INICIO

LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1958.


 
Discurso pronunciado en la fábrica de armas de La Coruña.

07 de septiembre de 1958.

Mi general, señores generales, jefes y oficiales: 

Ante todo unas palabras de cordial saludo a estas guarniciones gallegas, tan unidas a mí no solamente por mi nacimiento, sino porque en estas tierras fue la iniciación del mando en mi carrera militar. Más tarde volví a Galicia, ya de general, y pude ejercer el mando en esta comarca y tomar contacto con todos los jefes y oficiales, con todos los regimientos y con las distintas guarniciones. Entonces pude apreciar mejor, ya desde la altura de una posición militar, el elevado espíritu, la gran inquietud en el servicio, la enorme labor de la oficialidad de estas cuatro provincias gallegas, que había de ponerse de manifiesto rápidamente, cuando las necesidades de la Patria hicieron sonar el clarín del Alzamiento, al que acudieron como un solo hombre todas las guarniciones gallegas, que fueron base del Movimiento Nacional, porque con su esfuerzo, con su espíritu y su trabajo, pese a su gran modestia, liberaron una gran parte de los territorios del Norte y contribuyeron con su gran demografía a nutrir de soldados a la mayoría de las columnas españolas, que aunque tuvieron otros nombres por la base de que partieron, en ellas el soldado gallego fué uno de sus elementos básicos. y estas unidades gallegas, ron su gran espíritu de combate, facilitaron el que pudiéramos mirar el porvenir de la Patria con una tranquilidad y seguridad realmente notables.

Hoy, al venir a inaugurar la nueva Fábrica de Armas de La Coruña, no podemos olvidar cómo empezó esta fábrica, cómo tuvo que improvisarse, como tuvimos que hacer en gran parte de España, para la fabricación y el sostenimiento de nuestro armamento. Entonces brilló nuestra gran capacidad de improvisación, ya que al principio de la campaña de Liberación no poseíamos más fábricas que las de Sevilla y Granada; es decir, que en el Norte nos faltaban absolutamente todos los elementos. Y, sin embargo, en pequeños talleres y en fundiciones modestas se improvisó nuestro municionamiento, como ocurrió en Extremadura, donde convertimos una modesta fábrica de tapas de alcantarilla en fábrica de granadas de fundición acerada, que, con otras similares, contribuyeron a satisfacer nuestras necesidades, sin que en municiones de cañón tuviéramos que acudir a comprar en el extranjero, pues en materia de municiones de artillería todo fué producido en España. Y al compás que íbamos conquistando el territorio se iba ampliando progresivamente esta producción en escala todavía mayor.

Así nació la fábrica de La Coruña.

Bajo el cañón enemigo, la fábrica de Oviedo, y en la imposibilidad de producir, se hacía necesario trasladar sus medios a otra parte, una vez establecida la comunicación. Sus máquinas salieron por carretera para La Coruña, y aquí continuaron su producción de armamento.

Por mucho que se realice ahora no tiene comparación con el esfuerzo que hubo de llevarse a cabo en aquellos días, con el mérito de que en aquellos momentos, unas veces, como aquí, en grupos escolares, Y otras en garajes o almacenes, en el Norte, como en el Centro o el Sur, se improvisaron fábricas que atendieron en todo momento a nuestro municionamiento. Al mirar hoy hacia el futuro, hemos de tener en cuenta que la guerra ha cambiado de dimensión. Vosotros lo sabéis muy bien. Así como España durante mucho tiempo pudo servir y forjar sus armas porque la demanda de los ejércitos era modesta y limitada, hoy la dotación de los ejércitos modernos, por el avance considerable de la industria, no permite ya a las naciones medias y pequeñas atender por sí mismas a todas las necesidades de su armamento y producción de la guerra. Las naciones, en general, pasan a ser sumandos de una suma y deben procurar cada una en su campo ser un fuerte sumando, aspirando en la medida de lo posible a depender lo imprescindible de la suma, porque nada hay mejor que la fortaleza propia.

La guerra hoy tiene tres fases: la primera, que es la que pudiéramos llamar del duelo aéreo, de los grandes bombardeos, de la acción estratégica de los mismos, de los proyectiles atómicos y otros adelantos que ya han tomado carta de naturaleza; pero esto sólo constituirá el primer acto. Una vez obtenida por uno de los bandos la superioridad o el equilibrio por las destrucciones mutuas, llega la fase de las armas tradicionales. En ella, las grandes naciones que poseen una potente industria y adelantos científicos, pesan de un modo aplastante en el campo de batalla. La baza estará en manos de las naciones que tengan más medios y puedan echar sobre el adversario la potencia de esa masa.

Este es sólo el segundo acto, porque no gana la guerra el que aplasta con sus medios materiales, sino quien logra imponer la voluntad al enemigo. Y constituye un tercer acto la defensa del territorio, el alzamiento armado, el no entregarse.

Napoleón tuvo sobre nosotros en su tiempo la ventaja de poseer el único Ejército organizado y potente de Europa, tanto como pudiera serlo el día de mañana el de una nación muy poderosa. Nosotros apenas teníamos Ejército, sí, pero en cambio tropezó con todo el país, con nuestra resistencia armada, con nuestros espléndidos hombres, con nuestras virtudes raciales, con el incomparable espíritu y patriotismo de los españoles. Y eso que pasaba entonces, cuando las guerras no se perdían para cien años, tiene hoy también una mayor trascendencia. Nosotros hemos de contar con nuestra preparación, desde luego, procurando la mayor potencia, pero también con nuestros hombres y con nuestro patriotismo, para de este modo, además de ser un sumando poderoso en esa suma, poder en último extremo asegurar de modo eficiente la defensa propia. Debemos, pues, prepararnos con nuestras armas portátiles, con todos los medios ligeros que poseamos, para en cualquier circunstancia, conjugando armas y terreno, asegurar nuestra independencia y libertad.

En nuestra preparación para la guerra no podemos olvidar el ejemplo de pueblos jóvenes como los Estados Unidos, que con su potencia pesan hoy en el mundo de manera formidable. ¿Cómo lograron esa potencia? Porque antes se han preparado concienzudamente en el orden industrial, en el orden científico y en el económico; se han preparado para poder servir a la nación, y con ello a las necesidades de la guerra. Desde luego, han realizado un constante y grande esfuerzo. Ello nos demuestra que a la preparación para la guerra es necesario que le siga un esfuerzo paralelo, intensísimo, en el orden económico, en la industria y en el científico, si queremos pasar a ser un día un sumando fuerte en el concierto de las naciones del mundo.

Esta es, pues, la tarea que el Régimen se ha impuesto con objeto de que si llegase la guerra no nos cogiese desprevenidos y pudiéramos triunfar de todos los avatares. Para ello es necesario en todo momento que esa labor sea respaldada por una unidad y un gran espíritu, ya que hoy no sólo existe la guerra declarada, sino que también hay la guerra fría, la del caballo de Troya, que persigue la descomposición interna con el empleo de los hombres de doble nacionalidad, las subversiones políticas, etc., etc.

Por todo ello insisto en que es conveniente para todos la unidad política en el país, la unidad política forjada sobre la base de principios patrióticos, nacionales, inmutables. Esta labor es en la que todos debemos colaborar con ahínco, como yo espero de todos vosotros.

Y nada más que daros un abrazo y desearos mil felicidades.

¡Arriba España!


   ATRÁS   



© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com