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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1962.


 
Discurso en el acto de clausura del II Congreso Nacional Sindical.

Pronunciado en la Casa Sindical de Madrid, el 10 de marzo de 1962.


Señores congresistas:

Antes de clausurar este Pleno del II Congreso Sindical, quiero pronunciar unas palabras para saludar a todos, a los que habéis venido de provincias con la ilusión puesta en el arreglo de vuestros problemas y en el reforzamiento de la unidad sindical a través de vuestro trabajo, y a los que de fuera han venido con curiosidad a conocer las tareas de este Congreso Sindical y observar por dentro cómo se pronuncia el Sindicalismo español en sus actividades interiores. A todos, mi saludo cordial y, en general, mi agradecimiento por estas tareas constructivas en el servicio de la Patria que constituye el Congreso Sindical.

El Sindicalismo nacional no puede nacer perfecto. Hemos de ir perfeccionándolo, al compás que corren los años, con nuestro trabajo, con nuestra asistencia y con nuestra colaboración. Vivimos una revolución y no lo podemos olvidar. Por tanto, no tiene que preocuparnos el que nos desfasemos con otras naciones o con el sentir de otros países de Europa, apegados a sus viejos sistemas, porque estamos haciendo una revolución: una revolución en España y, sin duda, una revolución en Europa.

Todas las revoluciones que en el mundo ha habido han tardado en ser comprendidas, y, por tanto, la nuestra tiene también que tardar en entenderse. Para conocerlos motivos de una revolución, hay que conocer la historia contemporánea de las naciones que la impulsan, cuáles son las causas que han motivado .esta revolución y cuáles las reacciones que levantaron al pueblo y le empujaron a construir un nuevo Estado. Esta es la realidad. Desde afuera se olvidan, desconocen nuestro pasado y no miran más que a su presente. No comprenden las diferencias que pueda haber entre noso1ros y sólo ven su propia conveniencia. Una de las facetas de nuestra revolución, y por la que se nos intenta juzgar, es que nosotros no aceptamos la lucha de clases por ruinosa para la Nación, que, al compás que arruina las producciones de la Nación, la sumerge en la miseria, enfrenta a los hombres unos con otros y rompe, la unidad de las empresas y entre los hombres y las tierras de España.

Esta es la causa principal de que nuestro Movimiento y nuestra Revolución hayan constituido una Revolución sincera, que presenta dos ramas: una política y otra económico-social. La política, porque la política es el arte de gobernar a los pueblos bajo los principios de una doctrina que percibiendo el bien común los haga más felices. Otra, económico-social, porque lo económico-social caracteriza todos los movimientos políticos modernos y que aún bajo el antiguo tinglado de la farsa política se acusaba como una realidad que vosotros, como yo, conocisteis.

De todos es sabido cómo se realizaban las elecciones, cómo se fraguaban los partidos políticos, cómo se arrastraba a los electores para conseguir su voto. Unas veces se explotaba la espiritualidad, pidiéndole a la Iglesia influencia para obtener sus votos; otras acudían a los empresarios y patronos para, a través de la fuerza, del mando y ,del dinero, coaccionar a los electores, mientras otros explotaban las pasiones de los trabajadores a través de las organizaciones sindicales, para pedirles sus votos, comprando a sus primates para que no votasen y obtener una ventaja en la elección.

Es decir, que por encima y por debajo de los partidos políticos y de sus sistemas existía una realidad: la realidad espiritual, la realidad económica y la realidad social. Esta es la razón de que nuestro Movimiento se haya enfrentado con este problema básico, y con una sinceridad política, una sinceridad profunda, hemos hecho que la política discurriese por los cauces naturales; que si el Sindicato es una realidad moderna, una realidad necesaria de cooperación, que el Sindicato fuera una de las ruedas principales del Estado y que los Sindicatos no estuvieran ausentes en su gobernación y en la política de la Nación, pues constituyen un factor económico-social decisivo y de primer orden. y por esto no sólo en los Congresos Sindicales, no sólo en las actividades económico-sociales de la Organización Sindical tiene un lugar, sino en lo político al ocupar la tercera parte de los representantes en los Ayuntamientos y la tercera parte de los puestos en las Cortes de la Nación, lo que ha hecho que en la confección de las leyes esté presente a través de sus representantes la realidad económico-social de la Nación.

Porque el Sindicato por nosotros concebido es una realidad económico-social de la Nación; no es solamente la técnica, ni la directriz política la que han de primar; han de ser las realidades vivas, realidades vivas que están en los problemas del trabajo, en los problemas de la producción, en los problemas sindicales y en los problemas sociales, como habéis visto estos días en las sesiones de vuestro Congreso, que se han ocupado de tantos problemas: los de perfeccionamiento de la estructura sindical, ese otro gran problema de nuestro campo, que nos quita el sueño, porque hoy las naciones no son como antiguamente; hoy se vive en un ambiente internacional de relación y de intercambio. No podemos prescindir del marco internacional que nos rodea, porque es una parte de nuestra vida económica, porque hemos de cambiar con el exterior los productos y esto nos exige estar en relación con el mundo internacional y con sus mercados.

Todo esto viene condicionando nuestro campo de acción. No somos un país autárquico, somos un país que vive con los demás, que nos interesa lo que pasa fuera de las fronteras, aunque nos interese más lo que pasa dentro, pero que tenemos que vivir en una vida de relación y no en una vida caprichosa.

Vosotros habéis visto por los problemas que habéis tocado en estas sesiones qué complejos, qué difíciles son, cuántas dificultades se presentan en su camino, pero también habréis visto por el camino ya andado, por las cuestiones resueltas, por los problemas atendidos, que el Estado es un Estado eficiente, es un Estado lleno de doctrina que no se encuentra más que en los comienzos de su gestión, pero que en estos comienzos de su gestión, en estos años difíciles transcurridos, han podido realizarse muchas de las cosas y de las aspiraciones que no se concebía que pudieran alcanzarse por la mayoría de los españoles.

Por esta unidad que hemos logrado entre los hombres y las tierras de España, por esta organización política nuestra, distinta a las otras, se nos pretende tachar de dictadores, como si España pudiera vivir veinticinco años en plena dictadura y como si los españoles no fueran bravos para no aguantar dictaduras ni arbitrariedades.

Yo proclamo aquí que nosotros amamos la libertad más que la pueda amar ningún otro pueblo. Lo hemos demostrado a través de la Historia. Pero queremos una libertad dentro de un orden, de una seguridad social, porque en el desorden naufragan todas las libertades.

Nosotros somos un Estado nuevo, un Estado revolucionario nuevo; queremos que las ruedas naturales de la Nación sean el camino por donde discurra nuestra política; no queremos la ficción de unos partidos engañando y explotando al pueblo; queremos que sea el mismo pueblo, a través de sus órganos naturales, donde no cabe engaño ni falsedad, quien se pronuncie en los problemas de la Patria, que colabore a la realidad de las leyes de la Nación y que éstas reflejen el sentir de todos los ciudadanos. Así queremos y así servimos a España.

Yo os agradezco todos vuestros sacrificios, toda vuestra cordialidad, todo vuestro buen sentido de comprensión en esta tarea que hemos emprendido, en la que nos hemos desfasado con los otros pueblos, porque vamos mucho más adelantados, en la seguridad de que ellos vendrán mañana por nuestro camino.

¡Arriba España!


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