10 de
febrero de 1954.
Excelentísimo
Gran Visir, bajaes y caídes de nuestra Zona de Protectorado,
leales y dilectos amigos con los tanto y tanto hemos convivido en
la Milicia, en el trabajo fecundo de la Administración y de las
ciudades. Vosotros sabéis cual ninguno cuán grandes han venido
siendo las inquietudes y sacrificios de nuestra Nación para
pacificar vuestros territorios; elevar el nivel de vida de
vuestras poblaciones y poderes conducir a la Administración pública
de vuestro territorio. Por ello no puede extrañamos vuestra
visita ni vuestro mensaje.
La comunidad de
sentimientos de nuestros pueblos viene siendo tan grande que
aunque los tristes sucesos que hoy lamentamos no hubieran afectado
a nuestra responsabilidad e intereses como coprotectores en el
Imperio marroquí, los hubiéramos sentido como propios por cuanto
a vosotros os afectaban. Bien conocéis, por haber colaborado en
ella, cuán grande y paciente ha sido nuestra labor para poder
labrar la unidad del pueblo marroquí. La población de su
territorio y serranías, por sus características y particularidades,
vivía secularmente fuera de la autoridad y dependencia de los Sultanes. Los derechos, libertades y
personalidad del pueblo marroquí estaban salvaguardados por los
tratados internacionales y la caballerosidad y el honor de las
naciones protectoras; de lo que la doble presencia de España y la
de Francia en sus zonas respectivas constituía una garantía. Por
eso no puede extrañarnos que, quebrantados los fundamentos políticos
del protectorado por la violenta acción francesa, nos elevéis
vuestro dolor y vuestra protesta, ya que si aquella violencia
persistiese quedaría una gran parte del pueblo marroquí
desamparado y sujeto a la arbitrariedad de la nación protectora.
El que otras naciones interesadas mantengan silencio ante la
situación de grave tensión que el mundo vive no quiere decir que
aprueben y no guarden reservas frente a lo violento e insólito de
la acción gala. Por mi parte, yo puedo aseguraros que España
seguirá fiel a los tratados y leal a sus hermanos marroquíes;
defenderá con tesón la unidad de Marruecos y la letra y espíritu
de los acuerdos, sin aceptar situaciones de hecho que, en pugna
con nuestro sentir, lo están también con la moral internacional
y con la letra y el espíritu de los convenios concertados,
seguros de que la fuerza de la razón acabará triunfando sobre la
sinrazón de la fuerza. Mientras esa hora os llegue, la zona
marroquí confiada a nuestra protección continuará bajo la
soberanía de Su Alteza imperial el Príncipe Muley el Mehdy, que
Dios ilumine y proteja, asistido por nuestro Alto Comisario,
autoridades del Majzén, bajaes y caídes de la Zona guardando las
puras esencias del Protectorado, fieles a la unidad de Imperio y
el sentir del pueblo marroquí, sobre el que pido a Dios derrame
sus bienes y consuelos. Gracias, gracias, hermanos.