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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1963.


 
Palabras en el Acto celebrado en el Colegio de la Inmaculada Concepción de la Organización Nacional de Ciegos.

Madrid, 12 de octubre de 1963.


Solamente unas palabras para saludar a todos los miembros de esta Organización Nacional de Ciegos y especialmente a aquellos que han venido de las provincias a este acto en que se celebran las bodas de plata de la Organización.

¿Cómo nace la Organización Nacional de Ciegos? Pues, sencillamente, al contacto de unos ciegos sobrevenidos, que eran los ciegos de nuestra guerra. Desde el primer momento constituyó una preocupación para mí la suerte de estos jóvenes, que veían en plena juventud quebrantada su vida y sus ilusiones. Entonces puse en marcha los medios para atender debidamente por el Estado a los que sufrían una mutilación de esta naturaleza; pero inmediatamente pensé que si el Estado atendía debidamente a los que habían sacrificado su cuerpo y su visión por España, quedaba otro número considerable de ciegos en la Nación, abandonados, a los cuales no alcanzaba la acción benefactora del Estado.

Pregunté cuál era el número de ciegos que teníamos en España. Se me contestó, vagamente, que sobre una cifra de 20.000. y entonces tomé contacto con los ciegos españoles y con sus organizaciones rudimentarias. Y conseguí la posibilidad de que fueran atendidos y organizados debidamente. Y fue entonces cuando propuse al Consejo de Ministros el ocuparnos de este tema y preparar una solución que yo creía que era  fácil y llevadera; pero uno de los miembros del Gobierno, el general Martínez Anido, que en tiempos de la Dictadura había sido Ministro de la Gobernación e interesado por resolver ese problema, me dijo: «Fracasará usted. Son unos ingratos.» ¿Qué había pasado? No me lo supo justificar bien; solamente me dijo que un día, cuando ya no era Ministro, le habían querido pegar unos ciegos.

Entonces indagué sobre esa hostilidad, preguntándoles a los propios ciegos si esto era verdad y por qué algunos habían querido agredir al general. Me contestaron: «¡Es que nos quería encerrar!» y esto lo explicaba todo. Existía una trinchera entre los videntes y los invidentes, vivían en un mundo diferente. La mentalidad del vidente es completamente distinta; hay que pensar en ciego, y, por tanto, si queríamos comprender y resolver los problemas de los ciegos, teníamos que confiar la organización a ellos mismos. Que los videntes se pusieran al servicio de la Organización Nacional de Ciegos, pero que en ella predominase el espíritu y el pensamiento de estos ciegos, que eran hombres que podrían redimirse y que tenían unas razones completamente distintas de las de los videntes.

Y así fue el nacimiento de la Organización Nacional de Ciegos, que, como el general Alonso Vega nos ha explicado, ha tenido sus vicisitudes, su camino de trabajos y sacrificios, en la que han venido colaborando absolutamente todos, pues los propios ciegos son los que nos han dado ideas y nos han expuesto su inquietud por una porción de problemas que se les escapaban a las personas videntes, pero que están siempre presentes en los que sufren la ceguera, que aspiran y están en condiciones, como nos dijeron muchas veces, de desempeñar el 70 u 80 por 100 de las profesiones que existen en la vida, auxiliados solamente en un 1 por 100 por un vidente que les guíe. Esto lo hemos visto y comprobado hoy mismo en esa maravillosa presentación de los chicos, y de lo que se puede alcanzar con su formación, sobre todo hoy, cuando la ciencia viene en ayuda de la humanidad, como hemos visto con ese libro maravilloso de ciegos, que facilita el que puedan alcanzar una cultura igual a los demás, dadas sus características de concentración, superior a la de los otros mortales.

Para mí es una satisfacción el felicitar en este día a todos los que han contribuido y puesto su esfuerzo en el perfeccionamiento de esta obra, que, como muy bien decía el Ministro de la Gobernación, se encuentra hoy a la altura, y en sus calidades humanas es superior, a la de las naciones extranjeras más adelantadas.

Y nada más, señores.


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