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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1955.


 
Discurso, en Barcelona, con motivo del día de la Hispanidad.

12 de octubre de 1955.

Excelentísimas señoras y señores:

Sólo unas palabras para agradecer al Instituto de Cultura Hispánica esta distinción que en homenaje a la mujer hispanoamericana y a nuestra egregia Reina Isabel la Católica ha querido realizar al ofrecer a mi esposa la Medalla distintivo de la Hispanidad.

No voy a tomar parte en este torneo de recuerdos históricos en que con galanura inigualada se han mirado y examinado las facetas más importantes de la Hispanidad, de esta gran comunidad de los pueblos hispánicos; pero, sin embargo, pecaría de descortesía si no dirigiera mi saludo y reconocimiento a los embajadores y personalidades aquí reunidos y a cuantos vienen poniendo sus esfuerzos, un año tras otro, en arraigar en nuestras naciones y entre nuestros pueblos este concepto de la Hispanidad, de comunidad entre los pueblos hispánicos. ¡Palabra mágica la de la Hispanidad plena de significado de tantos siglos de vida en común, de tesoros espirituales de nuestros pueblos, de nobleza y de común estirpe; que llenan de contenido eso que hemos dado en llamar la civilización occidental, nunca mejor representada que por el espíritu común de nuestros pueblos!

Si de veras aspiramos a defender aquélla civilización, a llegar a una unidad de pensamiento en el Occidente, hemos de empezar por sumar aquellos valores, aquellos elementos homogéneos, centuplicados en su valor con la fe, la sangre y la cultura comunes y que constituyen una piedra básica para la defensa de la cultura de Occidente.

Apenas hemos nacido y ya tocamos los frutos de este principio de la Hispanidad. Tengo fe ciega en ella y estoy seguro de que si perseveramos en este camino daremos un ejemplo al mundo y tendremos mucho que ofrecer en orden a la paz y al progreso de los pueblos. ¿Quién puede poner en duda que una estirpe que se adelantó varios siglos en la defensa de la persona humana con aquellas leyes maravillosas de Indias, que alumbró el Derecho internacional, cuyo honor tanto a nosotros como a vosotros nos alcanza, porque era hombre hispánico, el gran Francisco Vitoria, quien puso sus jalones, tiene un gran quehacer en el concierto de los pueblos para el mantenimiento de la paz sobre la justicia y el derecho?

Si aislados nuestros esfuerzos se perderían en la ineficacia, juntos seremos un elemento constructivo y decisivo para lograr que la civilización en el mundo sea una realidad sincera sin palabras hipócritas, que desmienten los hechos, que hará triunfar la sinceridad, la lealtad y la hidalguía de aquellos viejos hijos de Castilla que no fueron a alumbrar y conquistar vuestro Continente con fines de codicia, sino a abrir y a dilatar los horizontes para extender la cultura y la fe de Jesucristo.

Si nosotros mantenemos esta espiritualidad en nuestros pueblos y, además, sabemos unirnos y cultivarla; si nuestros pensadores de hoy no se conforman con vivir de los recuerdos de los valores de ayer, sino que saben ellos crear e ilusionar como crearon e ilusionaron los que nos precedieron, yo estoy seguro de que juntos y unidos seremos un valor decisivo en el orden internacional y para la paz y el progreso de las naciones.

Y nada más, que rogaras llevéis nuestro saludo cordial y el amor de España a Portugal y a nuestras naciones hermanas de América.


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