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Declaraciones a la Prensa.


 
Declaraciones para la Revista «Nuevo Mundo» por el periodista Juan Ferragut.

Madrid, en enero de 1923.

«Así como Millán Astray fue el cerebro creador y el verbo entusiasta del Tercio de Extranjeros, el comandante Franco ha sido el corazón de esa falange gloriosa que en horas tristes de fracaso, cuando todo se derrumbaba, supo servir de escudo y defensa, de orgullo y estímulo de los prestigios de España.

Franco, el héroe de la campaña marroquí, está ahora en Madrid. Va para Oviedo, destinado a un regimiento de aquella guarnición. No piensa por ahora volver a África.

Como Sanjurjo, como Millán Astray, Franco deja la guerra. ¿Por qué? La guerra en Marruecos tiende a la burocracia, a la accion política, a esas componendas y pactos que una y otra vez dieron tan funestos resultados...

Y por eso y porque la mediocridad envidiosa les acorrala y les estorba, los mejores, los caudillos, los que cuando el pánico de la derrota vergonzosa cundía supieron ser fuertes, héroes y españoles, abandonan Marruecos...

Al estrechar por ver primera la mano recia y leal de Franco, él me dice:

- ¡Tenía ganas de conocer al auténtico Juan Ferragut!

- ¿Cómo? -le interrogo, extrañado-. ¿Es que hay otro?

- Sí. ¡Ya lo creo! o he conocido varios. Cuando usted escribía sus «Memorías» en Nuevo Mundo y conservaba el misterio de su pseudónimo, hubo allá en Melilla quienes se lo apropiaban ... Recuerdo de un legionario que se hacía pasar por usted, y llegó a conseguir licencias para estar en la plaza, y, a título de periodista, iba a todas partes y entraba en los teatros ... El hombre hasta se permitía dedicar novelas de usted ... Al cabo, un día le descubrimos la combinación y le mandamos a dormir en el calabozo su embriaguez literaria...

Reinos. Yo le pregunto después a Franco: 

- ¿Por qué ha dejado usted la Legión?

Duda, vacila un momento y me contesta:

- La verdad: porque allí ya no hacemos nada. No hay tiros. La guerra se ha convertido en un trabajo como otro cualquiera, sino que más fatigoso. Ahora no se hace más que vegetar...

-¿Y a usted le gusta la acción?

- Sí ... Hasta ahora por lo menos. Yo creo que el militar tiene dos épocas: una la de la guerra, y otra, la del estudio. Yo ya he hecho la primera y ahora quiero estudiar. La guerra antes era más sencilla; se resolvía con un poco de corazón. Pero hoy se ha hecho más complicada; es, quizá, la ciencia más difícil de todas ...

Treinta años tiene Franco y parece aún un niño. Su rostro moreno, sus ojos negros y brillantes, su pelo rizo, cierta cortedad de gesto y de palabra y la sonrisa pronta y franca, le infantilizan. Ante el elogio, Franco se ruboriza como una muchacha por un piropo.

- ¡Pero si yo no he hecho nada! -exclama como asombrado-. Los peligros son menores de lo que cree la gente. Todo se reduce a aguantar un poco ...

- ¿Cuál ha sido el día que más emoción le ha causado en esta campaña?

Duda un poco, como eligiendo en sus recuerdos, y me dice:

- Ha habido varios momentos difíciles... Yo recuerdo siempre el día de Casabona, tal vez el más duro de esta guerra ... Aquel día fue el que vimos lo que era la Legión ... Los moros apretaron de firme, y llegamos a combatir a veinte pasos. Íbamos una compañía y media y nos hicieron cien bajas ... Caían a puñados los hombres, casi todos heridos en la cabeza y en el vientre y ni un solo momento flaqueó la fuerza ... Los mismos heridos, arrastrándose ensangrentados, gritaban: «¡Viva la Legión!...» Viéndoles tan hombres, tan bravos, yo sentía que la emoción me ahogaba ... Ese ha sido el mejor para mí de esta guerra.

- ¿Y el peor?

- El de mi despedida, cuando he abrazado a los legionarios antes de embarcar ...

Franco no lleva puesta más condecoración que la Medalla Militar, cercada de brillantes, regalo de los hombres que con él se han jugado la vida ...

- ¿Usted -le interrogo- ha sentido el miedo?

Se sonríe con una expresión de pueril extrañeza, como si le hablara de un mundo desconocido. Y, tímidamente, vacilando, contesta:

- No sé ... El valor y el miedo no se sabe lo que son ... En el militar, todo eso se resume en otra cosa: concepto del deber, patriotismo...

Yo insisto, preguntándole al hombre que no sabe lo que es el miedo, al héroe que dice no saber lo que es el valor.

- ¿Y ha pensado en que podían matarle?

- Sí -afirma seguro-. Yo, como todos los que fuimos a Melilla, estaba convencido de que nos quedábamos allí. La guerra se presentaba larga y dura, y, además, en Marruecos, tal vez por contagio de los moros, todos nos hacemos un poco fatalistas ...

No es posible hacer hablar a Franco de sus acciones de guerra. Su modestía no tiene nada que ver con esos pudores hipócritas del vanidoso que busca mayor insistencia en el halago. Para él, la guerra ha sido un deber que se cumple alegremente, un juego gallardo y fácil en que sólo se arriesga el corazón ... Y, sin embargo, su corazón tenía raíces aquí en España: una madre que reza, una novia que espera ...

- ¿Está usted enamorado, Franco?

- ¡Hombre! ¡Calcule usted! Ahora voy a Oviedo a casarme.

Y torna a sonreír, como a sus recuerdos, a sus esperanzas ...

¡Comandante Franco! ¡Bien venido! Cuando yo escribía las «Memorias de un legionario» era usted el inspirador de muchos relatos ... Por eso he sentido una gran emoción al abrazarle hoy en que usted, como un paladín de leyenda, vuelve triunfante de la guerra y camina hacia la felicidad.

Pocos hombres como usted se la han ganado tan cumplidamente. Es usted joven y fuerte, y ha merecido bien de su Patria.»


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