13 de
octubre de 1954.
Belchitanos y
aragoneses:
No se puede venir
a Belchite sin evocar el recuerdo emocionado de aquellas jornadas
gloriosas en que esta villa se ganó el título de heroica.
Belchite fué bastión que aguantó la furia rojocomunista. En el
frente de batalla de las guerras a unos sectores les corresponde
ser yunque y a otros maza. En el dispositivo general de nuestra
estrategia le correspondió a Belchite ser uno de los reductos de
nuestra resistencia, mientras en otros frentes se desarrollaban
las operaciones. Belchite opuso al atacante el pecho de sus hijos
para que fuese posible la Victoria, y de aquella sangre derramada,
de aquel sacrificio de los hijos de Belchite, del esfuerzo heroico
de los hombres, del sacrificio voluntario de las mujeres y de los
niños, nació nuestra Victoria.
Sobre el Belchite
cercado acumulamos las fuerzas necesarias para su liberación;
pero el dispositivo general de Aragón peligraba, y 1as fuerzas
acumuladas las fueron embebiendo otros sectores a los que había
que atender. Las fuerzas diseminadas desviaron el propósito, fué
el momento en que vosotros, con vuestras mujeres e hijos en las
ruinas polvorientas de Belchite, escribisteis una página heroica
de nuestra guerra.
Por esto la
batalla de Belchite tiene un puesto de honor en la historia de
nuestra Cruzada. La victoria momentánea del enemigo fué una
victoria sin alas, más una victoria del heroísmo de los
defensores que de las muy superiores huestes comunistas que lo
ocuparon. Belchite fué, por otra parte, la piedra de toque del
comunismo español y en él naufragó para siempre. Hoy se sabe
por los relatos escritos por los rojos extranjeros que el
comunismo internacional enroló en las filas rojas, que para la
defensa de Belchite hubo un plan mandado desde Moscú y que
pregonaba supervisado por Stalin, plan en que el comunismo
internacional había depositado su confianza. Sin embargo, todo
aquel sistema defensivo cayó al suelo derrumbado en la batalla de
la reconquista de Belchite. Y tan grave fué el estrago moral en
aquellas filas, tal la soberbia y pasión de sus capitostes, que
hicieron pagar con su vida a los jefes defensores de esta plaza,
quienes después de extremada resistencia y de haber agotado sus
esfuerzos, porque alguien tenía que ser el victorioso y Dios le
da la victoria a los mejores; y al obtener nosotros la victoria,
como digo, los jefes principales de aquellos batallones fueron
conducidos a Valencia; y en Valencia, sumariados y ejecutados. Y
aquellos defraudados españoles murieron bravamente -hemos de
reconocerlo-, con el puño cerrado, dando vivas a Stalin,
fusilados por los propios rojos. ¡Lástima de hombres!, pero este
es el fin del comunismo: el terrorismo, el tiro en la nuca; la
falta de consideración a todo valor humano. Y de eso es de lo que
se salvó España y en ese servicio tiene conquistado Belchite un
puesto de honor. Se ofrece el paraíso y la justicia, se piden
servicios y sacrificios, y bajo el terrorismo rojo se convierte a
las naciones en unas enormes cárceles donde ni la libertad ni los
sentimientos humanos tienen cabida, sino sólo la esclavitud y el
terrorismo como no se ha conocido jamás en los siglos.
Y en la ejecución
de aquellos desgraciados; de aquellos pobres soldados valientes,
pero errados en su pensamiento, en la ejecución de ellos pesaron
extraordinariamente unos votos, el de la Pasionaria, esa bestia
inhumana sin sentimientos, y el del actual jefe del comunismo
italiano. Por eso este solar no podemos menos de recordarlo..
Decíamos que España
no nos gustaba; pero la amábamos. Queríamos sí, una España
mejor y lo mismo lo deseábamos nosotros que el proletariado
adscrito engañado a las filas sindicalistas y comunistas y los
que lo pedían rezando en las iglesias e implorando la ayuda de
Dios. El marxismo y el comunismo explotaban la buena fe de los
hombres, sus ansias de mejora, de justicia, sus anhelos de un
cambio que los favoreciese.
El extranjero sabía,
por su parte, que los españoles son bravos, que los españoles
tienen raza, que son constantes y tenaces, y no encontró nada
mejor que enfrentar a españoles con españoles, y la insensatez
de unos y la inocencia y torpeza de otros hizo que España se
debatiese en la incuria y en la miseria en los montes despoblados,
en esas chozas y en cuevas que rechazan la vida humana, sin
esperanza de resurrección. De cómo cumplía el socialismo y
comunismo sus promesas sois testigos. ¿Pero es que en España no
hubo Frente Popular, no gobernaron los socialistas y no os
salpicaron con el fango y el polvo de las carreteras sin
preocuparse del trabajador, sin hacer nada por su mejora, sin
procurarle lo que anhelaba y constituye la vida del hombre? Pues
eso será siempre el comunismo y el socialismo, y al final de
ellos no hay más que una enorme cárcel, ese sistema terrorista
de tiros en la nuca que a los hombres valientes ejecuta sin
consideración alguna.
Y contra todo esto
se alzó el Movimiento. No nos bastaba la Victoria, no nos bastaba
reconquistar el pueblo de Belcihite, no nos bastaba la obra
material. Hubiese sido una Victoria sin alas, una Victoria estéril,
como tantas otras de nuestra Patria. Teníamos que llenar esto de
contenido político, teníamos que crear unos ideales, teníamos
que unir a los españoles en una misma marcha y dirección: en la
grandeza de la Patria, en la consecución de nuestros ideales.
Y este es el
Movimiento Nacional que no es un Movimiento vacío, no es un
Movimiento de grupo ni un Movimiento de regalías ni de ventajas;
es un Movimiento de servicio y de sacrificio.
La situación en
el mundo es mucho más grave de lo que se cree. Hoy se camina
hacia formas nuevas, quiéranlo o no: lo antiguo es inservible. Se
necesita la eficacia, que todos los ideales que están en nuestros
corazones y en los vuestros se plasmen en realidades. Y esto sólo
se consigue con la unidad, con la marcha laboriosa de la Falange
anunciando al mundo un nuevo resplandor y una nueva era. ¡Arriba
España!