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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1961.


 
Discurso en la cena de gala ofrecida en honor del Presidente de Portugal.

Pronunciadas ante el almirante Américo Thomas, en el Palacio de Oriente, de Madrid, el 21 de noviembre de 1961.

Señor Presidente:

Siempre la casa española se alegra y felicita con la llegada de un huésped amigo. Cuánto más se alegrará con vuestra visita, en la que traéis la más alta representación del Portugal vecino y fraterno, del Portugal a quien hoy, en vuestra persona, damos la bienvenida y ofrecemos nuestra hospitalidad con todo el impulso cordial que es tradición del pueblo español.

Llegáis a España en un momento en que el Estado que en vos se personifica acaba de recibir una nueva prueba de la adhesión del país. Llegáis también en un momento en que el mundo vive con más agudeza la sensación de crisis de nuestro tiempo, en que las amenazas y los peligros nos cercan más estrechamente. La firme unidad portuguesa frente a estos peligros nos parece simbólica y nos ofrece una magnífica ocasión para expresaros de nuevo toda la fraternal solidaridad de España; para reafirmar otra vez ante el mundo la amistad y el entendimiento que nos unen a portugueses y españoles; para hacer del ejemplo de unidad y firmeza de vuestro pueblo, base de la unidad y firmeza de las dos naciones peninsulares. Queremos decir que ante los riesgos de la hora presente, nuestro sentido de la responsabilidad que nos incumbe, nuestra decisión de preservar el orden, la integridad y la independencia de nuestros territorios constituyen una importante garantía de la paz mundial, que nosotros, en la parte que nos toca, estamos dispuestos a defender.

Esta decisión no es nueva. Hace veintidós años que Portugal y España la mantienen contra todos los peligros, pues corresponde al espíritu del Pacto Ibérico, cuyo primer fruto fue guardar a la Península fuera de la segunda guerra mundial, creando. así una de las pocas zonas europeas en que se mantuvieron la paz y el orden durante aquel terrible conflicto. El fruto permanente de nuestra Alianza ha sido de trascendencia aún mayor, pues desde 1939 estamos ofreciendo a la comunidad occidental una importante parcela de Europa unida; unida sin necesidad de presiones ni urgencias, sin reservas ni restricciones, porque unos y otros sabemos que la propia y soberana personalidad de cada uno de los dos países está bien salvaguardada, natural y ejemplarmente unida en una manifestación cotidiana de entendimiento recíproco y de conciencia de nuestro destino histórico.

Es esta conciencia la que inspira a Portugal la gran lección que acaba de dar al Occidente: la lección de su voluntad de resistir el ataque a su personalidad y a su integridad, voluntad expresada no sólo en palabras, sino en actos, como ese acto político de las elecciones, que han dado prueba de la solidaridad del pueblo portugués con su Gobierno, o ese acto heroico y diario de la defensa militar de Angola, de la lucha de unos portugueses que, como acaba de decir el doctor Salazar, no defienden tal o cual Ideología política, sino que defienden, con la suprema intuición del pueblo, la permanente idea de la patria.

Queremos aquí rendir homenaje a ese ejemplo de serenidad que está dando Portugal y que nos reafirma en nuestra convicción de que no hay que dar demasiada importancia al confuso griterío que domina la escena internacional; no hay que prestar oídos a ese torrente de voces equívocas que pretende anegamos. Algún día cesará y quedará únicamente la fortaleza de las naciones que hayan sabido cuál era su destino histórico. Nosotros lo sabemos y vemos ante nuestra vista un ancho futuro abierto, una inmensa e incitante tarea que realizar. En un proceso político paralelo hemos creado unas fórmulas de gobierno propias para unos problemas y circunstancias que también eran propios. Y ahora queremos desarrollarlas en todas sus consecuencias, queremos perfeccionarlas, pues mucho nos queda por hacer y mejorar. Esta amistad y paralelismo de nuestros sistemas políticos mantiene y garantiza la paz y la confianza entre nuestros pueblos, fortaleciéndolos y convirtiendo a nuestra Península en castillo roquero inaccesible a los ataques del exterior. Aquí radica la razón de nuestro optimismo y de nuestra fe: en que no defendemos tan sólo nuestro presente, en que no nos limitamos a una actitud simplemente conservadora, de resistencia sobre posiciones ya ganadas, sino que defendemos nuestro futuro, lo defendemos con toda la energía y la convicción de quienes están abriendo el porvenir de las generaciones que nos sucedan. Y este porvenir, que queremos dejar bien claro, no estamos dispuestos a hipotecarlo por ceder al miedo o al desmayo de nuestra voluntad.

Al contemplar vuestra gallarda actitud defendiendo vuestra presencia en un continente en el que desde hace siglos habéis encendido luces de fe y de cultura, estamos seguros de que cuando ciertas exaltaciones nacionalistas explotadas desde el exterior y que pretenden ignorar vuestra obra civilizadora sean superadas, quedará bien visible y reconocida por todos una empresa profunda y humana de acercamiento de pueblos, de integración en la cultura, que ha de servir de ejemplo al mundo.

Permitidme, señor Presidente, que apoyado en esta esperanza brinde aquí por la grandeza y felicidad de Portugal, del glorioso y fraterno Portugal, que ensanchó los límites del orbe civilizado y que en las fronteras de aquél sembró las tierras nuevas -las tierras de ese mundo joven que hoy aparece políticamente en la escena internacional- de nombres portugueses, de castillos manuelinos y de cruces de Cristo; el Portugal marinero y descubridor que cumplió con «talento de bien hacer» la tarea universal que Dios echó sobre sus hombros; el Portugal que a la grandeza de su pasado histórico ha sabido añadir en nuestros días una era de restauración nacional, de fecundo trabajo, de paz y de progreso, presidida por ese hombre extraordinario que dirige el Gobierno de vuestra nación. Y permitidme también que levante mi copa por vuestra ventura personal y la de la ilustre dama a quien, junto a vos, debemos gratitud por la honra que nos dais al visitamos.


   ATRÁS   



© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.007. - España -

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