Ante los sucesos de mayo de 1937

Comunicado del POUM después de la lucha en Barcelona

 

Por Eduardo Palomar Baró. 29/11/2010.

 

El Comité Central del POUM se reunió el 12 de mayo de 1937, inmediatamente después de la lucha en Barcelona y en varias poblaciones del interior de Cataluña, dando a conocer un comunicado, el cual se imprimió en hojas sueltas y en toda la prensa del Partido. Entresacamos los principales párrafos:

“Los  trágicos acontecimientos no pueden explicarse como un acto de locura colectiva. Acontecimientos de tal envergadura que han lanzado a la lucha a masas considerables, bañado en sangre las calles de la capital catalana, constando la vida a centenares de hombres, no se producen porque sí, sino que obedecen a causas poderosas y profundas... La actitud provocativa de la contrarrevolución determinó el estallido. Pero, ya los obreros en la calle, el partido tenía que adoptar una actitud. ¿Cuál? ¿Inhibirse del movimiento, condenarlo o solidarizarse con él? Nuestra opción no era difícil. Ni la primer ni la segunda actitud cuadraban con nuestra calidad de partido obrero y revolucionaria y, sin vacilar un momento, optamos por la tercera: prestar nuestra solidaridad activa al movimiento, aún sabiendo de antemano que no podía triunfar. Si el desencadenamiento hubiera dependido de nosotros, no habríamos dado la orden de la insurrección. El momento no era propicio para una acción decisiva. Pero los obreros revolucionarios, justamente indignados por la provocación de que habían sido víctimas, se habían lanzado al combate y nosotros no podíamos abandonarlos. Obrar de otro modo habría constituido una imperdonable traición. La lucha armada se desarrolló de tal forma, fueron tales el ímpetu de los obreros revolucionarios y la importancia de las posiciones estratégicas alcanzadas, que se hubiera podido conquistar el poder. Pero nuestro partido, fuerza minoritaria en el movimiento obrero, no podía tomar sobre sí la responsabilidad de lanzar esta consigna, con tanto mayor motivo cuanto que la actitud de los dirigentes de la CNT y de la FAI, que desde las emisoras barcelonesas invitaban de un modo apremiante a los obreros a abandonar la lucha, creaban la confusión y el desconcierto entre los combatientes. En estas circunstancias, invitar a los trabajadores a tomar el poder era lanzarlos fatalmente a un putch que hubiera sido de consecuencias fatales para el proletariado”.

Entrevistas, contactos y relaciones de los poumistas con otras fuerzas para acabar con los estalinistas y encabezar la revolución

César M. Lorenzo, en su obra “Los anarquistas españoles y el poder” puntualiza que “durante la noche del 3 de mayo, dirigentes del POUM (Andrés Nin, Julián Gorkin y Pedro Bonet) se entrevistaron con los responsables libertarios (Alfredo Martínez y Valerio Mas, entre otros) y les propusieron formar un organismo común para dirigir la lucha, aplastar a los estalinistas, presionar al gobierno y, en último extremo, tomar el poder; pero tropezaron con una negativa”.

Juan Andrade, del Comité Ejecutivo del POUM, protagonista también de aquellos sucesos, años después, en “Notas sobre la guerra civil”, escribía:

“...Era tal el desconcierto, la confusión y también la irresponsabilidad anarquista, que recuerdo muy bien que cuando yo tenia oportunidad de salir a la calle (nuestro Comité Ejecutivo estuvo reunido en sesión permanente mientras duraron los sucesos), se acercaban a mi mí y me abordaban numerosos camaradas extranjeros, incluso los trotskistas (pues en Barcelona misma los hechos no se veían igual que en París o México), para decirme aproximadamente: “Pero esto no tiene pies ni cabeza. Hay que acabar con esta situación, buscar una salida”...Mantuvimos contactos con el Comité Nacional de la CNT, establecimos relación con “Los amigos de Durruti”, grupo del que hay que decir que no representaba nada efectivo, ya que era un núcleo de peso mínimo que no pretendía hacer más que una oposición en el seno de la FAI...Hago esta aclaración porque después se ha pretendido presentar a “Los amigos de Durruti” como una organización poderosamente representativa, expresión de la conciencia revolucionaria de la CNT...Fui encargado por el Comité Ejecutivo, durante los sucesos de Mayo, de entablar relaciones con el Comité Regional de la FAI, que tenia su local en el Seminario de Barcelona...Mis primeras gestiones allí estuvieron orientadas a lograr la constitución de un Frente Revolucionario que dirigiera la lucha y que formulara y orientara la finalidad de la misma...Para ellos no era preciso establecer ningún frente unido y su fuerza bastaba, aunque no se deducía realmente para qué, puesto que los propios combatientes suyos no recibían más órdenes que las de mantenerse en sus posiciones, pero sin consignas definidas...La última visita que hice fue para formular una proposición concreta nuestra, de índole militar...Casi toda la ciudad, a excepción de un centro en torno a la Generalidad, estaba en poder de las fuerzas combatientes de la CNT y el POUM. Se trataba pues de organizar un avance metódico, dirigido por especialistas militares, hacia el centro de la ciudad para tomar la Generalidad. La operación no habría sido costosa, dado sobre todo que los elementos que defendían ese casco de la ciudad no poseían muy elevada moral frente a la combatividad de los trabajadores revolucionarios...Juzgaron esto imposible sin ofrecer ninguna otra solución. Abandoné el local faísta convencido una vez más de que el confusionismo anarquista culmina siempre en las mayores catástrofes políticas...Cuando se simplifican o esquematizan situaciones políticas muy complejas, para idealizarlas y deducir conclusiones falsas favorables a una tesis, se defiende, se hace demagogia fácil, pero no se sirve a la verdad y se elude toda responsabilidad efectiva. Reducir el problema, la situación tan fluida de aquel momento en que la clase trabajadora de Barcelona se habla lanzado a combatir en la calle para ultimar la revolución, y decir que el POUM, como dijeron Trotski y los trotskistas, haciendo el juego a los dirigentes anarquistas, dio la orden de abandonar la lucha, arregla bien los argumentos de los que, por encima de todo, tratan de desacreditar a nuestro partido y de presentar cada una de sus actividades únicamente como una pura traición, pero no responde a la más mínima verdad.”

La represión contra el POUM

Según opinión y versión de los dignatarios del Partido Obrero de Unificación Marxista, la calumnia, la injuria, la falsedad, la mentira, la difamación, la persecución, de sus militantes, la prisión, la tortura y el asesinato de sus militantes no ha sido un privilegio único del POUM. Para no remontarnos a un pasado lejano, sólo citaremos a Jaurés, Matteoti, Karl Liebknech, Rosa Luxemburgo, Salvador Seguí, victimas simbólicas de la lucha de clases que se desarrolla, en las épocas de crisis revolucionarias, a través de pugnas encarnizadas, de vida o muerte. La Liga Espartaquista alemana, con la cual el POUM tiene cierta afinidad de destino, sufrió la calumnia, la persecución y el asesinato de la contrarrevolución en la cual jugó un papel preponderante la socialdemocracia. El partido de Lenin también tuvo que pasar por esta prueba de fuego de la difamación y la calumnia. “Cuánta vileza hace falta –escribía Lenin en aquellos días– para confundir la lucha razonada e inteligente con la difusión de calumnias”, palabras que parecen destinadas a los estalinistas. La revista francesa “Mai 1936” publicó un texto de 1919 que se divulgó por toda la gran prensa contra los bolcheviques. Se leían cosas como éstas: “El Comité de Información Pública publica un determinado número de cartas que han sido cambiadas entre el gobierno imperial alemán y el gobierno ruso de los bolcheviques... Estos documentos establecen que los jefes actuales del gobierno bolchevique, Lenin y Trotski, y demás consortes, son agentes alemanes; que la revolución bolchevique ha sido preparada por el Estado Mayor Alemán y sostenida económicamente por la Banca del Imperio –Reichsbank– y por las entidades financiera alemanas... Existen alrededor de 70 documentos. Se posee el original de muchos de ellos, con notas marginales procedentes de funcionarios bolcheviques...”. La calumnia política carece de imaginación, se repite, se copia e incluso es aburrida por su monótona letanía. Dos meses antes de los Hechos de Mayo José Díaz, en un pleno del Comité Central del PCE celebrado del 5 al 8 de marzo de 1937 expresó: “¿Quiénes son los enemigos del pueblo? Los enemigos del pueblo son los fascistas, los trotskistas y los incontrolados (nombrando indirectamente a los anarquistas)... Nuestro enemigo principal es el fascismo pero nuestro odio va también dirigido, con la misma fuerza concentrada, contra los agentes del fascismo, que como los poumistas, trotskistas disfrazados, se esconden detrás de consignas pretendidamente revolucionarias para cumplir mejor su misión de agentes de nuestros enemigos emboscados en nuestra propia retaguardia... Deben ser eliminados de la vida política, no solamente en España, sino en todo el mundo civilizado”. En enero de 1937, con motivo de uno de los procesos de Moscú, ‘Frente Rojo’, órgano estalinista,  publicó: «La Batalla, órgano de la banda de contrarrevolucionarios y provocadores que dirigen el POUM, se ha presentado al fin a cuerpo descubierto. Le ha dado motivo para arrojar su disfraz el proceso que acaba de iniciarse en Moscú contra la segunda partida de terroristas, espías y asesinos trotskistas, cómplices de la Gestapo y dirigidos, como el POUM, por el propio Trotski».

Tanto el POUM como los trotskistas hacían esfuerzo para diferenciarse políticamente entre sí por cuestiones de táctica que consideraban de suma importancia pero los estalinistas insistían en meterlos en el mismo saco.

David Alfaro Siqueiros, el pintor muralista mexicano, que participó en la guerra civil, como teniente-coronel, según él, en un libro de memorias que tituló “Me llamaban el Coronelazo”, describe el motivo que le incitó a atentar contra Trostki en Coyoacán, que resultó fallido, el 24 de mayo de 1940. Según él se encontraba confuso y desorientado, no sabiendo qué contestar a las preguntas que le formulaban: “Por aquí un jefe de brigada, por allá un comisario, de división, de cuerpo de ejército, por otro lado un oficial, jefe de compañía e incluso soldados aislados. ¿Cómo se explica que el general Lázaro Cárdenas, ese amigo de la República Española, ese gran hombre de México, haya podido dar refugio a Trotski y esté favoreciendo las actividades de hecho contrarrevolucionarias contra la URSS, que es la única fuerza internacional que realmente puede salvar nuestra situación contra los reaccionarios del mundo entero?”. “En estas condiciones se produjo la puñalada por la espalda más artera que por su magnitud se haya producido en país alguno contra un pueblo que ha tomado las armas para defender unas instituciones democráticas y empujar a su país hacia una etapa superior de progreso social. El POUM, el partido trotskista de España, que respondía a la dirección internacional de la IV Internacional, con cuartel general en México, precisamente en casa de Trotski, donde se celebraban congresos internacionales y todo, produjo una sublevación en la extrema retaguardia del Ejército Republicano, en Cataluña, y exactamente en Barcelona, es decir a pocos kilómetros de la frontera francesa... La sublevación trotskista produjo cerca de 5.000 muertos (los multiplicó por diez), solamente en Barcelona y distrajo más de 30.000 hombres del frente para reprimirla”. Esta tendencia de exagerar es propia de los calumniadores para justificar las represalias. Y ahora viene la retorcida estupidez para justificar su intento de asesinato de Trotski. “En consecuencia, para nosotros ya no se trataba sólo de nuestra ‘vengativa’ actitud de mexicanos excombatientes en las filas del ejército republicano español (el comando que asaltó a tiros la casa de Trotski estaba compuesto por excombatientes mexicanos en la guerra civil española) contra el trotskismo por el caso de la artera actitud del POUM en el caso de la sublevación de Barcelona, sino de la necesidad de impedir que el cuartel general de Trotski siguiera llevando a cabo su misión ofensiva, de supuesto origen marxista, esto es, proletario, contra la URSS...”.

Múltiples fueron las calumnias, falsedades y tergiversaciones de los estalinistas y sus compañeros de ruta: Koltsov, Regler, Ehrenburg, Soria, etc. entre los extranjeros y la de los españoles, no sólo de los dirigentes del PCE sino de los escritores a sueldo, como por ejemplo José Bergamín, que escribió un ya famoso prólogo a un libelo vergonzoso confeccionado por la NKVD, firmado por un inexistente Max Rieger. He aquí un extracto: “La organización trotskista española del POUM se reveló por la traición de mayo de 1937 como una eficacísima instrumentación fascista dentro del territorio republicano... La guerra española dio al trotskismo internacional al servicio de Franco su verdadera figura visible de caballo de Troya”. Abarcaría mucho espacio el reseñar el proceso contra el POUM que se quiso montar al estilo de los de Moscú, por dejación y cobardía del gobierno y demás organizaciones antifascistas. No es de extrañar que a pesar de que han pasado tantos años aún se intenta silenciar los crímenes del estalinismo en la España republicana por el complejo de culpa, de complicidad, o la no protesta de los mismos ante la cantinela chantajista de la ayuda soviética. ¡Si al menos hubiera servido para ganar la guerra! Afortunadamente aún había varios dirigentes socialistas y cenetistas, que ya no estaban en el gobierno, y que declararon en favor de los acusados salvando así las vidas de los miembros del Comité Ejecutivo del POUM de la burda acusación de espías y alta traición. Pero lo que salvó verdaderamente a los miembros del POUM del fusilamiento fue la actitud de un hombre enfermizo que resistió increíblemente el tormento refinado de la tortura física y psíquica hasta morir por negarse a “confesar” los crímenes que no había cometido. Tenía razón Antonov Ovseenko cuando dijo que “España no es Rusia, Stalin estaba equivocado. Aquí no había, por otra parte, motivo para declararse traidor y contrarrevolucionario para “salvar, para que viva la revolución”. Lo que salvó Andrés Nin, con su sacrificio fue la vida de sus compañeros como escribió Largo Caballero en sus “Memorias”, y, sobre todo, la honestidad de las ideas del POUM.

Fernando Claudín, (*) dirigente de las juventudes comunistas desde antes del 19 de Julio de 1936 y posteriormente del PCE hasta que fue expulsado en 1964 por su compadre Santiago Carrillo, publicó en “La crisis del movimiento comunista”, editado en 1970, las siguientes líneas de autoinculpación:

«Agregamos, por nuestra parte, que la represión contra el POUM, y en particular el odioso asesinato de Andrés Nin, es la página más negra en la historia del PCE, que se hizo cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de Stalin. Los comunistas españoles estábamos, sin duda, alineados –como todos los comunistas del mundo en esa época y durante muchos años después– por las mentiras monstruosas fabricadas en Moscú. Pero eso no salva nuestra responsabilidad histórica. Han pasado catorce años desde el XX Congreso y el PCE no ha hecho aún su autocrítica, ni ha prestado su colaboración al esclarecimiento de los hechos. Suponiendo –cosa bastante probable a nuestro conocimiento– que los actuales dirigentes del PCE no puedan aportar gran cosa a lo que ya es sabido, si podrían exigir del PCUS que revelara los datos que sólo él posee. El caso de Nin pertenece a la historia de España, no sólo a la de la URSS».

(*) [N. del A.] Fernando Claudín. Nació en Madrid en 1915. Estudiante de arquitectura durante la II República, se afilió en 1933 a las Juventudes Comunistas. Intervino activamente en el proceso de unificación entre éstas y las Juventudes Socialistas, que dio lugar el 1 de abril de 1936 a la formación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Militante del PCE a partir de la Guerra Civil, se exilió tras la derrota en 1939 en México. Allí formaría parte del Secretariado del PCE junto a Santiago Carrillo, Joan Comorera, Pedro Checa y Antonio Mije, bajo la dirección de Vicente Uribe. En noviembre de 1947, fue junto a Uribe, responsable del proceso de depuración interna del Partido. En 1954 mantiene junto a Carrillo una pugna por la dirección ante Dolores Ibárruri y Uribe, participando en lo que se perfilará como la nueva política de reconciliación nacional propugnada posteriormente por el PCE. En febrero de 1956 asiste al XX Congreso del PCUS en el cual se aprueba la nueva línea de desestalinización en la Unión Soviética propugnada por Nikita Kruschef. En abril y mayo de 1956 se celebra un pleno del Buró Político del PCE, en el cual se resuelven las diferencias anteriores. Dolores Ibárruri La Pasionaria reorienta su posición y pacta con los jóvenes, destituyendo a Vicente Uribe y ascendiendo a Carrillo a la máxima dirección del Partido, situándose tras él Claudín. Tras el VI Congreso del PCE, celebrado en 1960, Claudín es elegido miembro del Comité Central y de sus órganos de dirección: el Comité Ejecutivo y el Secretariado. Éste último pasa a estar formado por Carrillo como secretario general, Claudín, Ignacio Gallego, Antonio Mije y Eduardo García. A partir de entonces comienzan a surgir divergencias políticas entre Claudín y Carrillo acerca de la situación de España y las tareas del PCE de cara a la caída del régimen franquista. En marzo de 1964 Claudín expone ante el Comité Ejecutivo sus posturas. Mientras Carrillo y la dirección mantienen que la tarea pendiente de cara a la derrota del franquismo es una revolución democrática o  ruptura en la que el PCE tenga un papel dirigente, el sector de Claudín plantea que existe una nueva realidad socioeconómica en el país, debiéndose tender a buscar apoyos en nuevos sectores opositores como los intelectuales o los estudiantes forjando una amplia plataforma de la oposición. En noviembre de 1964 es expulsado del Partido junto al también dirigente Federico Sánchez (Jorge Semprún). A la muerte del Generalísimo Franco y el inicio de la Transición, Claudín regresó a España, ingresando en el PSOE, que le designó como director de la Fundación Pablo Iglesias. También fue colaborador del diario El País. En 1983 publicó una obra sobre Santiago Carrillo titulada “Crónica de un secretario general” en la que dice textualmente: «Carrillo afirma no haber sabido nada entonces (en 1937) del asesinato de Nin, creyendo –como todos los comunistas creímos– la rocambolesca historia de que había sido ‘liberado’ por un comando de nazis alemanes disfrazados de voluntarios de las Brigadas Internacionales, con lo que quedaba ‘probada’ su condición de ‘agentes fascista’». Y Claudín se pregunta: “¿por qué la dirección del PCE, después de independizarse del PCUS y de tomar conciencia de los métodos que utilizaba contra sus adversarios políticos, no reclamó a Moscú el esclarecimiento de un episodio que ensombrece tan gravemente su propia historia? ¿Por qué no se ha hecho la debida autocrítica y establecido rigurosamente las responsabilidades en que incurrieron algunos de sus dirigentes?”. Preguntas inocentes impropias de un militante de su experiencia que vivió los peores años del estalinismo desde dentro, ocupando cargos directivos. Fernando Claudín murió en Madrid en mayo de 1990.

La mayoría de dirigentes de los partidos del Frente Popular, incluidos los de la CNT, salvo excepciones, optaron por callar, en aras de la sacrosanta frase: “los rusos nos proporcionan las armas”, olvidándose añadir “las indispensables para resistir pero no para ganar la guerra”. El 3 de octubre de 1986, el general Goiko Nikolis, yugoslavo, que luchó en España y después con Tito contra los nazis, manifestó a un periodista de “El País”: “Ya es hora de empezar a buscarles explicaciones más válidas a la derrota que sufrimos. La superioridad de Franco no basta. Hay que estudiar el cometido de Stalin en la derrota republicana. Creo que éste, como en el caso de Yugoslavia más tarde, deseaba una España a la medida de sus designios”.

A fin de cuentas, con la sangrienta represión contra el POUM, los estalinistas les eliminaban un molesto adversario político, el cual, en aquellos momentos de auge revolucionario, constituía potencialmente un peligro evidente.

Magnífico artículo de Stanley G. Payne en “ABC” del 23 de marzo de 2008

En el artículo titulado “Memoria histórica y Andrés Nin”, el profesor emérito de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.) Stanley G. Payne, pone los puntos sobre las íes. Por su importancia e interés, procedemos a relatar algunos de sus párrafos:

[…] Para la extrema izquierda revolucionaria española y sus simpatizantes en varios países, Nin ha quedado como el mítico mártir y héroe de la revolución española y de su represión, supuestamente por Stalin. No hay duda de que Nin puede ser considerado un mártir de su causa, y también una especie de héroe político en un sentido puramente subjetivo y sectario, pero el verdadero alcance o significado de esto es bastante diferente de la leyenda. […] El nuevo partido había abandonado el trotskismo, pero se presentó como el único verdadero partido comunista español, leninista y ultra-revolucionario, opuesto al estalinismo del PCE. […] Y Stalin se fijó en eliminarlo como el competidor más peligroso para el comunismo ortodoxo. […] Si Nin fue mártir y héroe de la extrema izquierda revolucionaria, no lo fue de la democracia. El objetivo del POUM era la creación de un sistema revolucionario totalitario inspirado por la primera Unión Soviética de Lenin. Stalin meramente “perfeccionó” el sistema leninista, que ya empezó como terrorista y totalitario. Eso es lo que el POUM buscaba para España, y durante el primer año de la guerra participó en toda clase de actos violentos, vandálicos y asesinos. Los soviéticos trataron a Nin más o menos del mismo modo que los poumistas ya habían tratado a miles de españoles y pensaron tratar a todo el país, si milagrosamente se hubieran apoderado del gobierno de España. Esta fue la triste realidad de la Guerra Civil, y, más allá de las criminales circunstancias de su muerte, eso es la verdadera “memoria” que la historia nos enseña sobre el caso y la carrera política de Andrés Nin.

 

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