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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1956.


 
Discurso en la inauguración de los astilleros de la Empresa Nacional Elcano, en Sevilla.

24 de abril de 1956.

Señoras y señores: 

Sólo unas breves palabras para afirmar y respaldar este acto que hoy celebramos: la inauguración de unos astilleros y la botadura de uno de sus primeros buques. Esto, que en todos los momentos tiene una trascendencia en la vida de los pueblos, la tiene hoy más por el lugar en que se celebra: porque esto sucede en Sevilla, en la ribera del Guadalquivir, constituye un jalón importante de nuestra Revolución nacional; una afirmación plena de que nuestra Revolución está en marcha, y una ejecutoria de la capacidad y fecundidad de un sistema político.

Sevilla no se ha apercibido, ni siquiera los más entusiastas sevillanos, de que su capital está llamada a ser un verdadero emporio de riqueza, seguramente de los más importantes de la Europa occidental. La naturaleza la dotó de todos los dones, y, sin embargo, Sevilla vivía dormida desde hace algunas generaciones, de espaldas a sus tradiciones marineras, cuando construía barcos y armaba Escuadras, para acabar mirándose sólo en su hermosa y rica campiña.

La comarca de Sevilla, con ese hermoso valle del Guadalquivir, y en la proximidad de las vegas del Alto Guadiana, va a ser el centro de cuatrocientas mil hectáreas de nuevos terrenos de regadío. No existe en Europa seguramente una concentración tan importante, densa y rica como la de estas tierras cuando el agua discurra por canales y acequias y se rieguen sus campos. Significa millones de toneladas de diversas producciones; y estos productos han de salir en una gran parte por este puerto y, después de transformados, han de tomar las rutas y caminos que los lleves a las capitales de las costas de España y a las del extranjero.

Esto demanda imperiosamente una industrialización, necesita que el espíritu industrial nazca y surja en esta comarca, y nada mejor y, al mismo tiempo, más hermoso para despertar ese espíritu industrial que estas grandes factorías navales que por su dimensión y trascendencia son escuela de técnicos y obreros especializados, que crean un ambiente industrial al tiempo que mueven y alimentan a una serie de industrias auxiliares. Yo espero que estos astilleros sean el jalón fuerte que abra a la industrialización las tierras sevillanas y que a él vengan a sumarse las iniciativas particulares, siguiendo este ejemplo que el Estado les ha dado.

Ello, que es tan esencial para la vida de Sevilla, lo es también para la riqueza de España, y demuestra, una vez más, cómo el Régimen español que hemos creado después de los enormes sacrificios de la Cruzada, está todo él lleno de contenido y admite la comparación franca y ventajosa con los mejores regímenes que se conozcan o puedan plantearse.

Nosotros estamos satisfechos de nuestra obra y desafiamos a que ningún otro pueda aventajarla. ¿En qué época de nuestra Historia ha podido ofrecerse una obra más llena de contenido, de contenido social, de servicio al bien común, de todo eso que es de lo que hay que llenar la política de los pueblos, que la que nosotros ofrecemos? No es solamente en Sevilla donde nacen nuestras industrias y donde se viene creando esta riqueza: por toda la geografía de España la encontraréis, que allí donde se ha apercibido una falta, sufrido un abandono, allí se moviliza la voluntad de un Régimen, la acción de una política, despertando las conciencias, creando nuevas maneras de pensar, levantando a la juventud, convirtiéndonos, sí, en insatisfechos con nuestra propia obra, pero abriendo unos horizontes nuevos, unas ilusiones inmensas; poniendo al país en pie y enraizándole para que nada ni nadie pueda quebrantar esta marcha segura hacia el futuro.

Es muy fácil declarar una revolución, pero para llevarla a término no basta con la voluntad, se necesita el saber forjar sus instrumentos; no basta querer, hace falta poder, y ésta ha sido una de nuestras felices realizaciones. El Instituto Nacional de Industria fué uno de nuestros más valiosos instrumentos, surgió en el momento debido, cuando todos los estímulos a la producción habían fracasado, cuando no bastaban las iniciativas particulares; cuando nació se le hizo un eco de silencio, más tarde la hostilidad crítica de los egoísmos y espíritus mezquinos, contentos y beneficiarios del raquitismo español, que se resignaban a que los españoles padeciéramos un hecho diferencial con el mundo con nuestro subconsumo. No había revolución, no levantaríamos a España ni podíamos pensar en cambiar la suerte de los españoles si nos conformábamos con que el español consumiese menos carne, utilizase menos cemento, menos hierro, menos acero, menos de todo que los demás países...

Surgió el I. N. I. no para competir con las empresas particulares, sino para sustituirlas en lo que no podían ni querían hacer, para estimularlas, para ayudarlas, para mostrarlas un camino, y así, de aquellas críticas primeras, de aquellos recelos, de aquélla gratuita afirmación de la incapacidad del Estado, pasamos a las llamadas al I. N. I., a las voces de socorro al I. N. I. y en poco tiempo vimos salvarse a través del I. N. I. muchas empresas de interés vital que estaban en camino de perecer en manos de los particulares. Y fué a Valladolid a amparar a la C. E. F. A. S. A., cuando sufrió la gran crisis durante la guerra europea y acudió a «Rodalquilar» cuando iba a cerrar quedándose dos mil hombres en la calle; y a ayudar a poner en marcha las minas de Sierra Almagrera cuando se iba a renunciar a su producción; y a otras varias empresas eléctricas que en trance de paralizarse vinieron a pedir el auxilio y la ayuda del I. N. I. para que pudieran terminarse, y hoy tienen una marcha próspera y magnífica. Así fué el I. N. I. a todas partes y así vino a Sevilla, y a Andalucía en general, a ayudarles, a resolverles problemas y a encauzar los en el camino de la prosperidad y de la grandeza.

Esta es la gran virtualidad de nuestro Instituto, que ha venido a ser un magnífico instrumento de nuestra Revolución; que ha creado empresas que, constituyendo una fuente fecunda de trabajo, producen millones, esos millones que íbamos a tirar y que si tenían algún valor era por nuestro respaldo y por vuestra obra, pues en sí mismo carecían de valor efectivo. Valor efectivo que se ve y aprecia en lo siguiente: hoy las empresas del I. N. I. valen algunos miles de millones, bastante más en oro del doble del que se llevaron los rojos; pero no son, como aquéllos, una riqueza estática y mítica, sino una riqueza en movimiento, que produce todos los años varios cientos de millones de pesetas oro, que viene a compensar y mejorar nuestra balanza y que le dan al Estado sólo por impuestos, como todas las demás industrias, una cantidad de millones de pesetas que suponen una cifra muy importante en los ingresos de nuestro Presupuesto. Es decir, que creando riqueza, creando trabajo, multiplicando y levantando a España, creando una vida mejor para los españoles, hemos llenado de contenido nuestra obra política. Obra grandiosa por la que yo felicito al presidente del I. N. I., a todos los que trabajan con él, a los directores de esa empresa y a cuantos, esparcidos por España, mantienen el optimismo y la fe en los destinos nacionales. 

¡Arriba España!


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