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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1961.


 
Discurso en la inauguración del nuevo Seminario Diocesano de Huelva.

Huelva, 25 de abril de 1961.

No podía faltar a la acción creadora en nuestra patria la parte espiritual correspondiente, y ninguna de más interés que la creación de centros como este Seminario Diocesano, que viene a llenar un hueco importantísimo en la formación de nuestro clero.

Me felicito de que haya sido bajo nuestro régimen y bajo mi mandato cuando haya podido lograrse esta vieja aspiración de la provincia de Huelva de tener su obispo y su seminario; este anhelo que por la bondad del Sumo Pontífice ha podido realizarse bajo nuestro régimen, como los otros seminarios y obispados que estaban en la conciencia de España y de los católicos y que tuvieron igualmente realidad en esta etapa.

Todo esto es fruto del cambio político de nuestra patria, que se adelantó veinte años al que el mundo espera. La vida política de las naciones es una continua renovación, de constante progreso político, en el que no pueden estancarse, pues serían rebasados por los acontecimientos.

La sociedad actual no es como la de ayer y la política de hoy no puede ser como la de antaño, en que unas minorías intelectuales de la clase media dominaban, gobernaban a los demás ciudadanos a su capricho. Hoy todos los pobladores de una nación tienen conciencia de su situación, de su fuerza y de sus derechos, y por eso asistimos a una revolución política, a una revolución política enorme, caracterizada por el signo social, y que empujada por un materialismo acabaría pasando por encima de todos los valores espirituales. En estos mismos años y en estos mismos días asistimos a la subversión de las naciones, lo mismo que ayer hubo la subversión de las masas, y que obligan a los pueblos a caminar por cauces nuevos.

La política que no se renueva, muere. Hace cuarenta años se intentó una renovación política. a raíz de la primera guerra universal. Como consecuencia de ella surgieron ensayos políticos que fueron apareciendo
como corolario de la guerra en Europa; de estos intentos de renovación política, la única que permanece es la comunista, que, con sus monstruosidades y errores, no deja de ser una renovación materialista; pero en muchos aspectos a tono con los tiempos. ¡Y esto es gravísimo!

Este movimiento comunista, con un poder de captación, sus intensas propagandas, su preparación para extenderle al mundo, ha llegado a su punto más álgido en estos momentos. Ello reviste gravedad grande para todos los pueblos y una dura amenaza para nuestra civilización cristiana y para la evolución política futura.

Por esto tenemos que felicitamos y dar gracias a Dios de que con veinticinco años de anticipación hayamos previsto lo que en el mundo iba a suceder y hayamos dado satisfacción a las ansias y anhelos generales que se reflejan en todos los meridianos del mundo, lo mismo en África que en Europa, Asia o América, en que las masas sociales y laborales piden justicia, progreso económico, anticapitalismo y eficacia; es decir, la transformación de sus sistemas políticos.

Estas ansias y sed de mejora no pueden servirse con las viejas fórmulas políticas, con los sistemas capitalistas liberales, incapaces, en la mayoría de los casos, de conseguir el resurgimiento de los pueblos, y en un como espíritu de inhibición abandonan el progreso social y el bien común que toda política debe perseguir. 

En este horizonte tan negro sólo el sistema ruso se nos presenta renovado, aunque en él hayamos de considerar dos etapas: la anterior a la guerra y la posterior. Las generaciones nuevas no conocen lo que fue aquella primera fase, cuando tantos millones fueron sacrificados, los azotes del hambre, de los campos infrahumanos de la Siberia, la negación de toda clase de libertades y derechos, todo sumido bajo el terrorismo policíaco. Todo aquello parece pasado y haberse olvidado.

Y, sin embargo, aquello fue y es el comunismo; que a raíz de la guerra, y por necesidades imperiosas, que el comunismo haya tenido que rectificar no tiene nada de extraño. Así, tuvo que rectificar la patria para que los hombres fueran a morir por ella; ha reconocido también las desigualdades sociales para contar con cabezas de inteligencias que le facilitasen el progreso material; ha creado una aristocracia con los mariscales, los políticos, los técnicos y los altos burócratas del Estado. Pero por propia conveniencia, copiando de los países occidentales todo aquello que podía beneficiarle.

Y hoy tenemos una triste realidad: que la marcha material de Rusia ha tenido un considerable avance; pero con ausencia total y sacrificio de los valores espirituales. Y si antes, cuando el terrorismo era más intenso y se enterraba en vida a millones de seres, el comunismo tenía poder de captación para engañar y arrastrar a las masas, hay que imaginarse lo que representa hoy, cuando después de haber sangrado media Europa, y sobre sus ruinas, han podido levantar una economía y ofrecer determinadas muestras de un progreso material.

Esta es la triste gravedad de nuestra hora y la gran trascendencia de nuestro Movimiento, solución española a los grandes problemas de nuestro tiempo. Nosotros hemos dado en España un ejemplo de cómo estimulando nuestros valores espirituales, fomentando nuestras mejores tradiciones, cuidando de las esencias de nuestra civilización cristiana, armonizando la libertad con el orden, se puede realizar una obra de reconstrucción nacional, justicia social, de mejora de nivel de vida, de industrialización y progreso, como estamos contemplando, en lo cual, para mí, una de las piedras básicas es la de la formación de la conciencia española contrarrestando las propagandas nos vienen.

Esa incomprensión llega muchas veces hasta, incluso, a sectores importantes de la Iglesia, que no comprenden muchas cosas por aquel espíritu liberal de que la Iglesia ha de estar separada del Estado, como si la Iglesia pudiera ser indiferente a los errores del Estado y el Estado a los bienes de la formación de la conciencia cristiana; la Iglesia no puede ser indiferente ante un Estado que le permita o no realizar sus fines. No es que la Iglesia se meta en política. Siempre que lo ha hecho ha salido con las manos en la cabeza; sino que no puede estar con aquellos regímenes que le impidan realizar sus fines. La Iglesia está por encima de todo régimen y de toda política.

Yo, como español y Jefe del Estado, agradezco al ilustre prelado de esta diócesis el celo apostólico que despliega en la formación de la conciencia de sus ovejas y el calor y cariño que pone en el orden social en plena armonía con nuestras autoridades por el camino esplendoroso de la redención divina.


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