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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1961.


 
Discurso en la reunión del capítulo de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

San Lorenzo de El Escorial, Madrid, 13 de abril de 1961.

 

Señores generales, jefes y oficiales caballeros de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo:

En la exposición que el gran canciller de nuestra Orden ha hecho de la historia y trascendencia de la misma, ha centrado perfectamente la importancia que ha tenido para estimular la constancia y las virtudes en nuestros Ejércitos.

Entre las Ordenes Militares de nuestra Nación, ninguna conserva tan clara y lozana su actividad como la de San Hermenegildo, cuyo Capítulo se ha reunido hoy en este Monasterio de El. Escorial con la solemnidad que estas reuniones extraordinarias han revestido siempre en las contadas ocasiones en que el Capítulo se reunió bajo la presidencia del Jefe del Estado, a todos los efectos su soberano.

Si se examina los momentos en que esta Orden fue creada, inmediatos a nuestra guerra de la Independencia, se comprende la necesidad sentida a raíz de aquellos acontecimientos que conmovieron las entrañas de la Patria, de cuidar de ,los altos valores del espíritu y estimular la cohesión, la unidad y la disciplina de sus Ejércitos, evidentemente alteradas como consecuencia de las vicisitudes por que tuvieron que pasar.

No podía haberse buscado advocación más apropiada que la de colocarla bajo el nombre de aquel santo mártir príncipe español, cuya fe, lealtad y constancia no fueron jamás en la Historia superadas. Su renuncia al reinado y a la gloria y su entrega voluntaria al verdugo antes de renunciar a su fe, había necesariamente de producir grandes frutos. Así, fue la conversión al catolicismo del Rey su padre y la subsiguiente de toda España bajo el reinado de Recadero, que vino a constituir el hito más importante en la vida de nuestra Nación.

Aspiraba nuestra Orden, siguiendo tan alto ejemplo, a lograr un mejor cuidado del honor y de las altas virtudes militares, constituyendo un preciado galardón otorgado a la constancia en el servicio sin mácula. El imprimir al militar el cuidarse de mantener siempre limpia su hoja de servicios, el evitar por todos los medios echarla una mancha que no pueda lavarse y el sujetarse anualmente al juicio formal de sus superiores, ha sido el norte durante siglo y medio de toda la vida militar de los cuadros de mando del Ejército, bajo la custodia fiel del Capítulo de la Orden, presididos por su gran canciller, cuyo cargo va unido al del general presidente del más alto Tribunal de justicia militar de la Nación.

Pese a la rigidez y exigencia de su Reglamento, la Orden de San Hermenegildo imperó sin interrupción al correr de su siglo y medio de existencia, ejerciendo su acción beneficiosa en todas las grandes crisis de nuestra Patria. ¿Cuántos desde su nacimiento prefirieron, como su Patrono, la muerte al deshonor? Bien recientes están los casos gloriosos de tantos compañeros que durante nuestra guerra de Liberación escogieron la muerte a servir con las armas en el ejército rojo contra el interés supremo de la Patria. ¡Cuánta constancia y renuncias gloriosas!

Hay que vivirla para comprender la cantidad de mortificaciones y renuncias que entraña la vida militar: la subordinación sin réplica ni vacilación a los mandatos del superior, el sacrificar siempre vida y familia a lo que el deber nos marca. ¡Y qué fácilmente se puede caer en la censura, perdiendo para toda la vida este bello y honrosa galardón!

La Orden es tan seria y se hila en ella tan delgado, que recuerdo siempre la impresión que me causó en la juventud, siendo yo comandante, el conocer que uno de nuestros más distinguido y preclaros generales de la guerra de África, que iba a ser destinado de presidente al Consejo Supremo de Guerra y Marina, no lo fue porque muchos años antes le había sido negada la Cruz de San Hermenegildo. Aquel dignísimo general tuvo que pasar por el dolor de presentarse al Ministro y rogarle no le hiciese al final de su vida pasar por la mortificación de tener que encargar a otro teniente general subordinado el ejercer la gran cancillería de la Orden por no poder él desempeñarla.

Si en todos los tiempos la Orden de San Hermenegildo tuvo una acción beneficiosa sobre los cuadros de jefes y oficiales, resistiendo a todos los vendavales que la Patria sufrió, en los tiempos que vivimos alcanza una importancia todavía mayor ante la invasión materialista y la honda crisis en el mundo de los valores del espíritu.

Si al Ejército se le encomienda el ser depositario fiel de las esencias de la Patria, tiene que cuidar como su más estimada joya el honor yesos altos valores espirituales.

La afirmación de este vigor, fortaleza y cuidado de nuestras virtudes es la alta significación del acto a que asistimos.

Queda clausurado el Capítulo de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.


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