INICIO

LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1957.


 
Discurso con ocasión de la Audiencia concedida al Consejo Provincial de F.E.T. y de las J.O.N.S. de Barcelona.

24 de octubre de 1957.

Al reiterarme vuestro Jefe Provincial vuestra lealtad acrisolada tras veinte años de actividad constante al servicio del Movimiento, así como vuestra adhesión y firme voluntad de servicio, quiero transmitiros unos pensamientos y concretaros unos conceptos convenientes a la alta misión que tenéis encomendada.

Vosotros sabéis muy bien cómo existen quienes inconscientemente especulan con nuestro Movimiento político, como si el espíritu y la doctrina del Movimiento no alcanzasen a toda la Nación y sus obras no estuvieran enraizadas en todos los aspectos de la vida española, cerrando los ojos a la realidad, que lo que nuestra doctrina contiene de eficaz y de fecundo es tanto y tan grande que colma de bienes a nuestra Nación.

Si elevamos el nivel de vida de todas las clases españolas, imaginaos las repercusiones de este consumo sobre todas las actividades nacionales: la industria, el comercio, la agricultura; todas las Empresas españolas recogerán el fruto. Si nosotros, dada la importancia que dedicamos en nuestra doctrina a la mejora de la agricultura y los problemas relacionados con el campo, hacemos que las tierras se rieguen, que los montes se repueblen, ¿quién va a recibir el beneficio de toda esta obra? No será sólo una parte de los españoles directamente afectados, aquellos que cultivan, preparan o labran esas tierras, sino toda la economía de la Nación. Y lo mismo sucede en lo que respecta a la solución de nuestros problemas económicos, que aliviarán las cargas de nuestra balanza de pagos y no tendremos que traer de fuera las cosas que nosotros produzcamos. De la intensa industrialización de España reciben los beneficios todos en general: los empresarios, que pueden colocar en ellos sus ahorros; los obreros, que encuentran trabajo en esas fábricas; sus hijos, que sean educados en sus escuelas de aprendices, y el mercado general de nuestros productos.

Es decir, que lo mismo si miramos al campo que a la industria, que a la cultura, que a los Institutos de Segunda Enseñanza Laboral o la Obra de Formación Profesional Acelerada, todo ello son beneficios que la Nación en general recibe.

Y es a los Sindicatos a los que volvemos la vista. Vemos que se ha abierto un verdadero cauce para la colaboración de los hombres en la vida del Estado, donde antes pesaban tan poco esas corporaciones en la vida política de la Nación. Hoy son ellas y las representaciones de las masas sociales las que pesan a través de los organismos públicos, en la legislación española. Todo esto era antes inexistente, todo había de hacerse a través de partidos políticos, que explotaban y desfiguraban las ansias naturales de la población.

El Movimiento es mucho más que lo que la gente se cree Y está mucho más enraizado de lo que piensan los que lo ven de fuera. Por eso he considerado conveniente, cuando con algún motivo nos reunimos, el reafirmar, saliendo al paso de los que pretenden desfigurar nuestro Movimiento, lo que somos y representamos.

El Movimiento Nacional es la unidad entre los hombres y las tierras de España para la empresa política de su resurgimiento y grandeza, representada por cuantos, inasequibles al desaliento, voluntariamente aceptan la disciplina de su servicio.

En el Movimiento están, pues, todos los españoles, aunque lo encuadren y administren quienes voluntaria y disciplinadamente se adscriben a su servicio.

Nuestro Movimiento político nace con la Unificación proclamada en abril de 1937, cuando con la Falange y los Requetés se convocó a todos los españoles a constituir la unidad política de la Nación.

Los principios comunes a cuantos a la Cruzada se unieron y los puntos programáticos que entonces se establecieron constituyeron la base de partida  para su quehacer político.

Cuando un movimiento político se hace nacional tiene que desprenderse de los antiguos exclusivismos, de los partidos que le precedieron. Bien está el honrarse con los servicios prestados en la brecha en los tiempos en que el mejor servicio de la Patria exigía para salvarla de nuestra beligerancia; pero terminada la guerra, nuestra tarea no es ya la de vencer, sino la de convencer.

El que por algunos años tengamos que arrastrar los matices que las viejas luchas políticas acabaron imprimiendo en los hombres, es humano, sobre todo en pueblo tan particularista como el nuestro, y aparece por otra parte natural que en un Movimiento Nacional que a todos abarca, dentro de la unidad en lo esencial, puedan acusarse matices en lo secundario; pero lo que no podría aceptarse es el que por afanes exclusivistas convirtiésemos, aunque sólo fuese aparentemente, las diferencias de matiz en divisiones entre nosotros, que el enemigo, al acecho, explotaría para sus propagandas.

Yo comprendo que todas las gentes no son agudas y que puede haber obcecados que, careciendo de sentido político; crean incluso servir con su intransigencia sus afanes patrióticos, sin apercibirse de que realizan todo lo contrario, pues sólo daños y desprestigio causan a la Patria y al Movimiento.

Constituye un deber inexcusable de las jerarquías y de los buenos camaradas, cuando esos casos se dan, el apartar del error a los que así yerran y traerlos al buen camino; pero si, tercos, persistiesen, el Movimiento debe dejarlos a un lado y seguir su marcha. En realidad no sería más que la selección natural que todo movimiento político está obligado a realizar.

Un deber de los hombres políticos hacia la Nación es el considerar al fin de cada etapa si el movimiento político que acaudillan llena en cada hora las necesidades que la Nación demanda. Por no haberlo hecho así y subordinar la Nación a los intereses de los partidos y no la política al interés y servicio de la Nación, España sufrió tantos quebrantos y años de desgobierno, que aún contemplamos hoy fuera de nuestras fronteras. Por ello hemos de examinar nosotros si las necesidades de la España de hoy responden a las características que imprimimos a nuestro Movimiento político hace veinte años, y si, como consecuencia de ello, tuviéramos algo que rectificar.

La serenidad y calma con que se enfocaron y desarrollaron en el tiempo nuestras leyes constitutivas, y las conquistas alcanzadas durante estos años, han hecho que conserven toda su eficacia y lozanía en la hora presente. El que bajo sus principios se haya podido liquidar una guerra, salvarnos de otra, resistir sus salpicaduras y las conjuras internacionales, despertar una nueva conciencia en la Nación y hacerla resurgir en todos los órdenes, constituye la más perfecta ejecutoria que un sistema político pudiera ambicionar, Esto es lo que une y lo que da arraigo y continuidad a nuestro Movimiento.

Si pasamos a contemplar el panorama desde las perspectivas que el exterior nos ofrece, su trascendencia se dibuja con mayores rasgos, pues al contemplar los males que fuera se sufren y las causas que en su mayor parte los promueven, podemos apreciar mejor los que padeceríamos en esta hora si nuestra Cruzada liberadora no nos hubiera permitido extirpar las causas de nuestros viejos achaques.

No se repetirá nunca bastante: que el mundo camina, sin querer apercibirse, hacia formas nuevas; que el reloj de la Historia no se puede parar en la hora que crean más conveniente para sí las naciones y los grupos políticos; que las guerras vienen acelerando, indudablemente, ese proceso de renovación; que el paso del comunismo por casi medio mundo no constituye un simple azar, sino el proceso natural a que forzosamente tenía que conducir la lucha de clases que el liberalismo aceptó; que es evidente que, con el tiempo el comunismo pasará, que sus errores y aberraciones no pueden mantener eternamente esclavizado a un pueblo, pues sólo por el terrorismo y la fuerza se mantienen. Y, por último, que lo que al comunismo suceda no será nunca lo que le precedió, sino el sistema que sepa conjugar los anhelos de justicia y bienestar social que mueven a la sociedad moderna y lo que en el orden espiritual y nacional han labrado la personalidad histórica de los distintos pueblos.

Por todo ello, nos atrevemos a profetizar que los regímenes de este mundo futuro serán más parecidos a los que nosotros concebimos, en que, con eficacia, se conjuga lo nacional con lo social bajo el imperio de lo espiritual.

El que hace veinte años hayamos definido el sentido social de nuestro Movimiento proclamando el Fuero del Trabajo, y el que desde entonces hayamos venido perfeccionando nuestra legislación social, pese a las dificultades acumuladas en nuestro camino, consiguiendo elevar el nivel de vida de nuestras clases más numerosas con ritmo firme y progresivo, nos adelanta varios lustros en el camino que el mundo, tarde o temprano, pero forzosamente, habrá de tomar.

La importancia que en política tiene el prevenir el futuro y el mostrarse eficaces es lo que viene labrando ante el mundo el prestigio de nuestro Régimen, pese a las campañas tendenciosas interesadas en desfigurarlo. Hemos llegado a constituir en el mundo un hecho, y un hecho trascendente que si un día, por mala información, pudo despertar con la curiosidad las críticas, hoy ha conquistado ya la aspiración y el respeto de los más.

Es importante que todos nos apercibamos de esto para que, siendo sinceros con nuestras doctrinas, no demos al exterior disculpas para aparecer desfigurados.

Pesa, sin duda, sobre nuestra sociedad una influencia derivada de las etapas políticas de antaño, que daban más importancia a las personas que a la doctrina, creando unas ambiciones políticas y un mesianismo que hemos de combatir. Hoy no se puede valorar ya la política por los actos externos, por los discursos o las Asambleas. Lo importante es llenarlos de contenido. Son las realizaciones lo que  permanecen, lo que el viento no puede llevarse.

Un siglo de explotaciones políticas, de caciquismos y de malos hábitos había llegado a imprimir a nuestro país un escepticismo y un desprecio hacia la política gárrula y especuladora de solo apariencia. El pueblo necesita de realizaciones, que le cure o por lo menos le alivie sus males. Que se convierta en realidad la España mejor que le hemos anunciado y que se sirvan con espíritu de servicio y de honestidad los puestos políticos.

Se hace mucho más con la conducta, la honestidad y el celo de nuestros hombres en los Ayuntamientos, en las Diputaciones o en los Sindicatos, sirviendo el interés público, administrando recta y honradamente y sirviendo el interés del pueblo y no acrecentando sus cargas, procurando llevar a las Corporaciones nuestros mejores hombres, que en Asambleas y discursos. Por eso debemos ser parcos en palabras y fecundos en hechos.

Yo, que recorro frecuentemente la geografía española de Norte a Sur y de Oeste a Este con el fin de dar solemnidad a las realizaciones más trascendentales de nuestra transformación industrial y agrícola; que recibo las muestras de gratitud, de admiración y de complacencia de propios y extraños, y que en la administración de la Nación echo un día tras otro, con las naturales dificultades que la elevación del nivel de vida entraña, puedo aseguraros que es tanto lo hecho que pasarán las generaciones y nuestras obras permanecerán, proclamando a los cuatro vientos la eficacia de nuestro Movimiento.

Hay quienes, mirando la inestabilidad pasada, consideran que por haber transcurrido veinte años el Movimiento haya podido envejecer, cuando su fecundidad proclama que se mantiene con igual o mayor lozanía. Somos nosotros los que forzosamente envejecemos. Por eso no podemos adscribir el Movimiento a una generación, por benemérita que sea y por grandes que sean sus méritos y servicios, sino que es necesario proyectar el Movimiento en el futuro, implicando en ello a los mejores hombres de las nuevas generaciones, lo que no se consigue con palabras y con definiciones más o menos felices y eruditas, sino implicándoles en nuestras obras, sirviendo a la unidad y engrandecimiento de la Patria con una conducta ejemplar, procurando ser siempre los mejores y continuando ocupando en los sacrificios el puesto de vanguardia.

Como veis, he procurado sintetizar haciéndoos una declaración con la afirmación de nuestros principios y de nuestra doctrina.

¡Arriba España!


   ATRÁS   



© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com