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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1959.


 
Discurso a la Junta de la Hermandad Nacional de Alféreces Provisionales.

26 de febrero de 1959.

Nada puede ser más grato para mí que el contacto con los oficiales de nuestra guerra, con los alféreces provisionales, con los combatientes de nuestra Cruzada y con aquellos hombres que por su patriotismo, su instrucción y su preparación estaban en condiciones de encuadrar los contingentes que se movilizaron para la salvación de nuestra Patria.

En todos los momentos de la vida de España, en todas las ocasiones de sus grandes crisis, como en nuestra guerra, llamada de la Independencia, fueron los estudiantes universitarios, los bachilleres de la Nación, los muchachos de las clases medias más preparados intelectualmente los que improvisaron en aquellas horas los cuadros de los Ejércitos. Así hubo de ocurrir en nuestra Cruzada: el patriotismo que arrastraba legiones de voluntarios a nuestras filas nos imponía un encuadramiento para el que no bastaban, como era natural, los cuadros profesionales: un millón doscientos cincuenta mil hombres tuvimos sobre las armas. Fué necesario improvisar, aprovechar las extraordinarias características de los más preparados y sus afanes patrióticos para encuadrar aquellas masas.

Y fuisteis vosotros, los alféreces provisionales, los que nos facilitasteis la solución de aquel problema, los que con vuestra conducta ejemplar marchasteis delante de nuestras secciones en las vanguardias, los que disteis a nuestros soldados ejemplo análogo al que tradicionalmente dan los oficiales provisionales en las guerras chinas; fuisteis hombres fieles y leales que encuadrasteis a la juventud española y mantuvisteis la fe y la seguridad en la victoria. Por eso encierra para mí una gran ilusión el recuerdo de aquellos días, el de aquella colaboración estrecha entre nosotros; la evocación de aquel generoso desprendimiento de lo que es más caro para el hombre: la familia y la vida que ofrecisteis para obtener el éxito y la victoria en nuestra Cruzada.

Pero la Cruzada nuestra no termina con la guerra, no se acaba: no basta con haber salvado a la Patria, no fué suficiente que arrancáramos el laurel de la victoria para poder descansar; es necesario que seamos los guardianes de aquella victoria, los mantenedores de aquella obra; que si logramos hacer que España despertase no fué para que pudiera volver a caer, sino para que marche por el camino de su grandeza, y esto se logra si mantenemos los lazos estrechos, si conservamos nuestra hermandad, nuestro compañerismo, nuestros ideales, si no dejamos que esos ideales perezcan en la lucha por la vida, si sabemos inculcarlos a nuestros hijos, si aseguramos que las generaciones futuras sepan lo que le deben a las generaciones pasadas y si conseguimos que este Movimiento de la Nación hacia su grandeza no sea nunca interrumpido. Y para ello es necesario el esfuerzo de todos los españoles, y entre todos los españoles principalmente, los esfuerzos de los mejores, de los que tanto se distinguieron, de los que hicieron entrega de sus vidas y de sus seres más queridos por esta España nueva.

Por eso yo agradezco de todo corazón este momento, esta satisfacción que me dais de la comunión con vosotros, y al mismo tiempo la seguridad de que esta Hermandad de los Alféreces Provisionales tendrá una continuación en el tiempo en servicio del bien y de la prosperidad de la Patria.

Muchas gracias a todos; os aseguro que me agradan mucho vuestras conclusiones. Yo procuraré estar con vosotros el día primero de abril, fecha en que seguramente será inaugurado el Valle de los Caídos.


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