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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1963.


 
Discurso ante los campesinos de Santiago de Compostela.

Santiago de Compostela, 16 de septiembre de 1963.


Sean mis primeras palabras para saludar a todos los campesinos aquí reunidos y para agradecer a los servicios técnicos del Estado la obra maravillosa que, con constancia y fe, vienen desarrollando en toda esta provincia gallega.

Desde la primera hora, desde que cayó sobre mis hombros la responsabilidad de conduciros, sentí sobrecogido mi espíritu por la gran tarea que teníamos delante, especialmente por conocer el género de vida que llevan estas provincias gallegas, como otras zonas deprimidas del solar nacional. Y desde entonces me impuse el deber de que el Movimiento corrigiese los defectos que habían acumulado los años y superar en el menor plazo el bajo nivel de vida de esta región, tarea en realidad difícil cuando no había podido realizarse en tantos años; pero, sin embargo, era posible: no estamos en los tiempos del esfuerzo físico agotador del campesino. Con el siglo tiene lugar una revolución industrial, una revolución científica; el mundo ha cambiado. Ya no estamos en los tiempos del azadón, en los viejos sistemas de cultivo. Ha nacido la mecanización, la era de los abonos genuinos, de la selección de semillas y especies. Y así como esta región tiene los mismos problemas o similares a los que tienen las otras comarcas españolas de la falta de industrialización, del atraso en la expansión de la cultura y de la poca renta por cabeza, todo ello se ve aquí agravado con unas tierras feraces por naturaleza, pero atrasadas por su sistema de cultivo.

De todo esto, ¿cuáles fueron las causas? Podemos asegurar y probar que son debidas a la política que predominó en España durante los últimos cien años.

Hemos perdido un siglo que es necesario que ganemos, y no lo podemos ganar más que poniéndonos en pie, con el esfuerzo aunado de todos los hijos y hombres de España. No es posible ya la política de capillitas, partiditos y grupos, que se contrarrestan unos a otros. Es necesario que todos empujemos a la nave de la Patria para llevarla a mejor puerto.

Existen dos Galicias: la Galicia campesina y la Galicia marinera. Las dos gemían bajo la miseria y la escasa productividad. Y así como hemos atendido con el crédito naval y el pesquero a la mejora de las naves y al acondicionamiento de los puertos y la industrialización en ese campo de la Galicia marinera, también estamos haciendo un esfuerzo gigantesco y profundo para transformar las tierras españolas, para convertir vuestra economía campesina en sana y productiva.

Habéis oído al Ministro de Agricultura un relato exhaustivo de la situación de la agricultura y de la ganadería en esta zona y de los esfuerzos hechos para salvarla. Vosotros comprendéis la dificultad que tiene esta tarea; la gran dificultad de la concentración parcelaria, que concentra pañuelos de terreno para hacer posible la mecanización de la agricultura. Vosotros comprenderéis sus dificultades por los pleitos seculares que en Galicia se mantienen para tierras o cultivos, el esfuerzo que ha habido que realizar, al ingenio que ha habido que acudir para poder dar soluciones buenas, si no perfectas, las más convenientes o menos malas para resolver todos estos problemas que se nos presentan.

La técnica nos demuestra que es posible multiplicar por tres, y aun por cinco, las producciones todas de esta comarca; que es posible racionalizar, que se pueden conquistar los montes de tojo y convertirlos en pastizales; que la repoblación forestal no representa privar de pastizales a las clases campesinas, sino lo contrario: crear zonas extensas de pastizales y producir, por otra parte, jornales de invierno, creando una riqueza potencial en madera y celulosa que permita crear fábricas que acojan a vuestros hijos y a ese exceso de población de Galicia que hemos de verter en una industrialización efectiva.

Por eso digo que es importante ganar la paz, y no se podría ganar esta paz si no existiese en España una política de unidad, una política de levantamiento de la Patria, una política de aunar esfuerzos en el camino del progreso y un verdadero espíritu de servicio. Todo lo contrario de aquélla vieja política que especulaba con vuestra miseria.

Muchas son las obras que se hicieron, pero todavía nos parecen pocas. Tenéis los caminos abiertos para la colaboración: la parroquia, el Ayuntamiento, la Diputación, entre los administrativos; las Hermandades de Labradores, la Organización Sindical y las Organizaciones del Movimiento, en los corporativos y políticos.

Hace unos días recibí de manos del Congreso Económico Sindical del Noroeste de España ,las conclusiones a que habían llegado en aquélla reunión. No se trataba de conclusiones de señores ni de Autoridades, ni aclamante receta de técnicos; allí estaban presentes todos los componentes de la Nación, todos los anhelos de Galicia entera; allí estaban presentes los Ayuntamientos, los campesinos, con sus Hermandades de Labradores y Ganaderos; allí se vivió el diálogo y se recogieron las necesidades de cada sector para poderlas elevar a los poderes públicos, y que éstos, que no pueden estar en todas partes, tengan un conocimiento exacto de las realidades y puedan satisfacerlas, sirviendo aquélla promesa hecha sobre la sepultura de nuestros muertos, de alcanzar una España mejor; una España grande y una España libre.

¡Arriba España!


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