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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1961.


 
Arenga a los Camaradas de la Organización Juvenil Española.

Pronunciadas en el Campamento de «El Parra» de Burgos, el 2 de octubre de 1961.

Mis jóvenes camaradas:

¡Qué placer escuchar tan bellas palabras en nuestra juventud! Nacéis a la vida cuando España amanece, cuando la Nación se incorpora a su destino histórico. Por eso vuelan vuestros pensamientos con alas de fuego. Habéis oído contar muchos romances de nuestra guerra. ¡Qué bellos son los relatos de guerra para la juventud cuando los ilumina la claridad de la victoria! ¡Cómo nos confortan los hechos gloriosos, los sacrificios heroicos, la nobleza en la lucha, la generosidad con los vencidos! Se rejuvenece nuestro ánimo al contacto con la juventud, y remontándonos allá muy lejos, cuando nosotros también galopábamos en el loco caballo de la ilusión, también a nosotros nos contaban, pero no reflejos de victoria, sino dolores de impotencia, males de decadencia. Nacimos a la vida bajo otro signo: el negro pesimismo de los hombres del 98. Pero nuestro espíritu se rebelaba, no aceptábamos la decadencia de nuestra Patria, no nos resignábamos a ser distintos de aquellas generaciones de españoles que nos precedieron, que trocaron el arado o el azadón por el reino o por la espada, pasearon orgullosos nuestras banderas por el mundo.

Una buena estrella me acompañaba. Desde muy joven me tocó el papel de mandar y llevar a la victoria la la juventud, enderezando los caminos de la Patria. ¡Y qué alegría al confirmar los grandes tesoros de heroísmo, de caballerosidad rústica, de generosidad y nobleza que encierran los corazones juveniles españoles!

En nuestros años de decadencia no fue ésta consecuencia del estado de nuestro pueblo, sino de la conformidad de las clases dirigentes. Constituía el fruto natural de todo un sistema político. Por ello, nuestra Cruzada no se libró contra nuestros hermanos españoles, sino contra todo el sistema que los aprisionaba.

Así podemos decir que constituyó una verdadera guerra de Liberación, la indispensable operación quirúrgica que la gran invasión del mal nos exigía, llevada a cabo con el mismo dolor con que se amputa un miembro al ser querido.

Nuestra lucha fue por la fe y por la Patria contra sus perennes enemigos, masonería y comunismo, que, sobornando conciencias, habían sumado en la traición a una exigua minoría de españoles. Por eso, nuestra victoria fue victoria para todos, y nuestra política se dirigió a corregir las injusticias seculares, a la redención de los desheredados de la fortuna, a levantar otra España sobre bases más justas, a devolver a los españoles el orgullo de serlo, a cambiar una Patria madrastra por una Patria madre, llena de ternuras y de cuidados, que extiende la cultura por doquier para que ninguna inteligencia se pierda, que multiplica para los españoles todas las oportunidades de progreso, que crea miles de becas y millones de nuevos puestos de trabajo, forjando en los españoles una fe y una conciencia nueva.

Pero el tiempo vuela y es todavía en un ayer casi inmediato cuando, con la Cruzada, llegaban los jóvenes a nuestras filas e ingresaron más tarde en las Escuelas de Formación de Alféreces Provisionales, hoy en edad madura y que ocupan ya plazas de Gobernadores, Alcaldes y otros puestos directivos. Fue en otro ayer más próximo cuando se abrió el Frente de Juventudes, y ya han alcanzado altos puestos de responsabilidad jóvenes formados y salidos de vuestras filas. En esa gran olimpiada que es la vida, las generaciones se suceden y se van pasando de una a otra la antorcha con el fuego sagrado de la Patria, que no puede extinguirse y que por aportaciones sucesivas su llama se va haciendo más grande y más brillante. Un puesto de honor es el de ser portador de la antorcha, pero a ella hay que ir con el corazón limpio, lleno de ilusiones, con fe en la carrera y afanes de llegar para entregarla con más brillo y más gloria.

Decía José Antonio que en el servicio de la Patria debíamos ser mitad monjes y mitad soldados. Virtudes y disciplina. Creer y servir. Devoción de monje y nobleza de soldado. Así fueron los héroes de nuestra Cruzada, los caídos de nuestra Falange y los muertos de nuestro Requeté.

Con estas lecciones, cuántas son vuestras obligaciones y deberes cuando en vuestra formación hemos puesto toda nuestra complacencia! El futuro de nuestro Movimiento está en vosotros. No temáis que antes que la antorcha pase a vuestras manos nadie pueda detener nuestra Revolución Nacionalsindicalista. Son muchos millones los interesados en esta gran empresa, contra la que nada pueden los débiles, los cucos o los timoratos. El sol de la Victoria ha salido definitivamente para España.


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