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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1961.


 
Discurso a los Campesinos de Campillo del Río.

Pronunciado en Campillo del Río, Jaén, el 21 de abril de 1961.


Jiennenses: 

Solamente unas palabras para rematar este importante acto de la entrega de los títulos de propiedad a los colonos de los nuevos regadíos. Con ella culmina la principal etapa en el programa de regadíos de Jaén dentro del plan general de transformación de esta provincia. Su trascendencia se agiganta. Si analizamos la historia y la vida anterior de España, solamente hace siglo y medio, en los tiempos del Rey Carlos III, se percibe una inquietud real respecto de estos problemas, que se traduce en la fundación de aquellos pueblos que recibieron el nombre de aquel gran Monarca, como son La Carlota, La Carolina y otros más pequeños lugares, que si lo comparamos con la obra realizada hoy, se contrasta la grandiosidad de lo que nosotros hemos acometido.

Pero esto se explicaba en aquellos tiempos en que España era la cabeza de un Imperio y en los que por responder a aquella alta misión volcaba sus hombres, sus caudales y sus mejores esfuerzos en colonizar y dar vida a sus grandes provincias ultramarinas, que un día pudieron separarse del viejo tronco plenas de vida, de riqueza y de posibilidades; porque no en vano España les había dado todo cuanto tenía.

Aquellas tierras fértiles y vírgenes reclamaban toda la atención de la nación, mientras se abandonaba el propio solar. ¿Quién iba a esforzarse en enmendar y cultivar tierras pobres cuando en América se le ofrecían otras inmejorables?

Pero desde entonces han pasado muchos años, ha transcurrido más de un siglo, sesenta y tres años desde le pérdida de los últimos jirones de nuestro Imperio, y tiempo hemos tenido para haber vuelto la vista a nuestro propio solar y transformarlo; por qué no se hizo es la cuestión; la clave está en el predominio en España de una política extraña a los intereses de la Nación, y esa política hizo qué España viviese en las circunstancias de que es muestra vuestra provincia, con el abandono de los campos, la ausencia de una industria y en general en el máximo de los abandonos en que podía caer una nación.

Y esto quiero decíroslo como lección, para que aprendáis y no olvidéis que todo esto que nosotros hemos hecho y hemos acometido pudo hacerse muchos años antes, con más medios y menos coste, cuando la nación disponía de más facilidades. Y no se hizo, aunque los hombres éramos sensiblemente los mismos; porque sería una pretensión vana que nos consideremos superiores a los que nos precedieron; no señor; samas dignos descendientes de los que nos antecedieron; lo mismo que nuestro soldados de hoy son parejos de los que asombraron al mundo con sus esfuerzos, conquistaron América y recorrieron el mundo con sus banderas. Así lo demostramos en nuestra Cruzada como en todas las ocasiones que nos pusieron a prueba. filo somos distintos; lo que es distinta es la política, el ambiente; lo que no podía ser era aquella consigna extranjera de españoles contra españoles que, al no podernos vencer cara a cara, inventaron en el extranjero para enfrentarnos con nosotros mismos. y desde entonces, en lugar de marchar juntos en una dirección, aunando nuestros esfuerzos, nos vinimos desangrando en luchas intestinas.

El hecho es que, por haber sufrido esta política durante más de un siglo, esta generación tiene que superar el abandono de otras muchas generaciones y enfrentarse con problemas gravísimos. Y uno de los más grandes ha sido el abandono de nuestros campos.

El ministro de Agricultura os ha expuesto de manera magistral las líneas generales de este «Plan Jaén» y las posibilidades de esta provincia. y yo os digo que ese esfuerzo que estamos haciendo en Jaén y en Badajoz se está realizando, en mayor o menor escala en todas las provincias españolas. Es decir, que no solamente es en Jaén donde se vierte el esfuerzo y los medios de la Nación, sino que se atiende a todas las inquietudes, acudiendo adonde hay una cosa que corregir o una miseria que remediar o aliviar, allí va el nuevo Estado, y con él están los españoles en un impulso de solidaridad; problemas que por su magnitud no se pueden resolver en un día y requieren la continuidad y la constancia para que se resuelvan, como estamos haciendo en Jaén.

Una revolución no basta con quererla y enunciarla, sino que hay que saberla hacer, hay que tener un ideario, crear unas leyes y constituir un estado de derecho, si queremos que la revolución triunfe y la Nación se transforme.

¿Cuántas revoluciones han fracasado en el mundo porque no se supo darles contenido, crear aquel estado y forjar los instrumentos? Pues todo eso lo poseyó el Movimiento Nacional desde los primeros días, y así se fueron sucediendo las leyes que nos entrevistaron con los problemas de la Nación y los específicos de nuestros campos. Desde el primer día rechazamos el repartir tierras miserables que produzcan la ruina en seguridad de nuestros labradores; nosotros lo estamos haciendo con las mejores tierras de España, creándolas ames con nuestro esfuerzo, represando o elevando el agua de nuestros ríos y creando patrimonios que no sean la ruina de los labradores. No damos a los labradores los desperdicios de la Nación, sino las tierras más fecundas.

En esto consiste nuestra reforma agraria: transformar las tierras para repartirlas, exigir que los hombres puedan tener jornales todo el año, imponer el que la intensificación de los cultivos responda a la riqueza de la tierra. No queremos señoritismo, sino trabajadores, un pueblo recio y laborioso que levante a la patria en todos los órdenes. Por ello este acto de hoy es la demostración más firme de que nuestra revolución está en marcha.

¡Arriba España!


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