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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1966.


 
Discurso de S.E. el Jefe del Estado en el acto de afirmación Sindical.

Pronunciado en el Palacio de los Deportes de Barcelona, el 4 de julio de 1966.

Trabajadores y empresarios barceloneses, españoles todos:

Entre este espectáculo maravilloso y las voces que aquí se levantaron para justificar la unión de los hombres y las tierras de España, contraria a aquélla política que los disociaba de los sentimientos espirituales que deben presidir una sociedad, existe un verdadero abismo. Esta es la clave del arco de nuestra política: unir lo nacional y lo social bajo el imperio de lo espiritual.

El tema no puede encontrar oposición: lo nacional representa lo que la Historia forjó a través de los siglos para la constitución y supervivencia de nuestra Patria y de nuestra estirpe; los esfuerzos acumulados de generaciones defendiendo una misma fe, unos hogares y unas costumbres; el esfuerzo acumulado de generaciones para crear nuestra personalidad histórica, la gloria de nuestro pasado, la realidad de nuestro presente, la esperanza de nuestro futuro; lo que nos une y defiende contra todas las invasiones destructoras de todo orden, lo que no se puede debilitar ni perder, y que no desfigura el sentirnos miembros de la Comunidad Europea, a la que mucho podemos aportar.

PRIMACÍA DE LO ESPIRITUAL Y LO SOCIAL

Lo social es lo que entraña nuestra fraternidad cristiana; es la igualdad de los hombres ante la Ley y ante la economía, es la justicia distributiva, la dignificación del trabajo, la seguridad frente al infortunio, la elevación del nivel de vida, todo cuanto fortalece nuestra seguridad ante lo venidero.

Lo espiritual es, como cristianos, la parte más trascendente de nuestra propia vida; vivifica los anteriores conceptos, entraña la moralidad en las costumbres, la equidad en los tratos y la benevolencia de quien mueve los destinos del mundo.

Los que somos creyentes hemos de reconocer que todo lo que se fundamente en principios morales y espirituales es base de una acción duradera. No puede concebirse una concepción política que pueda hacer abstracción de nuestra naturaleza de seres creados a imagen y semejanza de Dios y que su ley no precise las relaciones entre los hombres. Los preceptos de su Decálogo son universalmente reconocidos; no se ha concebido nada en el mundo que pueda parangonársele. A nadie perjudica y a todos beneficia.

No podemos olvidar que bajo ese signo de la espiritualidad tuvieron lugar, al correr de nuestra Historia, nuestros sucesos más gloriosos; así como que nuestras más grandes desgracias y reveses han ido inseparablemente unidos a crisis de la fe. Yo no puedo silenciar en estos momentos, por cuanto se relaciona con aquellos acontecimientos, en que he sido actor o testigo de excepción, que nuestras más grandes victorias de nuestra Cruzada de Liberación se resolvieron en días solemnes de nuestras festividades religiosas.

Por otra parte, esta cualidad de católicos obliga a que nuestra obra social responda a consideraciones profundas de conciencia, considerando al hombre como portador de valores eternos y partícipe, por tanto, de esa verdadera fraternidad cristiana que condena la explotación del hombre por el hombre. La justicia social necesita no sólo estar presente en nuestro ideario político, sino enraizada en nuestra propia conciencia; con la añadidura, por otra parte, de que a donde no pueda llegar la justicia, llega siempre la caridad. (Grandes aplausos.)

No necesito recordaros los esfuerzos del Régimen para hacer al hombre libre. No bastan para ello las simples declaraciones formales de libertad. Un hombre no es libre cuando no tiene cubiertas sus necesidades más elementales: de casa, de amparo en la enfermedad, de lo necesario para la vida. Cuando no tiene previsto y asegurado su futuro, cuando está sumido en la ignorancia o cuando es objeto de explotación por hombres o por empresas, ¿qué importa que se le concedan derechos, que quedan sólo en el papel y que no puede ejercitar? Para nosotros, hombre libre es aquel que posee un salario suficiente, un empleo estable, una seguridad social que le cubra todos los riesgos, una cultura media y un nivel de vida que le permita participar en los bienes de la civilización moderna. (Grandes aplausos.)

Una nación pobre necesita del progreso económico para poder atender a cubrir esas mínimas necesidades. A lo más que puede llegar es a la distribución más justa de la renta; pero aun suponiendo que llegase al ideal de una perfecta igualdad, estaría en la modesta cifra, tan repetida hoy, de una reducida renta por cabeza. He aquí cómo una revolución socia! no consiste en destruir, sino en multiplicar los bienes.

España debe al Régimen la educación y el ambiente social que hoy disfrutamos. Los acuerdos del Concilio Vaticano II sobre lo social han venido a refrendar lo que venimos practicando desde hace treinta años. El liberar al hombre de toda clase de esclavitudes ha sido objeto principal de nuestro Movimiento. A la democracia formalista y aparente le ha sucedido la práctica más clara y profunda de la democracia. La educación social del pueblo, la propagación de las virtudes sociales, la valoración del trabajo humano y la contribución de todos al bien común han sido todos fines predilectos de nuestra política. No creo que pueda existir en el mundo nada más social y cristiano que pueda ofrecer a los trabajadores más ventajas.

LA AMENAZA MATERIALISTA

En la evolución pendiente en el mundo hacia formas nuevas predominan factores estimables, pero carentes de espiritualidad. Esta amenaza materialista que el Universo sufre hace destacar más el gran servicio que nuestro Movimiento puede prestar al mundo al centrar las soluciones de los problemas nacionales y sociales bajo el imperio de principios morales y espirituales. (Grandes aplausos.)

Mas si hemos de vivir con los tiempos nuevos, necesitamos desarraigar de! espíritu de nuestros productores la herencia de la pasada lucha de clases, que desde fuera viene intentándose desde hace veinticinco años hacer renacer, como si las aguas pudieran volver atrás.

Esos cantos de sirena que desde fuera de las fronteras se os dirigen encierran siempre móviles políticos solapados de quienes quisieran volver a utilizar a los obreros como carne de cañón de sus pasiones, para sobre ellos alzar de nuevo sus viejas plataformas caciquiles, sin el menor sentido de solidaridad y de sentimientos patrios. (Grandes aplausos.) La siembra de odios contra la empresa figura en el primer plano de sus consignas. El arruinar a la Nación y el dejar en fa miseria a los trabajadores no cuenta para ellos; lo importante es la satisfacción de sus torpes pasiones. Parecen desconocer que la existencia de una empresa responsable es hoy inseparable del progreso económico. Aquellos pueblos que intentaron suprimirla, después de haber pasado por muchos años de miseria y de ruina han vuelto al reconocimiento vergonzante de la superioridad productora de la empresa libre. Lo que no puede existir son las iniciativas y los derechos empresariales que no estén correspondidos por deberes sociales y patrióticos insoslayables. (Grandes aplausos.)

FUNCIÓN DEL ESTADO

Un Estado puede y debe realizar aquellas cosas que el interés público y el bien común demanden; pero no puede hacer todas aquellas cosas que corresponden a la libre iniciativa de los ciudadanos, pues mataría el estímulo y arruinaría el progreso.

Hay que enterrar los viejos conceptos. Hoy no se puede vivir como antaño, bajo un Estado que se conformaba con el estancamiento de la sociedad; que se resignaba a que se perpetuase la existencia de comarcas pobres y provincias ricas, y hombres ricos y hombres miserables, y que no utilizase todos los medios que la ciencia y los adelantos técnicos ofrecen para su adecuada transformación.

Las naciones ya no pueden vivir en aquel viejo concepto de las autarquías, pues la vida moderna de los pueblos exige intercambio en mercancías, maquinarias y materias primas, cuando no la importación de adelantos científicos y de patentes, que sólo pueden lograrse en la vida de relación con un intercambio de productos o de servicios. Hoy los pueblos en desarrollo han entrado en el concierto internacional de la producción y de los intercambios, teniendo que enfrentarse con la lucha intensa de los mercados, pues una cosa es lo que se predica en el mundo teórico internacional y otra muy distinta lo que se practica.

UNIDAD

La unidad entre los hombres y las tierras de España que propicia nuestro Movimiento se presenta llena de contenido. Encierra la solidaridad de todos para el más perfecto equilibrio económico de la nación; empresa digna de nuestra hora y de nuestros hombres. Hemos puesto el país en pie y ha despertado toda la nación a la esperanza. Otra cosa pudiera ser decepcionante. Es necesario que todos puedan comprender que todo no puede acometerse a la vez, que es preciso establecer un orden de preferencia, una programación del desarrollo, resolviendo los estrangulamientos y previniendo los desfases. Es imprescindible el que, al compás del desarrollo, marche la producción de materias primas, la disponibilidad de divisas y los créditos necesarios. (Grandes aplausos.)

Yo quiero recordaros que la unidad que se forjó al correr de la Historia entre las comarcas y provincias españolas, y que la propia geografía nos recuerda a cada paso, nos llama a la solidaridad más estrecha. Estamos más ligados de lo que a primera vista parece. La entrada en el consumo de bienes de sectores mínimamente dotados, que antes no consumían, ampliará notablemente el mercado para las producciones industriales y de todo orden del resto de la nación. la redención de estas comarcas reforzará el ahorro, multiplicará el consumo, aumentará la producción de artículos alimenticios y exportables y transformará en fértil y jugosa la antes seca y mísera piel de toro.

LABOR DE LOS SINDICATOS

Aunque el Régimen ha dado un aire y estilo nuevos a la política, impulsando la vida local y provincial y las asociaciones comarcales de los Municipios, la Organización Sindical ha venido a constituir el cauce asociativo por excelencia para el diálogo de las actividades todas de los productores con la Administración, que en esta región alcanza trascendencia mayor por el gran dinamismo y espíritu asociativo de sus naturales.

En el gran problema político con el que desde hace treinta años nos enfrentamos, de reducir a estatuto jurídico las realidades de la sociedad actual, el Sindicato ha sido el encargado de recoger de la vida social los elementos vivificadores de la misma: las asociaciones industriales o agrícolas, las Cooperativas, las Hermandades de labradores y Ganaderos, todo cuanto a través de los años ha venido a constituir de manera espontánea los elementos de la sociedad. (Grandes aplausos.)

Este proceso histórico de participación en la representación pública está fraguando en el mundo su futuro político. No se pueden ya despreciar los fenómenos espontáneos que la sociedad ofrece.

El profesionalismo político ha de ser sustituido por la representación más genuina de los hombres, de la producción y del trabajo, por los más destacados hombres de la técnica, la ciencia, la cultura y la sociología; por los representantes más preclaros de las manifestaciones representativas espontáneas. Por eso nuestro Sindicalismo está presente en los Municipios, en las Diputaciones, en las entidades de Seguridad Social, en el Consejo de Economía Nacional, en las Comisiones del Plan de Desarrollo, en las Cortes de la nación y en el Consejo del Reino.

Por primera vez en la historia política moderna se ha abierto una relación directa institucional entre la sociedad productora, industrial o agraria y el Estado, por la intervención de los Sindicatos en la vida política y administrativo del país.

DIALOGO ENTRE OBREROS Y EMPRESARIOS

Hoy, el diálogo entre trabajadores y empresarios y de éstos con el Gobierno y la Administración, es directo y constante y permite que entre gobernantes y gobernados se mantenga una comunicación sin el intermediario político del siglo liberal.

Interesa tanto a empresarios como a productores la forma en que se solucionan los problemas del progreso económico, que el Sindicalismo tome una dimensión mayor al calor de los tiempos nuevos. No le basta con ser órgano de gestión en los procesos reivindicativos de lo social, sino que ha pasado a ser el colaborador más importante del quehacer público y de los procesos económico y distributivo.

En la sociedad moderna ya no cabe el sindicalismo propulsor de la lucha de clases, que intenta minar el orden político y económico de una nación, poniendo todo en peligro. El sindicalismo de hoy necesita vivificar el proceso económico, social y evolutivo de nuestros días.

Esta importancia que la Organización Nacional de Sindicatos ha alcanzado en la vida pública y su participación en el progreso pacífico de la nación, explica el que se haya convertido en el blanco preferido de los opositores políticos y agentes de la anti-España, tratando de parasitaria infiltrando agentes en su seno.

Conozco vuestra legítima aspiración de avanzar en la elevación del nivel medio de las retribuciones salariales, que es función del grado de desarrollo y productividad de las empresas; pero tenemos que reconocer el atraso y penuria en que todavía gran parte de las viejas industrias se desenvuelven. No olvidemos que hasta hace pocos años éramos todavía un país calificado como subdesarrollado, de producciones monopolísticas y cuya exportación se reducía a los productos agrícolas o mineros exclusivamente, y que en nuestros días es cuando se acomete y desarrolla el gran proceso industrial y comercial de nuestro tiempo.

Las tareas fecundas de vuestros Consejos Económico-Sindicales, la capacidad demostrada integradora de esfuerzos, la asociación a ellos de los técnicos y de los hombres con experiencia práctica, el trabajo en reunión abierta o en mesa redonda y la frecuente celebración de estas reuniones en las distintas comarcas de la geografía española, constituyen actos de una verdadera democracia popular, que fortalece nuestra acción sindica! y que contribuye de una manera eficaz al logro definitivo del bienestar social de todos los españoles.

Creo que a estas alturas tenemos derecho a pedir al sindicalismo su perfeccionamiento. Debe elegir a sus mejores hombres, contar con unos servidores seleccionados en las esferas técnicas, profesionales y universitarias que hagan oír la voz del trabajo con rigor en los datos, convicción en los testimonios y oportunidad en lo que pidan, acierto y oportunidad en sus críticas y recta intención en cuanto a lo que señalen contribuya al bienestar general por encima de los egoísmos de grupo y de c1ase. Los Sindicatos están en la sociedad moderna para vivificarla y transformarla por medio de su colaboración activa.

Yo agradezco la adhesión de empresarios y trabajadores en este acto sindica! y aprovecho su tribuna para saludar desde ella a todos los trabajadores y empresarios españoles y pedirles que intensifiquen las relaciones humanas y cristianas entre los componentes de la empresa, pensando en la solidaridad de nuestro destino y en el mejor servicio a la Patria.

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.007. - España -

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