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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1955.


 
Palabras pronunciadas en el Instituto Nacional Agronómico al recibir el título de Director «Honoris Causa»

30 de octubre de 1955.

Señoras y señores:

Sólo unas palabras para cerrar este acto, abrumado por el honor que me conferís al otorgarme estos títulos, que recibo y acepto como símbolo de identificación con vuestras inquietudes y de participación en esta tarea común de levantar a España y conducirla por los caminos de la grandeza.

El recorrido de vuestra Exposición, con el recuerdo de los esfuerzos desarrollados durante estos años, son una muestra viva del fruto logrado en estas dos décadas con que finaliza vuestro centenario. Si una política digna de este nombre ha de basarse y apoyarse en la técnica, podríamos también decir que no hay frutos de la técnica si no existe una buena política. Esto se demuestra a través de estos cien años que la ingeniería agronómica ha recorrido. Si nosotros examinamos las obras desarrolladas durante ellos, pese a los avances que en la técnica agronómica se alcanzaron, encontraremos un paralelismo entre la política de la Nación y la marcha de su agricultura.

Esto es tan importante, que ya desde Burgos, cuando aún luchábamos por la liberación de España, sentíamos la inquietud por impulsar y reforzar la economía española, desarrollando la técnica y el progreso en mayor medida, para hacer posible este bien común que toda política debe perseguir.

La agricultura fué desde entonces para nosotros la piedra básica y más importante para el resurgimiento de nuestra Nación. Pronto habíamos de confirmar tan importante aserto al caer sobre nosotros la responsabilidad del gobierno de toda nuestra geografía, cuando agotadas nuestras despensas y arrasados los campos de la zona roja, tuvimos que padecer las privaciones inherentes a la falta de producción, que con los años malos y de sequía pusieron a prueba el patriotismo de nuestro pueblo.

Muchos son los recursos que ofrece la intensificación del comercio exterior con los intercambios naturales; pero las masas ingentes que requieren el alimento de la población humana no caben dentro de él y hay que hacerlo sobre la propia agricultura, multiplicando nuestros recursos.

Y ésta fué la batalla principal que nosotros emprendimos, y que, gracias a vuestra técnica y a una adecuada política de gobierno, en estos años hemos venido superando.

Por haber seguido paso a paso el trabajo que realizáis, vuestras caras y vuestros nombres me son conocidos: no en vano en estos años he venido escuchando vuestros consejos, sabios y prudentes. Soy el primero en admirar vuestra técnica, y por ello puedo deciros, con mí experiencia de estos casi veinte años de gobierno, lo mismo que suelen decir los médicos de la Medicina: que no hay enfermedades, sino enfermos. Esto mismo podemos aplicarlo a la agricultura. Si la técnica agronómica es una, la agricultura en cada comarca es un caso, puesto que cada una ofrece distintas realidades y no son iguales los problemas de unas naciones que los de otras. Es única y es una la técnica y la ciencia, pero son muy distintas las modalidades en su aplicación. Y esto os lo dice quien peregrinando por todos los lugares de España, con la inquietud de la mejora, observa al lado de zonas ricas, de que podemos enorgullecernos, las míseras, ásperas, secas y difíciles, salpicadas de hogares y economías miserables.

La política y la economía de una nación tienen una unidad, que no podemos aislar en sus distintas facetas. Una cosa es que cada uno sirva la tarea que tiene encomendada y otra que creyéramos que solamente el campo agrícola, el industrial o el ganadero fuesen esenciales. Componemos una unidad de destino tanto en lo universal como en .lo político y económico, y así como es importante para España que en las zonas industriales la producción aumente, se multiplique y mejore en calidad, lo mismo exactamente ocurre con la agricultura. Y sería gravísimo que se especulase intentando poner en pugna lo industrial con lo agrícola, cuando tienen un mutuo interés y dependencia.

Es importantísimo que en los problemas agrícolas tengamos en cuenta las realidades distintas entre las naciones y diversas entre las comarcas. Los problemas de las naciones jóvenes no son los mismos que los de las naciones viejas. Así, en los pueblos de Hispanoamérica, por ejemplo, se siente la necesidad de gentes habituadas a las labores rurales, de brazos para el campo, y nosotros, en cambio, creemos sentir el peso de un exceso de población campesina con una tendencia a volcarla sobre las zonas industriales. Yo os digo que esto, que a primera vista puede parecer un peso que cae sobre la agricultura española, es, por otro lado, un tesoro que tenemos que conservar; porque así como es muy fácil pasar del campo, de lo agrícola, a lo industrial, es difícil, o casi imposible, pasar de la ciudad y de la población industrial a la agrícola. Y si nosotros tenemos la riqueza de población campesina, preparada para las empresas rurales que en el campo realizan hoy sus esfuerzos en condiciones difíciles, nuestro deber es ayudarlas y perfeccionar sus medios y su técnica para que hallen remunerador su trabajo. Porque en el campo no sólo hay fincas ideales y fincas grandes, sino que también hay esas mil fincas pequeñas, que pueden y deben ser base de múltiples granjas, como ocurre en muchos países; y si tenemos afición y brazos, mejorando las especies y hermanando lo agrícola y lo ganadero, haciendo que el campo tenga unidad, podremos transformar completamente su economía. Si tenemos una quinta parte de España que apenas produce, tengo la seguridad de que podremos redimirla con nuestro esfuerzo mediante un aumento de riqueza inapreciable.

Esta armonía general entre las distintas partes de la producción es necesaria y en ella estriba una política buena para una nación. Yo os estimulo a preocuparos no solamente de las zonas fértiles y de la brillantez de que da muestra esta Exposición maravillosa, que hacen que surjan cientos de pueblos nuevos a la vida de España cumpliendo una elevada misión social, todo lo cual es magnífico, sino a que logréis la transformación de lo pobre, la transformación de lo miserable, la mejora y dotación en todos los órdenes de esta agricultura y de estas familias, con lo que serviréis no sólo a un deber de justicia, sino a algo que tiene una inmensa proyección social. Esta es la síntesis general de nuestra economía y de nuestras necesidades en el orden agrícola en esta etapa en que os ha correspondido el honor de marchar a la vanguardia con vuestro espíritu de trabajo y vuestra técnica.

¡Arriba España!


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