21 de
agosto de 1954.
No estaba en el
programa el que yo os dirigiera
más palabras que aquellas ritua1es para clausurar esta festividad
de la inauguración del nuevo Seminario de San Sebastián; sin
embargo, al haberme hecho sujeto de los discursos pronunciados por
vuestro prelado y por mi Ministro de Justicia, aparecería como
una descortesía el que no os dirigiese aunque sólo sean unas
palabras de gratitud y de estimulo para vuestra labor futura.
Asistimos a una de
las fiestas de más trascendencia en el orden religioso: la de
creación e inauguración de un nuevo Seminario, aunque vosotros,
adscritos al servicio directo de la fe y de su propagación de por
vida, comprenderéis mejor que nosotros los seglares toda la
grandeza y trascendencia de estos actos, y, sobre todo, porque no
es tan frecuente en la historia de las naciones el que se creen y
se multipliquen los centros de formación eclesiástica, como
viene ocurriendo en esta etapa de la vida de España.
Y no es solamente
la formación de los nuevos centros, sino también la renovación
de los viejos. Evidentemente, no se encontraban nuestros
Seminarios y nuestros institutos de carácter religioso, en
general, a la altura que el progreso de las ciencias y de los
medios permiten en el siglo que vivimos. Y, por lo tanto, era
indispensable esa renovación, ya que la Humanidad no vive hoy
como se vivía hace un siglo, y la vida de los seminarios y de los
demás centros de formación de la juventud no podía arrostrar sacrificios superiores a los que la propia
vocación eclesiástica entraña, muy superiores a los de otros países
del mundo.
RENACIMIENTO RELIGIOSO
Era una necesidad
que, en la medida que los recursos de la nación lo permiten,
viene cubriéndose. Así, en este renacimiento religioso, en este
resurgimiento de la fe que, gracias a nuestra Cruzada, se extendió
por todos los ámbitos de España, no cabe esta pequeña
satisfacción: la de haber contribuido en la medida de nuestras
fuerzas a ayudar, moral y materialmente, a este resurgimiento y
haber alentado a la Nación para que dé su aprobación a estas
inversiones Estimulando las iniciativas particulares, se pueden
armonizar todos los factores de la sociedad, el Estado, los
organismos locales, los particulares, las instituciones y
establecimientos de crédito, como en San Sebastián, en servicio
de la mejora espiritual de nuestra Patria.
EL TESORO DE NUESTRA CIVILIZACIÓN
Pero no debiéramos
contemplar estas satisfacciones íntimas exclusivamente dentro de
nuestras fronteras con el egoísmo natural de sentirnos en una paz
material y espiritual inamovibles, porque la vida de España
necesitamos encuadrarla dentro de la vida del mundo, ya que no
podemos considerarnos aislados de lo que en el mundo ocurre, que
en una tercera o cuarta parte padece una realidad comunista; y
esta realidad ha de tenerse en cuenta. No pasan en vano los
vendavales de la Historia sin dejar su huella y sus ruinas. Por
eso, cuando miramos a España y a nuestro porvenir, hemos de
hacerlo dentro de ese cuadro general; y si lo hacemos, no podemos
despreciar el peligro inminente, el peligro constante que sobre
Europa se cierne: el avance de los nuevos bárbaros, que no sería
como las invasiones que algunos países de Europa han podido
sufrir en los últimos siglos, ni siquiera el de los pueblos
primitivos que en eras más remotas acabaron absorbidos por una
civilización superior. Es la malicia organizada, la acción demoníaca
que ataca y destruye los propios cimientos en que la civilización
se asienta, al extirpar todos los valores espirituales y
culturales que constituyen el tesoro de nuestra civilización
cristiana y católica.
Y ésta es la gravísima
realidad que no podemos desconocer. Aquellos pueblos que en Europa
se durmieron, aquellos que, inocentes, creyeron que por el camino
de la democracia formalista y abriendo las puertas a la libertad
iban a desarmar al enemigo y asegurar con ello el progreso y el
bienestar, se encontraron muy pronto minados en su espíritu y
destruidos en su fortaleza. Por eso nosotros, que hemos recibido
providencialmente una situación y una definición geográfica
perfectas, rodeados de mar por tres cuartas partes de nuestro
territorio, con una barrera pirenaica que nos imprime características
de reducto, que nos define como nación perfecta y que, como consecuencia
de ello, hemos sido nación antes de que lo fueran otros pueblos,
tenemos que cuidar de esa fortaleza que Dios nos ha dado y que nos
sale a cada paso.
NUESTRA UNIDAD Y SOLIDARIDAD
Cuando miramos a
nuestra geografía, vemos nacer los
ríos en las montañas y luego abrazar y fertilizar los
valles; en la montaña se encuentran los manantiales, los
saltos de agua que los aprisionan, las reservas para los riegos y
la fuerza eléctrica que mueve las fábricas y reparte la vida en
la Nación, mientras en los llanos, en los valles y las mesetas,
se producen con ese agua
las cosechas necesarias para alimentar a toda la patria. Lo mismo
ocurre en el campo minero, y observamos, al trasladarnos al orden marítimo,
que nuestras costas y nuestros puertos -estas costas que, como la
guipuzcoana, forjaron a nuestros hombres, y con ellos, nuestra
fortaleza- van creando esa riqueza que en la dura lucha del mar se
extrae y se reparte luego por la Patria; esos productos
industriales, orgullo de nuestros valles y de toda la periferia de
España reciben de otros las materias primas y se reparten luego
por la Nación, demostrando nuestra unidad y solidaridad en lo
económico.
Y hasta en la
propia historia de nuestra Patria, en sus vicisitudes, va ligada
nuestra suerte, y son los hijos de todas sus comarcas los que, con
su fortaleza, su ingenio y su talento, deparan los días de gloria
de la Nación.
Por eso, si
queremos resistir y vencer los empujes del comunismo, tenemos que
cuidar de nuestros valores espirituales, económicos y sociales,
dentro de la unidad indivisible de nuestra Patria.
Y ésta es la
tarea política que llevamos: fortalecer nuestro espíritu y
nuestra economía y llevar la justicia y la caridad de Dios a
todos los lugares.
LOS SEMINARIOS, FORJADORES DE HOMBRES PARA LA PATRIA
Y nada Más me
resta que alentaras para vuestra grandiosa tarea. Los Seminarios
no son solamente templos de nuestra fe, sino creadores de hombres
en la fe, forjadores de hombres para la Patria.
En vuestra vida
religiosa, no solamente habréis de resolver problemas teológicos
y problemas espirituales. Muchas veces acudirán a vosotras los
hombres de vuestras parroquias a consultaras sus obligaciones y
sus deberes, sus dudas y vacilaciones más o menos nimias, y
entonces empezará vuestra responsabilidad, los problemas de
vuestra propia conciencia; del consejo oportuno, de vuestra
serenidad de juicio, muchas veces puede depender su vida entera.
Una solución tenía yo para estos casos, que brindaba, cuando fui
profesor o director de un centro, a mis alumnos, y que es: en los
casos de duda, hacer aquello que más nos mortifique, en la
seguridad de que ése es el verdadero camino; pero, ¿qué os
puedo decir yo, si vosotros habéis echado sobre vuestros hombros
la Cruz de Jesucristo? No tenéis más que pensar lo que El
hubiera hecho en vuestro caso.
Yo felicito a
todos los guipuzcoanos y a las entidades y autoridades por la
colaboración que han prestado para la construcción de este
Seminario, y al señor obispo de la diócesis por el amor que pone
en nuestra completa formación. ¡Arriba España!