


Largo Caballero, cuando estuvo al frente del Gobierno del Frente Popular convirtió a España en un protectorado de la Unión Soviética, con absoluta libertad para los sicarios del  GRU (‘Glavnoye Razvedyvatelnoye Upravleniye’) (poderoso servicio de Inteligencia militar ruso) y la NKVD (‘Norodnyi Kommisariat Vnuetrennikh Del’) (Comisariado del pueblo para asuntos del interior). La NKVD, luego se convirtió en la KGB (‘Komitet Gosudarstvennoi Bezopasnosti’). Después de haber autorizado formalmente el envío del oro del Banco de España a Moscú, un día Largo Caballero se cansó de las continuas interferencias de los soviéticos en su tarea, echando de su despacho, prácticamente a patadas, al embajador Rosenberg.    

Al estallar la guerra civil se abstuvo, como todo el PSOE, de colaborar con el Gobierno republicano, pero el 5 de septiembre de 1936 accedió a presidir un gabinete en el que, además de la jefatura, se reservó la cartera de Guerra, hasta que tras los sucesos revolucionarios de mayo de 1937 en Barcelona, y merced a una maniobra del Partido Comunista, a la que no serían ajenos algunos conspicuos socialistas, se vio obligado a presentar la dimisión, siendo sustituido en el cargo por el socialista pro comunista Juan Negrín, y nombrado ministro de Defensa Indalecio Prieto Tuero (18 de mayo de 1937). 

Al oponerse Largo Caballero a la ilegalización del POUM, con lo que se enfrentó a la URSS, es lo que en definitiva le hizo perder la Presidencia del Gobierno. Afirmó Largo que «El gobierno soviético se erigía en definidor de cómo debíamos hacer la política en nuestro país. Cuando esto lo hacía con nosotros, ¿qué consignas no darían a los comunistas?»

Hay que reconocer que durante su mandato como jefe del Gobierno republicano en guerra procedió con rectitud y honestidad, anteponiendo el concepto de Estado a cualquier idea política que supusiese menoscabo de éste. Disciplinó, en lo que pudo, a las milicias armadas de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales obreras, que habían actuado con un comportamiento anárquico, siniestro, indisciplinado y desorganizado, hasta convertirlas en unidades militares organizadas, de las cuales nacería el Ejército Popular. Una de las primeras medidas que tomó Largo Caballero, como ministro de la Guerra, fue la de rodearse de militares profesionales: José Asensio Torrado, José Miaja Menant, Sebastián Pozas Perea, Segismundo Casado López, Vicente Rojo Lluch, etc.

Largo Caballero con milicianos en el Frente 1936
El profesor británico Michael Alpert, escribe en su libro ‘El ejército republicano y la guerra civil’ (Ruedo Ibérico, París 1977), sobre la inutilidad en los primeros tiempos de la guerra de esas unidades del Ejército de la zona gubernamental: «Sigue en pie la cuestión de si el gobierno de José Giral Pereira,  que permaneció en el poder desde el 20 de julio hasta el 5 de septiembre de 1936, hubiese actuado mejor no armando a las milicias, sino haciendo la guerra con las fuerzas militares que tenía, aumentadas con reservistas y una fuerza policíaca mayor. A menudo todos responden a esto por la afirmativa, a excepción de los comunistas, que ideológicamente se hallan ligados a la creencia en la eficacia del Ejército popular de masas. Las milicias lucharon mal por doquier, se enemistaron con los oficiales y obstruyeron el esfuerzo bélico.» El propio Azaña, escribía: «Reducir aquellas masas a la disciplina, hacerlas entrar en una organización militar del Estado, con mandos dependientes del Gobierno, para sostener una guerra conforme a los planes de un Estado Mayor, ha constituido el problema capital de la República»

Eduardo Palomar Baró.


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© Generalísimo Francisco Franco - Junio 2.005

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