El Comité
Central del POUM se reunió el 12 de mayo de 1937, inmediatamente después de la
lucha en Barcelona y en varias poblaciones del interior de Cataluña, dando a
conocer un comunicado, el cual se imprimió en hojas sueltas y en toda la prensa
del Partido. Entresacamos los principales párrafos:
“Los
trágicos acontecimientos no pueden explicarse como un acto de locura
colectiva. Acontecimientos de tal envergadura que han lanzado a la lucha a
masas considerables, bañado en sangre las calles de la capital catalana,
constando la vida a centenares de hombres, no se producen porque sí, sino
que obedecen a causas poderosas y profundas... La actitud provocativa de la
contrarrevolución determinó el estallido. Pero, ya los obreros en la calle,
el partido tenía que adoptar una actitud. ¿Cuál? ¿Inhibirse del movimiento,
condenarlo o solidarizarse con él? Nuestra opción no era difícil. Ni la
primer ni la segunda actitud cuadraban con nuestra calidad de partido obrero
y revolucionaria y, sin vacilar un momento, optamos por la tercera: prestar
nuestra solidaridad activa al movimiento, aún sabiendo de antemano que no
podía triunfar. Si el desencadenamiento hubiera dependido de nosotros, no
habríamos dado la orden de la insurrección. El momento no era propicio para
una acción decisiva. Pero los obreros revolucionarios, justamente indignados
por la provocación de que habían sido víctimas, se habían lanzado al combate
y nosotros no podíamos abandonarlos. Obrar de otro modo habría constituido
una imperdonable traición. La lucha armada se desarrolló de tal forma,
fueron tales el ímpetu de los obreros revolucionarios y la importancia de
las posiciones estratégicas alcanzadas, que se hubiera podido conquistar el
poder. Pero nuestro partido, fuerza minoritaria en el movimiento obrero, no
podía tomar sobre sí la responsabilidad de lanzar esta consigna, con tanto
mayor motivo cuanto que la actitud de los dirigentes de la CNT y de la FAI,
que desde las emisoras barcelonesas invitaban de un modo apremiante a los
obreros a abandonar la lucha, creaban la confusión y el desconcierto entre
los combatientes. En estas circunstancias, invitar a los trabajadores a
tomar el poder era lanzarlos fatalmente a un putch que hubiera sido de
consecuencias fatales para el proletariado”.
ARRIBA
César M.
Lorenzo, en su obra “Los anarquistas españoles y el poder” puntualiza que
“durante la noche del 3 de mayo, dirigentes del POUM (Andrés Nin, Julián Gorkin
y Pedro Bonet) se entrevistaron con los responsables libertarios (Alfredo
Martínez y Valerio Mas, entre otros) y les propusieron formar un organismo común
para dirigir la lucha, aplastar a los estalinistas, presionar al gobierno y, en
último extremo, tomar el poder; pero tropezaron con una negativa”.
Juan Andrade,
del Comité Ejecutivo del POUM, protagonista también de aquellos sucesos, años
después, en “Notas sobre la guerra civil”, escribía:
“...Era tal
el desconcierto, la confusión y también la irresponsabilidad anarquista, que
recuerdo muy bien que cuando yo tenia oportunidad de salir a la calle
(nuestro Comité Ejecutivo estuvo reunido en sesión permanente mientras
duraron los sucesos), se acercaban a mí y me abordaban numerosos camaradas
extranjeros, incluso los trotskistas (pues en Barcelona misma los hechos no
se veían igual que en París o México), para decirme aproximadamente: “Pero
esto no tiene pies ni cabeza. Hay que acabar con esta situación, buscar una
salida”...Mantuvimos contactos con el Comité Nacional de la CNT,
establecimos relación con “Los amigos de Durruti”, grupo del que hay
que decir que no representaba nada efectivo, ya que era un núcleo de peso
mínimo que no pretendía hacer más que una oposición en el seno de la
FAI...Hago esta aclaración porque después se ha pretendido presentar a
“Los amigos de Durruti” como una organización poderosamente
representativa, expresión de la conciencia revolucionaria de la CNT...Fui
encargado por el Comité Ejecutivo, durante los sucesos de Mayo, de entablar
relaciones con el Comité Regional de la FAI, que tenia su local en el
Seminario de Barcelona...Mis primeras gestiones allí estuvieron orientadas a
lograr la constitución de un Frente Revolucionario que dirigiera la lucha y
que formulara y orientara la finalidad de la misma...Para ellos no era
preciso establecer ningún frente unido y su fuerza bastaba, aunque no se
deducía realmente para qué, puesto que los propios combatientes suyos no
recibían más órdenes que las de mantenerse en sus posiciones, pero sin
consignas definidas...La última visita que hice fue para formular una
proposición concreta nuestra, de índole militar...Casi toda la ciudad, a
excepción de un centro en torno a la Generalidad, estaba en poder de las
fuerzas combatientes de la CNT y el POUM. Se trataba pues de organizar un
avance metódico, dirigido por especialistas militares, hacia el centro de la
ciudad para tomar la Generalidad. La operación no habría sido costosa, dado
sobre todo que los elementos que defendían ese casco de la ciudad no poseían
muy elevada moral frente a la combatividad de los trabajadores
revolucionarios...Juzgaron esto imposible sin ofrecer ninguna otra solución.
Abandoné el local faísta convencido una vez más de que el confusionismo
anarquista culmina siempre en las mayores catástrofes políticas...Cuando se
simplifican o esquematizan situaciones políticas muy complejas, para
idealizarlas y deducir conclusiones falsas favorables a una tesis, se
defiende, se hace demagogia fácil, pero no se sirve a la verdad y se elude
toda responsabilidad efectiva. Reducir el problema, la situación tan fluida
de aquel momento en que la clase trabajadora de Barcelona se habla lanzado a
combatir en la calle para ultimar la revolución, y decir que el POUM, como
dijeron Trotski y los trotskistas, haciendo el juego a los dirigentes
anarquistas, dio la orden de abandonar la lucha, arregla bien los argumentos
de los que, por encima de todo, tratan de desacreditar a nuestro partido y
de presentar cada una de sus actividades únicamente como una pura traición,
pero no responde a la más mínima verdad.”
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ARRIBA
Según opinión y versión de los dignatarios del Partido
Obrero de Unificación Marxista, la calumnia, la injuria, la
falsedad, la mentira, la difamación, la persecución, de sus
militantes, la prisión, la tortura y el asesinato de sus
militantes no ha sido un privilegio único del POUM. Para no
remontarnos a un pasado lejano, sólo citaremos a Jaurés,
Matteoti, Karl Liebknech, Rosa Luxemburgo, Salvador Seguí,
victimas simbólicas de la lucha de clases que se desarrolla,
en las épocas de crisis revolucionarias, a través de pugnas
encarnizadas, de vida o muerte. La Liga Espartaquista
alemana, con la cual el POUM tiene cierta afinidad de
destino, sufrió la calumnia, la persecución y el asesinato
de la contrarrevolución en la cual jugó un papel
preponderante la socialdemocracia. El partido de Lenin
también tuvo que pasar por esta prueba de fuego de la
difamación y la calumnia. “Cuánta vileza hace falta
–escribía Lenin en aquellos días– para confundir la lucha
razonada e inteligente con la difusión de calumnias”,
palabras que parecen destinadas a los estalinistas. La
revista francesa “Mai 1936” publicó un texto de 1919
que se divulgó por toda la gran prensa contra los
bolcheviques. Se leían cosas como éstas: “El Comité de
Información Pública publica un determinado número de cartas
que han sido cambiadas entre el gobierno imperial alemán y
el gobierno ruso de los bolcheviques... Estos documentos
establecen que los jefes actuales del gobierno bolchevique,
Lenin y Trotski, y demás consortes, son agentes alemanes;
que la revolución bolchevique ha sido preparada por el
Estado Mayor Alemán y sostenida económicamente por la Banca
del Imperio –Reichsbank– y por las entidades financiera
alemanas... Existen alrededor de 70 documentos. Se posee el
original de muchos de ellos, con notas marginales
procedentes de funcionarios bolcheviques...”. La calumnia
política carece de imaginación, se repite, se copia e
incluso es aburrida por su monótona letanía. Dos meses antes
de los Hechos de Mayo José Díaz, en un pleno del Comité
Central del PCE celebrado del 5 al 8 de marzo de 1937
expresó: “¿Quiénes son los enemigos del pueblo? Los enemigos
del pueblo son los fascistas, los trotskistas y los
incontrolados (nombrando indirectamente a los
anarquistas)... Nuestro enemigo principal es el fascismo
pero nuestro odio va también dirigido, con la misma fuerza
concentrada, contra los agentes del fascismo, que como los
poumistas, trotskistas disfrazados, se esconden detrás de
consignas pretendidamente revolucionarias para cumplir mejor
su misión de agentes de nuestros enemigos emboscados en
nuestra propia retaguardia... Deben ser eliminados de la
vida política, no solamente en España, sino en todo el mundo
civilizado”. En enero de 1937, con motivo de uno de los
procesos de Moscú, ‘Frente Rojo’, órgano
estalinista, publicó: «La Batalla, órgano de la
banda de contrarrevolucionarios y provocadores que dirigen
el POUM, se ha presentado al fin a cuerpo descubierto. Le ha
dado motivo para arrojar su disfraz el proceso que acaba de
iniciarse en Moscú contra la segunda partida de terroristas,
espías y asesinos trotskistas, cómplices de la Gestapo y
dirigidos, como el POUM, por el propio Trotski».
Tanto el POUM como los trotskistas hacían esfuerzo para
diferenciarse políticamente entre sí por cuestiones de táctica
que consideraban de suma importancia pero los estalinistas
insistían en meterlos en el mismo saco.
David Alfaro Siqueiros, el pintor muralista mexicano, que
participó en la guerra civil, como teniente-coronel, según él,
en un libro de memorias que tituló “Me llamaban el
Coronelazo”, describe el motivo que le incitó a atentar
contra Trostki en Coyoacán, que resultó fallido, el 24 de mayo
de 1940. Según él se encontraba confuso y desorientado, no
sabiendo qué contestar a las preguntas que le formulaban: “Por
aquí un jefe de brigada, por allá un comisario, de división, de
cuerpo de ejército, por otro lado un oficial, jefe de compañía e
incluso soldados aislados. ¿Cómo se explica que el general
Lázaro Cárdenas, ese amigo de la República Española, ese gran
hombre de México, haya podido dar refugio a Trotski y esté
favoreciendo las actividades de hecho contrarrevolucionarias
contra la URSS, que es la única fuerza internacional que
realmente puede salvar nuestra situación contra los
reaccionarios del mundo entero?”. “En estas condiciones se
produjo la puñalada por la espalda más artera que por su
magnitud se haya producido en país alguno contra un pueblo que
ha tomado las armas para defender unas instituciones
democráticas y empujar a su país hacia una etapa superior de
progreso social. El POUM, el partido trotskista de España, que
respondía a la dirección internacional de la IV Internacional,
con cuartel general en México, precisamente en casa de Trotski,
donde se celebraban congresos internacionales y todo, produjo
una sublevación en la extrema retaguardia del Ejército
Republicano, en Cataluña, y exactamente en Barcelona, es decir a
pocos kilómetros de la frontera francesa... La sublevación
trotskista produjo cerca de 5.000 muertos (los multiplicó por
diez), solamente en Barcelona y distrajo más de 30.000 hombres
del frente para reprimirla”. Esta tendencia de exagerar es
propia de los calumniadores para justificar las represalias. Y
ahora viene la retorcida estupidez para justificar su intento de
asesinato de Trotski. “En consecuencia, para nosotros ya no se
trataba sólo de nuestra ‘vengativa’ actitud de mexicanos
excombatientes en las filas del ejército republicano español (el
comando que asaltó a tiros la casa de Trotski estaba compuesto
por excombatientes mexicanos en la guerra civil española) contra
el trotskismo por el caso de la artera actitud del POUM en el
caso de la sublevación de Barcelona, sino de la necesidad de
impedir que el cuartel general de Trotski siguiera llevando a
cabo su misión ofensiva, de supuesto origen marxista, esto es,
proletario, contra la URSS...”.
Múltiples fueron las calumnias, falsedades y tergiversaciones de
los estalinistas y sus compañeros de ruta: Koltsov, Regler,
Ehrenburg, Soria, etc. entre los extranjeros y la de los
españoles, no sólo de los dirigentes del PCE sino de los
escritores a sueldo, como por ejemplo José Bergamín, que
escribió un ya famoso prólogo a un libelo vergonzoso
confeccionado por la NKVD, firmado por un inexistente Max Rieger.
He aquí un extracto: “La organización trotskista española del
POUM se reveló por la traición de mayo de 1937 como una
eficacísima instrumentación fascista dentro del territorio
republicano... La guerra española dio al trotskismo
internacional al servicio de Franco su verdadera figura
visible de caballo de Troya”. Abarcaría mucho espacio el
reseñar el proceso contra el POUM que se quiso montar al estilo
de los de Moscú, por dejación y cobardía del gobierno y demás
organizaciones antifascistas. No es de extrañar que a pesar de
que han pasado tantos años aún se intenta silenciar los crímenes
del estalinismo en la España republicana por el complejo de
culpa, de complicidad, o la no protesta de los mismos ante la
cantinela chantajista de la ayuda soviética. ¡Si al menos
hubiera servido para ganar la guerra! Afortunadamente aún había
varios dirigentes socialistas y cenetistas, que ya no estaban en
el gobierno, y que declararon en favor de los acusados salvando
así las vidas de los miembros del Comité Ejecutivo del POUM de
la burda acusación de espías y alta traición. Pero lo que salvó
verdaderamente a los miembros del POUM del fusilamiento fue la
actitud de un hombre enfermizo que resistió increíblemente el
tormento refinado de la tortura física y psíquica hasta morir
por negarse a “confesar” los crímenes que no había cometido.
Tenía razón Antonov Ovseenko cuando dijo que “España no es
Rusia, Stalin estaba equivocado”. Aquí no había,
por otra parte, motivo para declararse traidor y
contrarrevolucionario para “salvar, para que viva la
revolución”. Lo que salvó Andrés Nin, con su sacrificio fue la
vida de sus compañeros como escribió Largo Caballero en sus
“Memorias”, y, sobre todo, la honestidad de las ideas del
POUM.
Fernando Claudín,
(*)
dirigente de las juventudes comunistas desde antes del 19 de
Julio de 1936 y posteriormente del PCE hasta que fue expulsado
en 1964 por su compadre Santiago Carrillo, publicó en “La
crisis del movimiento comunista”, editado en 1970, las
siguientes líneas de autoinculpación:
«Agregamos, por nuestra parte, que la represión contra el
POUM, y en particular el odioso asesinato de Andrés Nin, es
la página más negra en la historia del PCE, que se hizo
cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de
Stalin. Los comunistas españoles estábamos, sin duda,
alineados –como todos los comunistas del mundo en esa época
y durante muchos años después– por las mentiras monstruosas
fabricadas en Moscú. Pero eso no salva nuestra
responsabilidad histórica. Han pasado catorce años desde el
XX Congreso y el PCE no ha hecho aún su autocrítica, ni ha
prestado su colaboración al esclarecimiento de los hechos.
Suponiendo –cosa bastante probable a nuestro conocimiento–
que los actuales dirigentes del PCE no puedan aportar gran
cosa a lo que ya es sabido, si podrían exigir del PCUS que
revelara los datos que sólo él posee. El caso de Nin
pertenece a la historia de España, no sólo a la de la URSS».
(*) [N. del A.]
Fernando Claudín.
Nació en Madrid en 1915. Estudiante de arquitectura durante la
II República, se afilió en 1933 a las Juventudes Comunistas.
Intervino activamente en el proceso de unificación entre éstas y
las Juventudes Socialistas, que dio lugar el 1 de abril de 1936
a la formación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU).
Militante del PCE a partir de la Guerra Civil, se exilió tras la
derrota en 1939 en México. Allí formaría parte del Secretariado
del PCE junto a Santiago Carrillo, Joan Comorera, Pedro Checa y
Antonio Mije, bajo la dirección de Vicente Uribe. En noviembre
de 1947, fue junto a Uribe, responsable del proceso de
depuración interna del Partido. En 1954 mantiene junto a
Carrillo una pugna por la dirección ante Dolores Ibárruri y
Uribe, participando en lo que se perfilará como la nueva
política de reconciliación nacional propugnada
posteriormente por el PCE. En febrero de 1956 asiste al XX
Congreso del PCUS en el cual se aprueba la nueva línea de
desestalinización en la Unión Soviética propugnada por Nikita
Kruschef. En abril y mayo de 1956 se celebra un pleno del Buró
Político del PCE, en el cual se resuelven las diferencias
anteriores. Dolores Ibárruri La Pasionaria reorienta su
posición y pacta con los jóvenes, destituyendo a Vicente
Uribe y ascendiendo a Carrillo a la máxima dirección del
Partido, situándose tras él Claudín. Tras el VI Congreso del
PCE, celebrado en 1960, Claudín es elegido miembro del Comité
Central y de sus órganos de dirección: el Comité Ejecutivo y el
Secretariado. Éste último pasa a estar formado por Carrillo como
secretario general, Claudín, Ignacio Gallego, Antonio Mije y
Eduardo García. A partir de entonces comienzan a surgir
divergencias políticas entre Claudín y Carrillo acerca de la
situación de España y las tareas del PCE de cara a la caída del
régimen franquista. En marzo de 1964 Claudín expone ante el
Comité Ejecutivo sus posturas. Mientras Carrillo y la dirección
mantienen que la tarea pendiente de cara a la derrota del
franquismo es una revolución democrática o ruptura
en la que el PCE tenga un papel dirigente, el sector de Claudín
plantea que existe una nueva realidad socioeconómica en el país,
debiéndose tender a buscar apoyos en nuevos sectores opositores
como los intelectuales o los estudiantes forjando una amplia
plataforma de la oposición. En noviembre de 1964 es expulsado
del Partido junto al también dirigente Federico Sánchez
(Jorge Semprún). A la muerte del Generalísimo Franco y el inicio
de la Transición, Claudín regresó a España, ingresando en el
PSOE, que le designó como director de la Fundación Pablo
Iglesias. También fue colaborador del diario El País. En
1983 publicó una obra sobre Santiago Carrillo titulada
“Crónica de un secretario general” en la que dice
textualmente: «Carrillo afirma no haber sabido nada entonces
(en 1937) del asesinato de Nin, creyendo –como todos los
comunistas creímos– la rocambolesca historia de que había sido
‘liberado’ por un comando de nazis alemanes disfrazados de
voluntarios de las Brigadas Internacionales, con lo que quedaba
‘probada’ su condición de ‘agentes fascista’». Y Claudín se
pregunta: “¿por qué la dirección del PCE, después de
independizarse del PCUS y de tomar conciencia de los métodos que
utilizaba contra sus adversarios políticos, no reclamó a Moscú
el esclarecimiento de un episodio que ensombrece tan gravemente
su propia historia? ¿Por qué no se ha hecho la debida
autocrítica y establecido rigurosamente las responsabilidades en
que incurrieron algunos de sus dirigentes?”. Preguntas inocentes
impropias de un militante de su experiencia que vivió los peores
años del estalinismo desde dentro, ocupando cargos directivos.
Fernando Claudín murió en Madrid en mayo de 1990.
La mayoría de dirigentes de los partidos del Frente Popular,
incluidos los de la CNT, salvo excepciones, optaron por callar,
en aras de la sacrosanta frase: “los rusos nos
proporcionan las armas”, olvidándose añadir “las
indispensables para resistir pero no para ganar la
guerra”. El 3 de octubre de 1986, el general Goiko Nikolis,
yugoslavo, que luchó en España y después con Tito contra los
nazis, manifestó a un periodista de “El País”:
“Ya es hora de empezar a buscarles explicaciones más válidas a
la derrota que sufrimos. La superioridad de Franco no basta. Hay
que estudiar el cometido de Stalin en la derrota republicana.
Creo que éste, como en el caso de Yugoslavia más tarde, deseaba
una España a la medida de sus designios”.
A fin de cuentas, con la sangrienta represión contra el POUM,
los estalinistas les eliminaban un molesto adversario político,
el cual, en aquellos momentos de auge revolucionario, constituía
potencialmente un peligro evidente.
ARRIBA
En el artículo titulado “Memoria
histórica y Andrés Nin”, el profesor emérito de la
Universidad de Wisconsin (EE.UU.) Stanley G. Payne, pone los
puntos sobre las íes. Por su importancia e interés,
procedemos a relatar algunos de sus párrafos:
[…] Para la extrema izquierda revolucionaria española y sus
simpatizantes en varios países,
Nin ha quedado como el mítico mártir y héroe de la
revolución española y de su represión, supuestamente por
Stalin. No hay duda de que Nin puede ser considerado un
mártir de su causa, y también una especie de héroe político
en un sentido puramente subjetivo y sectario, pero el
verdadero alcance o significado de esto es bastante
diferente de la leyenda. […] El nuevo partido había
abandonado el trotskismo, pero se presentó como el único
verdadero partido comunista español, leninista y
ultra-revolucionario, opuesto al estalinismo del PCE. […] Y
Stalin se fijó en eliminarlo como el competidor más
peligroso para el comunismo ortodoxo. […] Si Nin fue mártir
y héroe de la extrema izquierda revolucionaria, no lo fue de
la democracia. El objetivo del POUM era la creación de un
sistema revolucionario totalitario inspirado por la primera
Unión Soviética de Lenin. Stalin meramente “perfeccionó” el
sistema leninista, que ya empezó como terrorista y
totalitario. Eso es lo que el POUM buscaba para España, y
durante el primer año de la guerra participó en toda clase
de actos violentos, vandálicos y asesinos. Los soviéticos
trataron a Nin más o menos del mismo modo que los poumistas
ya habían tratado a miles de españoles y pensaron tratar a
todo el país, si milagrosamente se hubieran apoderado del
gobierno de España. Esta fue la triste realidad de la Guerra
Civil, y, más allá de las criminales circunstancias de su
muerte, eso es la verdadera “memoria” que la historia nos
enseña sobre el caso y la carrera política de
Andrés Nin.
ARRIBA
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