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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1958.


 
Discurso a los representantes del Mutualismo Laboral.

23 de octubre de 1958.

Productores: 

Solamente unas palabras para agradeceros este homenaje que me rendís, hijo de vuestra generosidad y de vuestro cariño. En estos veinte años de la vida de España he venido siempre sintiendo vuestro calor y vuestro apoyo. En todos los momentos graves de la vida de la Nación habéis respondido como un solo hombre a los dictados de la Patria. Por ello mi gratitud es más profunda, porque habéis afianzado las raíces del movimiento social y nacional que viene cambiando la suerte de España.

El estado de la Nación que recibimos, nosotros no lo habíamos creado. Heredamos una Patria con sus defectos, debidos a nuestras viejas divisiones, a nuestras luchas intestinas, a una violenta lucha de clases que esterilizaba todos los esfuerzos e impedía que la Patria progresase, que la justicia reinase y que ninguna legítima aspiración pudiera lograrse. Aquella siembra de diferencias, de odios y rencores forzosamente había de conducirnos al desastre, del que el Movimiento Nacional vino a salvarnos.

Si nuestras realizaciones económicosociales hubieran podido empezarse hace cincuenta o sesenta años, habría cambiado hoy la estructura de España, que estaría a la altura de los países más adelantados; hubieran sido entonces muy fáciles de acometer; pero no lo vieron o no quisieron verlo aquellos políticos de profesión que especulaban con una política que entrañaba la ruina de la Patria.

Nosotros queríamos y ansiábamos una España. mejor, una España más noble, más justa, mucho más generosa. Esto era lo que de verdad unía en una noble aspiración a todos los españoles, y sólo constituía una minoría insignificante la que no compartía esos anhelos. Por eso nuestros primeros pasos, desde los albores de nuestra guerra de Liberación,. fueron para sentar los jalones, mediante el Fuero del Trabajo, de lo que había de ser la España futura. No nos conformábamos con la España anterior; queríamos una España fuerte, una España grande, una España social, una España rica, una España próspera, en la que pudiéramos elevar el nivel de vida de los españoles. Y todo ello lo teníamos que lograr con nuestro esfuerzo y con nuestra inteligencia, respaldados por nuestra unidad y nuestra disciplina. En este propósito nuestra voluntad es tanta que lo que hasta hoy hemos conseguido en este orden nos parece poco; pero, sin embargo, si miramos atrás, como decía el señor Vidales, entonces nos parece todo lo contrario, que hemos avanzado realmente de prisa.

En este particular es preciso consideremos que una nación no puede satisfacer las necesidades de dar un nivel de vida alto a sus naturales si no aumenta su renta, si no intensifica su producción, si no multiplica las fuentes de producción y de trabajo y en todos los órdenes no transforma la economía. No podemos pensar solamente en el propio problema; hemos de considerar el de los sectores más atrasados de la Nación, y que por un abandono secular tenemos todavía miles de campesinos en el norte de España, en el noroeste y en el sur con rentas anuales muy débiles, con un ingreso anual que no pasa de las cinco o seis mil pesetas por familia.

¿Cómo podrán vivir esos hogares con tan pequeños ingresos?

Estamos empeñados en la tarea de cambiar todo esto. Hay que pensar que son muchísimos los vacíos que en este orden la Nación necesita llenar. Y para lograr su mejora no nos basta con llevarles una ordenación en la previsión social, en las mutualidades, en las inversiones; es necesario cambiar completamente la economía de su empresa, buscarle mayores rendimientos, más productividad. Por lo tanto, tenemos necesidad de ir con paso firme, pero con prudencia, sin perder nunca la ocasión de dar los avances necesarios e indispensables; pero teniendo en cuenta que nuestra empresa es delicada, grande, ambiciosa, y necesita del sacrificio y del esfuerzo de todos.

Si nosotros pagamos las consecuencias de los abandonos de ayer, tenemos que hacer que la herencia que dejemos a nuestros hijos y nietos sea mucho más pródiga, mucho más generosa que la que a nosotros nos legaron. Y, repito, esto lo tenemos que lograr por nuestro esfuerzo. Por eso tantas veces os he pedido la disciplina y el sacrificio, para que podamos superar los defectos de la economía actual.

Habéis de pensar que vivimos en un concierto mundial; no estamos aislados. Los países no pueden vivir aislados, necesitan del intercambio de sus productos, exportar e importar, recibir los elementos indispensables para la vida. Mas para todo eso tenemos unos límites que nos marcan los precios internacionales, a los que tienen que ajustarse nuestros costes de producción. No cabe hacernos ilusiones de que podríamos aumentar los salarios y mejorar la vida, que sería una ficción sin un aumento de rendimiento, ya que los precios irían siempre galopando por delante de los salarios y padeceríamos lo contrario de lo que nos proponíamos.

Yo os digo y os prometo que todo cuanto sea humanamente posible para perfeccionar el sistema, para la seguridad social y mejora de vuestro nivel de vida, se realizará; pero sin poner en peligro la marcha del conjunto de la Patria, porque ya habéis visto que si miramos para atrás y comparamos nuestra situación de hoy con la de hace veinticinco años, a pesar de que nuestra ambición va por delante de lo conseguido, nos encontramos con una grande, con una honda diferencia. Y esta diferencia continuará aumentándose ventajosamente si mantenemos la disciplina y la unidad en nuestras realizaciones sociales.

Con estas mutualidades se ha logrado en parte una de mis grandes aspiraciones, que es la de la mejora de las relaciones humanas. Yo creo que España, motivado por las viejas luchas de clases, había abandonado sus relaciones humanas, deshumanizando la empresa, no sentía el problema humano. Este contacto de las Juntas rectoras de las mutualidades, donde el empresario, el técnico y el obrero se encuentran y se ponen de relieve las necesidades, donde no se vive de prisa y con frivolidad, sino que se tiene en cuenta la compleja realidad de los problemas de los obreros, de las exigencias de la producción, establece unas íntimas relaciones humanas y se empieza a practicar la hermandad y la seguridad entre los hombres y las tierras de España.

Por eso yo aspiro a que estas relaciones humanas se perfeccionen; que en todos los órdenes de la administración tengan cada día más parte las representaciones de los obreros; que todos tengan un verdadero conocimiento de la empresa; que las empresas que los tengan liquiden los tapujos y que todos puedan trabajar unidos por el bienestar general y la mejora de la Patria.

Os agradezco estos sentimientos y esta generosidad que habéis tenido al hacerme este homenaje y os prometo continuar firmemente la obra emprendida en el mejor servicio de la Patria y de los españoles.

¡Arriba España!


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