"Candide",
18 de agosto de 1938.
He aquí una confusión (sus
sentimientos con respecto a Francia) que, aquí menos que
en cualquier otra parte, podría producirse, Pero, más
que en otras partes, sabemos también hasta qué abismos
la barbarie marxista puede conducir a un noble país,
Porque es precisamente el alma, el espíritu, contra el
que dirige sus ataques y el espíritu español había
sufrido ya tan profundamente sus ataques que empezaba a
desaparecer en España.
Desde hace años, venía siguiendo
las devastaciones de una empresa de descomposición mental
y moral que iba extendiéndose a todas partes, a la
escuela, al cuartel... Como militar, había tenido entre
mis manos las instrucciones dadas por el Komintern con la
finalidad de ir desorganizando sistemáticamente nuestro
Ejército... Había tenido conocimiento de los documentos
que Sé referían a la destrucción de las iglesias y de
los conventos, y poseíamos la lista de los mejores españoles
que debían ser asesinados; conocíamos el día, la fecha
de ello... ¡Ojalá
nuestro ejemplo pueda servir a Francia, y mostrar a todos
los franceses dónde están los verdaderos enemigos de la
civilización! Porque nuestro levantamiento no interesa sólo
la existencia de España. Lo he dicho creo que con razón:
Nuestra lucha rebasa las fronteras nacionales; ha tomado
la forma de una Cruzada en la cual se juega la suerte de
Europa y es a España a quien vuelve a corresponder el
honor de defender una fe, una civilización, una cultura
común a Francia y a nosotros, y que el bolchevismo
pretende destruir.
Pero Francia no quiere conocer
otro peligro que no sea el alemán, lo cual, por
otra parte, se explica. Tambi6n parece que lo que más
temen los franceses en nuestro país es precisamente la
influencia de Alemania, a causa de la ayuda que nos ha
prestado. Esta ayuda ¿cómo vamos a olvidarla? En una
hora particularmente difícil y confusa nos facilitó lo
que nos faltaba... y faltaba en absoluto. La fe en el
triunfo, sí la teníamos, pero nada más. Alemania nos
facilitó el material de que carecíamos para luchar
contra la maquinaria bélica rusa de que los rojos disponían
en abundancia. Pero todo lo hemos pagado, y lo hemos
pagado al contado. Gracias a nuestras riquezas agrícolas,
a nuestras actividades industriales, gracias al estado de
nuestras finanzas no hemos te- nido que contraer deudas
con nadie.
-
Pero, pregunto por mi parte, ¿en el orden intelectual no
hay riesgo de que el germanismo experimente un aumento de
prestigio entre los españoles?
- Única y exclusivamente en casos
de individualidades aisladas y esto por razones científicas
o técnicas antes que por afinidades espirituales.
Nuestras concepciones del mundo, nuestras tradiciones
nacionales, nuestros caracteres son demasiado diferentes
para que pueda establecerse jamás un contacto en
profundidad.
Nuestro Movimiento no corre
peligro alguno de sufrir deformaciones extranjeras.
Tampoco corre el peligro de "fascistizarse" y
aun menos de "marxificarse".
El fascismo, ya que esta es la
palabra que se emplea, el fascismo representa por
dondequiera que se manifieste, caracteres tan variados
como lo son los países y sus temperamentos nacionales.
Constituye esencialmente una reacción de defensa del
organismo, una manifestación del querer vivir, del no
querer morir, que, en ciertos momentos se apodera de todo
un pueblo.
Además, cada pueblo reacciona
también a su manera y según su concepción de la vida.
¡Nuestro levantamiento es de sentido español! ¿ Qué
puede haber de común entre nuestro. Movimiento y el
hitlerianismo que fue, ante todo, una reacción de sentido
alemán contra el estado de cosas engendrado por la
derrota y la abdicación y la desesperación que la
siguieron? La mística racista, no podría, además,
explicarse más que por la falta de unidad religiosa de
Alemania dividida entre protestantes y católicos.
Añadid para explicar las
violencias anticatólicas de los nazis, el papel que ha
desempeñado el catolicismo como partido político durante
los años de Weimar. Por su alianza con la social
democracia había terminado por aparecer como una minoría
confesional dirigida contra la nación.
Nosotros somos católicos. ¡En
España se es católico o no se es nada! Incluso entre los
rojos, aquel que re- niega de su fe sigue siendo católico,
aunque no sea más que por oposición al no católico...
porque, aquí y allá, en Burgos como en Valencia, en
Salamanca como en Barcelona, se trata del mismo pueblo, de
la misma raza. Nuestra unidad, nuestra fraternidad, la
encontramos dentro del catolicismo... Allí encontramos
también nuestra concepción del mundo y de la vida. Este
carácter católico bastaría para distinguir del
estadismo mussoliniano o del racismo hitleriano nuestra
Revolución Española que es una vuelta integral a la
verdadera España, una reconquista total. .
Pero lo que la distingue aun ,más
de la italiana y de la alemana es que, para .librar
nuestro país de los bolcheviques, hemos tenido que hacer
la guerra -¡y
qué guerra!-. Sí, para rechazar esta invasión al mismo
tiempo espiritual, política, social y militar, nos hemos
visto obligados a hacer la guerra en el suelo de la Patria
entregada de antemano al..extranjero bajo pretexto de
ideología común. Pues bien, esta necesidad trágica no
han tenido que experimentarla ni Alemania ni Italia. Los
sacrificios que antes de triunfar, los fascistas o los
nazis, sufrieron en sus filas, no ascienden, en su
totalidad a la cifra de las pérdidas que sufrimos desde
1931 hasta julio de 1936, es decir, durante el período
anterior a la sublevación nacional. ¡Y desde que empezó
la guerra han caído cerca de un millón de españoles!
También queremos nosotros que de
esta guerra cruel salga la salud de nuestro pueblo porque
es para el pueblo español para quien nosotros trabajamos.
El espíritu democrático y parlamentario se había
introducido en nuestras instituciones y la democracia que
de hecho veníamos siguiendo desde hace más de un siglo,
aquella democracia no es la verdad; no engendra más que
el error y el mal. No, este no es el camino que deben
seguir los que desean verdaderamente el bienestar 'del
pueblo y su prosperidad. ¡No conduce más que a las catástrofes!.
Nosotros crearemos la verdadera
democracia, no la que; de democracia sólo tiene el nombre
y que permite la explotación de los débiles por los
fuertes queremos reconstruir una sociedad sana, una
democracia que sea digna del hombre y le dé la
conciencia, de la dignidad de su estado. Esta reforma, la
hemos empezado ya, porque al mismo tiempo que guerreamos
para reconquistar España organizamos la paz social y
preparamos el porvenir. No me refiero a la paz cívica que
es su condición previa, porque en toda la España
reconquistada, en el Sur como en el Norte, usted ha podido
constatar -¿no es verdad?- que esto ya es un hecho
consumado. ¿Se ha dado usted cuenta de que vivimos en un
país en guerra civil?
Lo he dicho en reiteradas
ocasiones: No queremos una España dominada por un solo
grupo, sea éste el que sea, se llame capitalista o
proletario. Es preciso borrar de una vez para siempre los
prejuicios de lucha de clases. Pero, para ello, es preciso
que no haya ociosos, parásitos. y parados. La vida fácil,
superficial y vacía de no hace mucho tiempo ya no es
posible. Esta vida ya no debe existir! En nuestra España
ya no caben estas vanidades ni estos vicios. Ni el espíritu
de cautela ni el egoísmo de los ricos podrán desviarnos
del camino que nos hemos trazado. Es un camino que conduce
hacia nuevas virtudes; se llama austeridad, moral,
trabajo.
Nuestro Movimiento no es la
resurrección de leyes injustas, de privilegios abolidos
para siempre. ¡Lo que deseamos es el saneamiento material
y moral de todo el pueblo español, en un espíritu de
fraternidad humana que tiene su origen de los preceptos
del Evangelio!
España es un país privilegiado
que puede bastarse a sí mismo. Tenemos todo lo que nos
hace falta para vivir, y nuestra producción es lo
suficientemente abundante para asegurar nuestra propia
subsistencia. No tenemos necesidad de importar nada, y es
así como nuestro nivel de vida es idéntico al que había
antes de la guerra. Ignoramos los problemas que se
plantean en las naciones demasiado pobladas. En España
hay, debe haber, trabajo para todos. Se trata sólo de
distribuirlo bien; y en este respecto exigiremos también
que cada uno cumpla con su deber.
También el nuevo régimen que se
impondrá en España -que por un cierto tiempo deberá
mantener la dictadura- este nuevo orden político, habrá
de ser necesariamente totalitario. Yo lo definiría así:
un régimen autoritario de integración nacional. Porque,
después de un tal desplazamiento, una división tan
cruel, será necesario antes unificarlo de manera enérgica,
volver a crear los beneficios de la unidad. Sí, rehacer
la unidad entre los hombres de España, la unidad entre
las clases, la unidad entre las regiones, reincorporar a
todos los españoles a la Patria común, restableciendo
para todos el orden de la Patria. ¡Y que no se
equivoquen; el principio de autoridad, de orden, de
jerarquía que será preciso restablecer con toda
severidad, no los invocaremos sólo porque somos
militares! Estos principios nadie podrá eludir los. Se
imponen a quIen quiera ordenar las fuerzas complejas de
España para que puedan funcionar regularmente,
normalmente.
Mas si es indispensable reaccionar
contra los excesos del individualismo, de las
peculiaridades españolas, contra las tendencias
separatistas que nos han causado tanto mal; si es preciso
realizar la verdadera unificación de España, lo que
nosotros llamamos su "unidad de destino", los
principios en que se inspira nuestra Revolución Nacional
se basan, como ya le dije, en la noción de la
"persona humana". Para nosotros, la integridad
espiritual y la libertad! del hombre son valores
intangibles. y he aquí lo que diferencia también nuestra
doctrina de las doctrinas totalitarias que todo lo
atribuyen al Estado; es esto lo que da su carácter
propio, lo que .la especifica entre todas las demás
doctrinas. Pero es tan específicamente española por ser
precisamente tan específicamente católica. Como decía
José Antonio, y con ello expresaba el pensamiento de
todos: “No se puede respetar la libertad humana más que
considerando al hombre tal como nosotros lo consideramos,
es decir, como depositario de valores eternos como la
envoltura carnal de una alma susceptible de salvarse o de
perderse".
Pero nadie tiene el derecho de
hacer de su libertad un instrumento contra la unión, la
fuerza y la libertad de la Patria.
En el orden cultural, como en el
orden social, del que acabo de hablarle ahora mismo, el
nuevo Estado español actuará como un Estado católico,
porque debemos reconquistar también nuestro universo
espiritual cuya atracción, cuya llamada y cuyo esplendor
queremos que brillen de nuevo, para rechazar a la sombra,
de donde jamás debieron salir todas las malas costumbres
extranjeras que tan perniciosamente habían llegado a
seducir a ciertos de nuestros intelectuales. ¡Para los
intelectuales de alma y pensamiento españoles, hay aquí
una tarea magnífica! No se trata de restaurar nuestro
humanismo, de rehabilitar nuestra Historia, nuestra
ciencia, porque un pueblo puede improvisarlo todo excepto
su cultura intelectual.
Ha de poderlo (se refiere a si el
Clero está en condiciones de ayudar a la reforma de España).
Deberá permanecer menos al margen, mezclándose más en
la vida intelectual de España. La enseñanza religiosa no
debe limitarse a la infancia. Es una cultura superior, de
carácter filosófico de que tienen necesidad las
juventudes universitarias, porque a esa edad es cuando se
busca el sentido de la vida, en que a través de los
grandes sistemas, se forma una idea del universo, de la
humanidad, de su propio destino y, al mismo tiempo, de sus
deberes. La verdad de la doctrina no importa aquí menos
que la pureza del corazón.
Nuestro Movimiento no debe carecer
de doctrina porque la doctrina sola es la que puede
restituir sentido de España que había terminado por
desaparecer; en demasiadas almas. España no realizará íntegramente
su revolución más que volviendo a ser fiel. a sí misma,
más que volviendo a encontrar el orgullo de su ser, más
que haciendo de su espíritu una realidad que la permita
elevarse nuevamente por encima del resto del mundo. Nadie
debe temer que nos atribuyamos un Imperialismo agresivo,
conquistador. ¡Lo que reivindicamos es un imperialismo
esencialmente espiritual, capaz de hacer brillar las ideas
que encarnan la hispanidad! ¡Esta noción de
"hispanidad", que hoy inspira y afirma nuestra
defensa de la civilización de Occidente, es la que, mañana,
legitimará la misión imperial de España tal como acabo
de definírsela! España, que ha dado continentes inmensos
a la cristiandad, que ha dotado al género humano de
tesoros incalculables, España no sabría renunciar a esa
misión.
Como usted ve, tenemos ante
nosotros una tarea inmensa a realizar, una tarea de una
grandeza que asusta y que bastará durante largos años
para movilizar nuestros pensamientos, para absorber
nuestra acción de una manera completa. ¡Desde ahora,
tenemos todo un porvenir que construir!
Seremos también un Estado que no
tendrá otras aspiraciones que la de. vivir en paz con las
demás naciones. Con respecto a Francia nuestro interés
es que sea fuerte, porque se trata de la paz del mundo, y
nosotros tendremos necesidad de esa paz para rehacer, para
organizar lo conquistado a tanto precio.
Tengo confianza, sobre todo cuando
pienso en que con nosotros esta la juventud, que se bate
hoy con tanto heroísmo y abnegación y que no se apasiona
menos por la obra de resurgimiento nacional. Sin ella, sin
esta fuerza nueva, y el puro ímpetu que imprime a todo,
¿qué podríamos nosotros? ¡Es ella la que hará la
Nueva España!
Sí, en Francia, son patriotas. El
francés se levantará siempre para la defensa de su
Patria, pero una vez pasado el peligro, olvida, deja
destruir lo que ha defendido con tanto cariño. Y he aquí
la mayor estupidez de los regímenes democráticos, inútilmente
sangrientos. Por no introducirlas en seguida en las ideas,
en las costumbres, de organizarlas en algo que prolongue
sus beneficios, se pierden las virtudes de los sacrificios
más sublimes. ¡Y Dios sabe que vuestro pueblo es capaz
de ello!
¿Cómo el mismo pueblo puede
permitir que sus hijos queden indefensos contra las teorías
de maestros comunistas que los contaminan? Nosotros lo
hemos conocido todo. ¡Es terrible! ¡Así es cómo se
asesina moralmente un país, cómo se le conduce al
abismo! ¡Pero este peligro también los franceses lo
desconocen! Por consiguiente no todo consiste en guerrear
con valor!
Además, ¿qué se puede esperar
hoy de una guerra? ¡La guerra sería el fin de Europa! ¡Una
guerra general como la que Moscú pretende desencadenar en
Occidente para destruir su civilización y realizar lo que
gracias a nosotros la barbarie asiática no ha podido
todavía conseguir, una guerra así rebasaría en potencia
destructora todo lo que se ha visto hasta ahora!
¡No sería comparable a nada de
lo que ha habido si se juzga sólo por lo que está
sucediendo en España!
La guerra que estamos haciendo
nosotros es atroz ¡y nosotros no hacemos una guerra
total! ¡Nosotros no empleamos gases, llamas, microbios;
me he negado siempre a ello! ¿Pero, para un enemigo
extranjero, se tendrían consideraciones parecidas? De la
misma manera, los bombardeos que llevan a cabo nuestras
escuadrillas están dirigidos estrictamente contra los
objetivos militares. ¡No se trata de destrucciones sistemáticas
ni de aniquilación de ciudades! Estas ciudades son
ciudades españolas. No operamos en un país extranjero.
¿ Y qué interés tendríamos nosotros en destruir lo que
habrá que reconstruir mañana? ¡Todo lo dejamos a los
rojos y a su frenesí impotente! y sin embargo, es a
nosotros a quienes se acusa de hechos parecidos. ¡La
propaganda de la mentira conoce también el empleo del
silencio! ¿Por qué no se dice nada cuando aun ayer, en
Burriana, en Nules, ciudades enteras son destruidas
deliberadamente por los rojos? Se trataba de ciudades
ricas y encantadoras, con construcciones completamente
modernas. Para ahorrarles las injurias de la guerra nos
hemos limitado a cercarlas. Pero cuando los rojos se
vieron perdidos. no esperaron ni siquiera a que los
habitantes hubieran terminado la evacuación de sus casas
para incendiar manzanas enteras, y para volarlas con
dinamita. Cuando nosotros entramos en ellas no encontramos
más que ruinas en llamas. Pues bien, estos crímenes no
dan lugar a protesta alguna por parte de esas almas
sensibles que siempre están dispuestas a indignarse por
los hechos que se nos atribuyen, y que nosotros no
cometemos.