INICIO

LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1960.


 
Discurso en la Inauguración del Centro de Formación Profesional acelerada núm. 2, de Barcelona.

Barcelona, 07 de mayo de 1960.

Solamente unas palabras para felicitar a la Organización Sindical, a las jerarquías, a los monitores de este Centro y a cuantos han ayudado o han puesto su celo en la culminación de esta obra, y que vienen logrando que por la geografía de España se multipliquen estos Centros que, como decía Solís hace unos momentos, vienen a llenar una gran laguna en la formación del hombre español.

La situación de atraso en la formación profesional y especialización de nuestros trabajadores es una herencia del siglo liberal, de su anarquía; de aquel dejar hacer, que era no hacer, que producía aquel estancamiento en nuestro progreso. Así como en la naturaleza todo es equilibrio, de la que se nos ofrece como modelo la colmena con sus abejas, en la que sin inteligencia, sin las dotes superiores del ser humano, todo es orden. eficacia y armonía; en cambio, los que recibimos el don tan preciado de la inteligencia, la malgastamos en ese dejar hacer, en solamente pensar en los derechos, pero no en cumplir los deberes que durante tanto tiempo ha hecho que los esfuerzos de los españoles, en lugar de unirse en una marcha ordenada, se enfrenten y anulen; de ahí el no avanzar, cuando no el retroceder, en la marcha que la perfección de la humanidad demanda.

NUESTRO MOVIMIENTO ES EMINENTEMENTE SOCIAL

Nuestro Movimiento Nacional ha surgido contra el abandono y la anarquía. Es la no conformidad con un estado de cosas que nos precipitaba en el caos; es un Movimiento eminentemente social, notoriamente humano; un Movimiento que persigue el bien común, ese fin político tan manoseado al correr de los años y que, sin embargo, en la práctica de aquellos sistemas jamás se realizaba, viniendo a constituir ]a peana sobre la que se alzaban las ambiciones de los hombres que posponían a sus pasiones el bienestar general de nuestro pueblo.

Por ser nuestro Movimiento político, es eminentemente social. Si dejara de ser social quedaría vacío de contenido, ya que en nuestra era lo político ha venido a ser eminentemente social.

EL RÉGIMEN VIENE A DAR SATISFACCIÓN A TODOS

Nuestro Régimen tampoco es exclusivo de una clase. Viene a dar satisfacción a todos. Y esto no podría alcanzarse si dejáramos sumidos en la anarquía a una masa de hombres sin preparación y sin trabajo, abandonados a sus propios medios. La vida es como una gran cucaña, como esas competiciones ciclistas, del deporte, del fútbol; esos torneos en los que ponemos tanta pasión que requieren trabajar en equipo y que se dan también en la vida de los pueblos. Existe una competición real entre las naciones, entre las economías; y si los pueblos no se preparan para esas luchas y no van todos a una, obedeciendo a una voz y aunando sus esfuerzos, en una dirección, serán rebasados por los más preparados, y los fuertes pasarán por encima de los débiles, que se ahogarán en su propia miseria.

Esta es la mejor realidad del Movimiento Nacional, que desde el primer momento lucha por el bien común, por la justicia y el bien social entre los hombres y las tierras de España; preparando a la Nación para esa lucha, dictando leyes sociales que fortalecieran y transformasen toda la vida española.

Muchos que desconocen el pasado pretenden tacharnos de que vamos con calma. Y yo llamo la atención de esos españoles para que piensen cuál es la herencia que recibimos; cuál era la situación de España; cuáles eran las luchas sociales esterilizadoras de todo avance y progreso humano y económico; cuál era la base económico-social de que partimos; quiénes se llevaron el oro de la Nación; quiénes arruinaron sistemáticamente la producción española; quiénes la abandonaron y negaron al Estado el derecho o, mejor dicho, el deber de realizar la transformación de la Nación creando nuevos puestos de trabajo, despertando riquezas, multiplicando bienes, levantando nuevas fuentes de colocación para sus hijos y para el empleo de todos sus brazos.

Hemos de recordar que cuando vino la República, su primer acto fue suspender todas las obras públicas españolas, calificándolas de derroche. ¿Y qué eran las obras públicas que se habían concedido en tiempos del general Primo de Rivera? Pues nada menos que el riego futuro de nuestros campos, el levantamiento de nuevas fábricas, el refuerzo de nuestra economía. Evidentemente, con aquella suspensión se quería el hambre y la miseria para mejor especular con ellas. Nosotros, sin embargo, con la Nación despojada de todo, nos hemos tenido que encarar con aquellos problemas. Y si hoy hemos tenido una ligera contracción, es la necesaria e indispensable para seguir marchando. La herencia que nosotros recibimos fue una herencia ruinosa. Todo eran deudas, no teníamos ni disponíamos de nada. Decían nuestros adversarios que nos dejaban y abandonaban una nación inviable, imposible de levantarse. Así lo creían también no solamente los que se marcharon, sino muchos de los que se quedaban.

REALIDAD DE UNA DOCTRINA

Pocos eran los que creían en las posibilidades del pueblo español, en su capacidad y espíritu para poder salir de aquella situación con nuestro propio esfuerzo. Sin embargo, éstas eran las grandes probabilidades que ofrecía el Movimiento Nacional, el atesorar unas esencias políticas impregnadas de fe en España, de una virtualidad en potencia, y una doctrina que nos ofrecía soluciones y cauces para poderlo conseguir. Así pudimos encararnos con el gran problema de dar de comer a 28 millones de habitantes y hacer que en ningún sitio faltase lo indispensable para la vida y para el trabajo, y que no sólo pudiéramos sostener la vida económica de España, importar el algodón para vuestras fábricas y las materias primas necesarias para vuestros establecimientos, sino también el lograr un progreso sustancial; todo ello sin una divisa, sin una ayuda exterior ni una mano que se nos tendiese.

Nuestra marcha fue eficaz y progresiva, con vistas a levantar nuestra economía y nivelar nuestra balanza de pagos, que nos permitiera como primera meta una estabilización; que las cuatro pesetas que pudiera ahorrar un hombre en España conservaran su valor de compra y no se depreciasen. Y teníamos que conseguir, al mismo tiempo, que en aquel período indispensable, y en el que forzosamente tenían que producirse fenómenos de carestía, no fuera sacrificada la situación de la mano de obra. Y por ello tuvo que llegarse a un aumento progresivo de los salarios, al no poder detener los precios, aunque, como ocurre siempre, los salarios serían a plazo corto rebasados por los precios. Su límite y su parada estaba en alcanzar una producción y un equilibrio que nos permitiera enfrentamos con la estabilización. No cabía otra política que crear, producir y multiplicar en España todo lo que en nuestra Nación pudiera lograrse, multiplicando fábricas, estableciendo riegos, reforzando por todos los medios la balanza de pagos para poder enfrentamos con el momento de la estabilización.

Para pasar a la estabilización, no cabe duda que existen algunas cosas que no pueden subsistir, que se habían forjado sobre la especulación y la escasez y que forzosamente tenían que caer. Hemos procurado que en esta situación de estabilización los daños fuesen los mínimos posibles, y hoy podemos considerarlos en franca marcha de recuperación. No nos hemos detenido en el camino para retroceder, sino precisamente para todo lo contrario, para avanzar, tomar nuevas fuerzas y lograr un avance mayor. Y en este sentido hemos de considerarnos satisfechos de que la situación española sea francamente buena y que pronto nos permita recoger el fruto de nuestros sacrificios.

Pero es indispensable que en esa gran concurrencia universal, en esa competición de las naciones, la nuestra, lo mismo que sucede en las competiciones deportivas, se prepare físicamente para, con nuestro esfuerzo y nuestra unidad, y sobre todo con nuestra productividad, alcanzar las metas perseguidas. Tienen todos que convencerse que no es posible la mejora social si no hay un paralelo y real progreso económico.

Podría llevarse la justicia distributiva a los extremos más avanzados; pero sí la economía no progresa, si los bienes y la renta nacional no aumentan y, en cambio, la población se multiplica, el reparto sería mísero. Por esto la productividad es necesaria, importa al trabajador más de lo que él mismo supone. Y en este empeño todos somos actores, y a unos nos corresponde la responsabilidad de dirigir y a otros la de obedecer y producir.

Y estas instalaciones son un pedazo de esta gran obra que viene a llenar una laguna anterior: el abandono de las generaciones que nos precedieron, porque para el futuro, para vuestros hijos y nietos, para las futuras generaciones, España cuenta con organizaciones y fuerzas suficientes para que no se den estos casos; hoy tenemos que servir y transformar a los hombres que han tenido la mala suerte de vivir en años anteriores. A ellos están destinados estas realizaciones.


   ATRÁS   



© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.007. - España -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com