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Correspondencia entre don Juan y Franco.


 
Como punto final vamos a transcribir por su transcendencia, la carta que en el XXV aniversario del Alzamiento Nacional, dirigiese a Franco la misiva más comprometida de su vida, ya que en ella se adhería al Alzamiento y a las Leyes Fundamentales, entre ellas la de Sucesión que había descalificado en el año 1947

10 de julio de 1961.

A S.E. el Generalísimo don Francisco Franco, Jefe del Estado. Madrid

Mi querido General:

Por el mandato providencial de la Historia y de la sangre que recibí del Rey mi padre, nada español me puede ser ajeno. Y menos que nada este aniversario de una fecha que porque significa tanto para la vida de la patria tanto significa para mi corazón.

Como un español más quise participar personalmente en el Glorioso Alzamiento y sólo cuando V.E. me recordó las responsabilidades que Dios podía reservarme en el servicio de España, tuve que renunciar a lo que entonces constituía mi más entrañable aspiración.

Al cumplirse el primer cuarto de siglo del 18 de julio de 1936, esta soledad y alejamiento en que vivo se me llena de entrañables recuerdos; el Rey mi padre, desterrado ya y gravemente enfermo en un despacho de Roma, colocando ilusionadamente banderas rojas y amarillas sobre el mapa, al compás del avance de las tropas conducidas por V.E.; sus gestiones con Víctor Manuel de Italia en colaboración entusiasta, aunque lejana y melancólica, en una empresa nacional en la que se sentía un soldado más.

Algo más, sin embargo, me obliga a dirigirme a V.E. –que como Generalísimo de los Ejércitos que lograron la Victoria asumió y sigue desempeñando la Jefatura del Estado con poderes que le permiten influir decisivamente en el porvenir- este mensaje que desearía llegara también a todos los españoles, erróneamente informados con demasiada frecuencia, sobre la Causa que represento.

Cumpliendo con las obligaciones derivadas de las responsabilidades que V.E. previó podían recaer sobre mí, tengo que proclamar la vinculación de la monarquía con el Alzamiento del 18 de julio de 1936. Sin él nuestra institución secular, como tantos valores fundamentales de nuestra Historia y de nuestra vida como pueblo, difícilmente hubiera podido salvarse. Pero a su vez, sin la monarquía, el heroico y colosal esfuerzo que se inició entonces no hubiera encontrado fórmula política adecuada en que desembocar.

Por eso el Alzamiento del 18 de julio, desbordando por su empuje popular irresistible los estrechos planteamientos iniciales, se declaró enseguida contra la República y, al profundizar afanosamente en nuestro ser, en nuestro genio, en nuestra vida, encontró, como no podía menos, la monarquía Tradicional, creación de nuestro pueblo, compendio de sus instituciones públicas y garantía de su personalidad y de sus libertades.

En el único dilema posible –Monarquía o República-, el 18 de julio se pronunció contra ésta y por la monarquía. Aparte nuestra inquietud de españoles, ninguna impaciencia sentimos por su advenimiento. Pero si ha de producir sus frutos, necesario es que se instaure real y verdaderamente.

A su vez la monarquía puede ofrecer al Alzamiento unas garantías de permanencia, de amplitud nacional (nada más ajeno a su carácter que esa caricatura demagógica que la presenta como régimen de señoritos y palaciegos), de autenticidad y de respeto entre los demás pueblos que en vano se buscarán en otras partes.

Dentro de las fuerzas que más destacadamente concurrieron al Alzamiento, están los tradicionalistas cuyos principios hice míos el 20 de diciembre de 1957 comprendiendo que a la hora de la monarquía nadie con más autoridad para proclamar que este régimen es nuestro patrimonio político más esencial como nación.

No es la reposición de un régimen pasado lo que pretendemos. Con el nombre de monarquía aspiramos a lograr una creación política que recoja las experiencias de las crisis recientes y las conclusiones del pensamiento más actual.

Tengo clara conciencia de que el ambiente nacional difuso que prevé como una realidad ineludible la implantación de la monarquía surgida de la natural evolución del régimen que V.E. encarna, se debe principalmente al hecho de haber sido elevada la idea monárquica a su actual nivel de principio y ley fundamental de la patria.

El sistema político de constitución abierta que hoy rige y que será heredado por el régimen futuro, me permite afirmar, sin hacer violencia alguna a mi pensamiento, mi adhesión a los Principios y Leyes Fundamentales del Movimiento que, además de estar implícitos en la doctrina tradicional española, llevan en sí prevista la flexibilidad necesaria frente a todas las exigencias de la evolución y de la vida.

Yo tengo absoluta confianza en la lealtad y sinceridad de cuanto manifestó V.E. reservadamente en su entrevista última con José María Pemán. Comprendo también las exigencias de una táctica política para hacer frente a las necesidades del momento.

Pero al iniciarse este período de estructuración definitiva del Estado que V.E. acaba de anunciar, echo de menos y con toda franqueza se lo manifiesto a V.E. un más íntimo y personal contacto entre los dos para considerar los remedios posibles a los previsibles problemas que el futuro, más o menos inmediato, ha de presentar a España en el ambiente grave e incierto porque atraviesa el mundo.

Pido a Dios que ilumine a V.E. para que logre vencer las dificultades que hoy puedan presentarse y sobre todo para que queden trazadas firmemente las rutas de un futuro que permita la grandeza y la prosperidad de la patria. 

Reciba un cordial abrazo de su affmo. 10 de julio de 1961.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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