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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1963.


 
Mensaje a la Asamblea de la Confederación Europea de antiguos Combatientes, celebrada en el Valle de los Caídos.

Valle de los Caídos, Madrid, 13 de octubre de 1963.


Antiguos combatientes de Europa:

Habéis venido al corazón de España y os damos aquí la bienvenida. Los españoles sabemos el valor que tienen el servicio y el sacrificio en la lucha y cómo sin ellos no hay posible paz duradera, porque se nos exige que ganemos con nuestro esfuerzo lo que necesitamos para vivir en un mundo más justo y mejor.

En este tiempo nuestro, el esfuerzo del combatiente no termina con la lucha, sino que tiene que prolongarse después de manera constante y continua, para poder evitarla y asentar la sociedad sobre bases estables y justas. Por eso nos unimos de todo corazón al esfuerzo común por conseguir unas relaciones amistosas y pacíficas entre los pueblos, que sean el punto de partida para el desarrollo material y espiritual de la Humanidad entera.

El mundo está amenazado por un peligro cierto. Los valores de la civilización occidental y los postulados en que se cimenta el mundo libre se encuentran negados y combatidos por las fuerzas de un sistema filosófico y político que niega la libertad del hombre y hace del más rabioso materialismo su norma fundamental de vida. Este sistema amenaza por igual a todos los pueblos que desean vivir según principios de libertad y de respeto a los principios morales en que toda vida digna debe basarse. Por eso esta unidad que manifestáis aquí con vuestra presencia y esta firmeza que expresáis con vuestros principios, es imprescindible para demostrar a todos el decidido empeño en conseguir un mundo seguro y libre.

Habéis venido al corazón de España. A este Valle donde reposan quienes un día dieron su sangre y su vida por la justicia, la verdad y la paz. Sobre su sacrificio hemos podido construir una España unida que es pieza indispensable de una Europa unida. Nosotros sabemos el valor de los principios del orden moral y los hemos defendido con todo ahínco, sabiendo que así defendíamos también a Europa y a la cultura occidental. Por eso os recibimos ahora con la convicción de que encontramos un entendimiento que ha de ser fructífero para la unidad de esta vieja Europa.

Aquí se comprende bien cómo la unidad de los pueblos exige previamente una transformación de las conciencias y cómo hay que empezar por el hombre para luego, sobre él, edificar toda la fortaleza de una actitud positiva. Hemos de defender la libertad, la dignidad y la integridad del hombre y conseguir para él la justicia social en un orden económico en el que lo material no anule los valores humanos.

Cuando nosotros hablamos de libertad y dignidad humana, de respeto a la persona y de conciencia del bien común superior, de normas objetivas de justicia y de exigencia de una conducta moral por parte del Estado, sabemos que estamos incidiendo en ese denominador común de nuestra fidelidad europea. Sabemos que ahí, en esas raíces de una común tradición clásica y cristiana, medularmente europea, se encuentra la razón última de nuestra voluntad de entendimiento y de nuestra exigencia de unidad. Sabemos que sólo si somos capaces de rescatar el imperio de las normas y de la ley en el espíritu y en el amor, que es la herencia mejor de nuestro común patrimonio histórico, habremos efectivamente justificado y obtenido fruto del dolor causado y de la sangre vertida en tantas contiendas. Todo el despliegue de un orden cristiano y positivo se nos muestra como incitación a nuestro esfuerzo, y por eso hace falta que unamos nuestras voluntades y nuestras fuerzas. Son muchos los problemas que aquejan al mundo y de los que se aprovecha y saca partido el comunismo. Una serie de pueblos nuevos surge a la vida, con el ansia de la libertad y el deseo de autodeterminación. Este lógico deseo puede ser explotado por quienes sólo quieren ligarles a su orden político o económico, con desprecio de la libertad que buscan con esfuerzo, y hemos de proporcionarles ideales y sistemas para la defensa del orden y de los principios objetivos en que se funda cualquier sociedad justa.

Continentes enteros se ven hoy amenazados por el comunismo, y necesitan también principios y sistemas en que afianzar las ideas de una civilización ya milenaria. Europa tiene un deber inmenso que cumplir: primero, adquirir conciencia de su unidad y, después, volcar sobre esos pueblos los valores permanentes de su cultura para cimentar sobre ellos una sociedad fuerte.

Existen, como es lógico, diferencias entre nosotros, porque tenemos peculiaridades naturales. Pero hemos hecho entre todos la Historia y entre todos tenemos que proseguirla, si no queremos un futuro mundo sin historia.

Para todos vosotros y para vuestros compatriotas y dirigentes, un saludo de camarada.


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