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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado, 1955.


 
Discurso en la inauguración del Instituto de Investigaciones Clínicas y Médicas.

01 de junio de 1955.

Señores: 

Al inaugurar en esta hora el Instituto de Investigaciones Clínicas y Médicas me complazco en felicitar al profesor don Carlos Jiménez Díaz, alma de la Institución, y al cuerpo de sabios doctores que le acompañan en esta obra magnífica de trabajo y de investigación, que eleva la Medicina española al grado que tantos que venían individualmente elevándola soñaron; pero que hoy, gracias a su tenacidad, constancia y espíritu de trabajo, demostrados en estos veintidós años transcurridos, permiten hacer realidad aquel sueño, dándonos un ejemplo de lo que pueden la voluntad humana y la tenacidad cuando se ponen al servicio de un ideal.

Cualquier otro hubiera desfallecido en todos estos años llenos de contrariedades; otros se considerarían cansados de tantos sacrificios y trabajos para poder crear y darle a España un centro de esta naturaleza; sin embargo, a través de todas las vicisitudes y dificultades, el profesor don Carlos Jiménez Díaz continuó fiel a sus ideas, a su espiritual y noble ambición de dotar a España de un Centro de esta índole y elevar la Medicina española al grado a que este Instituto puede hacerlo. Esto será un ejemplo y un estímulo para todos.

Quizá haya sido mejor que la obra haya nacido con los dolores de todo alumbramiento, por la iniciativa particular y magnífica del doctor Jiménez Díaz, y que en este período de prueba para darla vida se hayan concentrado a su lado un grupo de médicos, de inteligencias próceres, que permitieran que por encima de las formalidades y arrastres burocráticos del Estado se haya obtenido la base firme de esta obra que hoy comienza.

Esto nos demuestra que no son vanas las esperanzas que tenemos en nuestra obra y nuestra fe, en la juventud española y en la intelectualidad de nuestro país. Somos un pueblo intelectualmente bien dotado, con gran imaginación y destacadas cabezas, que sólo esperan la unidad, la disciplina, el orden y la racionalización para triunfar. Con ellos alcanzaremos las metas más ambiciosas.

Si a todos los hombres que ponen su ilusión en una obra de esta naturaleza en lugar de la célebre cucaña, de tirarlos los otros de los pies, todos les ayudásemos, obras como ésta estarían en plena floración. Yo confío que este ejemplo del profesor Jiménez Díaz será seguido por todos, como también el de aquellos hombres generosos que le han ayudado con sus esfuerzos y sus medios a que perdure esta obra a través de muchos años.

Recibid, querido doctor, la felicitación de España y del Gobierno español, en la que, no dudéis, todos los españoles nos acompañan y saben agradecer vuestros sacrificios. Así se hace España grande y así se la levanta y se puede gritar 

«¡Arriba España!»


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