14 de
octubre de 1954.
Logroñeses:
A los quince años de la Victoria, esta
explosión de fe de la provincia y de la capital de Logroño,
semejante a las que en este corto recorrido recogí en
Valencia y Zaragoza, son afirmación rotunda de la lozanía de
nuestro Movimiento. Aquella ilusión y entusiasmo con que salieron
los mozos de vuestras casas en los albores de nuestra Cruzada para
la reconquista permanecen puros a los
quince años de la Victoria; espacio de tiempo que podemos
dividir en tres etapas: cinco años de guerra universal, cinco años
de posguerra y cinco de reconstrucción. En la primera, la guerra
universal, que fué la más penosa, carecimos de todo, al
acumularse una guerra universal sobre la liquidación de la
propia; los cinco años de posguerra, en que, cuando debíamos
disfrutar de una compensación a nuestros sacrificios y noble
conducta, el espíritu del mal y la malquerencia de los otros pretendía
cercar a nuestra Patria, y los últimos cinco años, en que con
vuestra lealtad vencimos la malicia ajena, emprendiendo las etapas
gloriosas de nuestro resurgimiento.
En estos años tres tareas se nos
presentaban: una política; otra, económica, y una última,
social. Una tarea política porque la Victoria habría quedado vacía
si no la hubiéramos llenado de contenido político y si hubiéramos
dejado perennes los vicios políticos acumulados en un siglo de
errores. Y por ello en la propia guerra, cuando las inquietudes de
las madres estaban en sus hijos en el frente y las de todos los
españoles en una esperanza de victoria, decidimos lo que había
de constituir nuestro sistema político: asentar toda la vida política
española bajo moldes nuevos sobre la base de la sinceridad y no
sobre las mentiras y las falacias que durante un siglo habían
caracterizado toda la política española.
LA
DECADENCIA POLÍTICA
Si examinamos esa política en aquella etapa
que llamaron impropiamente de nuestra decadencia, pero que debíamos
llamar de nuestra decadencia política solamente, nos encontraríamos
con la falta más grave de sinceridad caracterizando toda la vida
española, el caciquismo más terrible afectando a toda la política;
se buscaba y prometía a sabiendas de que se engañaba y no se iba
a cumplir lo prometido; política falsa, política torpe que,
importada del exterior en el perdido siglo liberal, perseguía
enfrentarnos españoles contra españoles, sabiendo que esto era
el mejor procedimiento para aniquilarnos.
Y por eso esa política no podía volver a
nuestra Patria; habíamos de buscar en la propia realidad española
las soluciones, y la realidad era que por debajo de esa política
existía una corriente social que empujaba a nuestros hombres a
los Sindicatos, persiguiendo una España más justa y una vida
mejor, así como otros sectores de la Nación querían defender su
fe y sus principios religiosos sin que se los pusiese en pugna con
la mejora social que por caminos revolucionarios se pretendía. Así
se iba extinguiendo nuestra Nación en una pugna de partidos de
derechas y de izquierdas, de lucha de clases y de intereses, en
que empresarios, propietarios, proletarios y colonos se
enfrentaban en una eterna guerra fría civil que dividía y destruía
España. Forzosamente habíamos de hacer tabla rasa de todo esto.
Nosotros no podíamos consentir que las organizaciones sindicales
acabaran en la criminalidad con que finalizaron aquellos
organismos. Los Sindicatos no podían ser armas de guerra ni de
destrucción, sino armas de hermandad, de trabajo, de armonía y
de justicia social, que es todo lo contrario de lo que padeció
España durante medio siglo.
LA POLÍTICA
CONCEBIDA POR JOSÉ ANTONIO
Pero como toda política debe perseguir el
bien general de los administrados y había que atender a todas
estas realidades vivas, nada mejor para ello que hacer1as
discurrir, como habla concebido José Antonio, por los cauces
naturales del taller, de la familia y el Municipio, donde espontáneamente
se agrupan los hombres en sus necesidades. Por eso, nosotros hemos
construido nuestra política sobre lo que era tradicional en
nuestra Patria, y hemos basado el sistema político en la justicia
social, dando estado a los anhelos que durante medio siglo animan
a las clases más numerosas de la nación, y que si se les cerrase
los caminos acabarían buscándolos por otros disparatados, al
final de los cuales, con la muerte de la sociedad, encontrarían
su propio suicidio.
Nuestra victoria, por otra parte, tenia que
tener alas que la permitiesen alzar el vuelo, que la permitiesen
conducir a los españoles hacia metas nuevas, dar forma y
organización al momento nacional para cimentar sobre él nuestra
vida política. Ya sabemos que no se puede aspirar a que todos los
españoles se entreguen a la vida política, a que todos sean
militantes en nuestro Movimiento, porque España está compuesta
de Quijotes, pero también hay Sanchos; que los Quijotes suelen
ser los menos, aquellos que tienen espíritu de servicio y de
sacrificio. No queremos granjería,
ni regalía; queremos sacrificios, lo mismo que se sacrificaron en
estas tierras españolas tantos mozos de vuestra provincia y de
las otras porque en España reluciera el sol y renaciese la
esperanza.
NECESIDAD
DEL MOVIMIENTO NACIONAL
Hoy, a los quince años de la Victoria; la
necesidad del Movimiento Nacional se siente más que cuando lo
alumbramos. La existencia de una nación comunista como Rusia,
dominando a una tercera parte del mundo, es de una trascendencia
universal. No se pueden cerrar los ojos a ello. Sabemos que el
comunismo fracasará sobre los mismos países que ocupa; pero,
pese a su fracaso,
servirá de barredera de los viejos sistemas y de todos sus
vicios, de todo lo que constituye ese orden de cosas que hace que
se reciba con entusiasmo la idea comunista como si fuera
redentora. Podemos asegurar que en el futuro no discurrirán los países
por los moldes viejos, y por eso ha sido providencial nuestro
Movimiento, porque con dieciocho años de adelanto hemos sabido
concebirlo previendo el futuro y salvando los valores espirituales
y tradicionales de la Patria para que conduzca a ésta, bajo los
principios de una justicia social, a otras metas más gloriosas,
mas firmes y más verdaderas.
En el orden económico el camino se nos
ofreció muy difícil. Hemos tenido que invertir las cifras
negativas en todos los ordenes en que se nos presentaban al final
de la guerra, la escasez de nuestra producción, los saldos
desfavorables de nuestra balanza exterior por el abandono de medio
siglo y montar una economía sana, empezando por las materias
primas y por las fuentes de energía y de producción, para acabar
en un progreso industrial y agrícola, en un verdadero progreso
económico que multiplicando los bienes nos permita que sea
efectiva esa justicia social.
LA TRANSFORMACIÓN
DE ESPAÑA
Los pueblos viejos hoy ya no pueden vivir
como lo hacen los nuevos, cargados de riquezas y posibilidades.
No. Los pueblos viejos tenemos que ordenarlos, que
racionalizarlos; que hacer obras costosas para regar nuestros
campos sedientos, que levantar fábricas y talleres para que no se
pierda el esfuerzo de nuestros hombres o que tengan que emigrar al
extranjero. Tenemos que transformar completamente a España con
nuestro trabajo y con nuestra fe. Y esto es lo que estamos
haciendo. Estamos iniciando una etapa nueva, porque, gracias a
Dios, tenemos hoy una holgura de que no disfrutamos hasta ahora,
dando impulso a nuestras grandes empresas. Pero a la vista se nos
presenta una tarea importante como misión inmediata, que es la de
la vivienda, la de los nuevos regadíos y el coronar nuestra obra
de justicia social, haciendo como en el Fuero del Trabajo reza,
que todos los productores sean coparticipes en los beneficios de las Empresas, que el Sindicato Vertical no sea una formulación
programática, sino que se llene de sinceridad y contenido eficaz
para conseguir que todos se sientan participes en la Empresa,
desde los técnicos y empresarios hasta el último de los obreros,
y se asegure así para siempre la verdadera unidad de los hombres
y de las tierras de España. ¡Arriba España!