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Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Palabras en el día de la Hispanidad.

12 de octubre de 1953.

Excelentísimos señores, señoras y señores:

Antes de clausurar este acto de conmemoración de la gran epopeya histórica del alumbramiento a la fe de los pueblos de América, que este año reviste inusitada solemnidad al congregarse, con motivo del VII centenario de la Universidad de Salamanca, las representaciones más cualificadas de aquellas naciones y de sus Universidades, quiero dirigiros unas breves y sencillas palabras de salutación que subrayan las bellas oraciones que en estos días se pronunciaron en homenaje a nuestra vieja Universidad, en la que destacaron la unidad espiritual y cultural de la comunidad de nuestros pueblos.

Si la hispanidad tuvo su cuna en estas viejas tierras españolas, creció y se forjó con la fusión de nuestra sangre y la unidad de nuestra fe y de nuestra cultura, y hoy alcanza su plenitud en esa inmensa comunidad de los hombres y de las tierras hispanas.

Suelen envanecerse torpemente los hombres de los grandes sucesos de la Historia en los que fueron protagonistas, pareciendo ignorar aquella decisión providencial que suele convertirlos en actores de las grandes epopeyas históricas.

Dios tenía, sin duda, reservado a España ese maravilloso alumbramiento a la fe católica de los pueblos de América, cuya elección imprime a la hispanidad una responsabilidad y sentido que en vano se intentaría discutir.

La permanencia de la fe y de nuestra cultura católica a través de los siglos, el sentido moral e hidalgo que preside nuestros hogares y nuestra proyección del sentimiento de la justicia y del derecho en lo internacional traduciendo nuestro amor a la paz y a la justicia entre los pueblos, son los que imprimen su carácter al concepto de la hispanidad.

Cuando observamos tanto conato de asociación, desmentido por las reservas, el egoísmo, el odio o el rencor, y observamos el retroceso que el Derecho Internacional viene sufriendo en un mundo entregado a la supremacía de los valores materiales, es cuando apreciamos mejor el valor de la comunidad espiritual que el mundo hispánico representa y el papel decisivo que puede corresponderle en la restauración de aquellos valores.

La facilidad con que hemos llegado a este estado de conciencia, de vinculación de los pueblos hispánicos en una misión trascendente de hispanidad, es heraldo de los óptimos frutos que nuestra labor puede producir. Imaginaos, por el contrario, la responsabilidad que nos alcanzaría si, por comodidad o por pequeñas causas, estos propósitos se frustrasen, permaneciésemos disociados y sólo quedasen al final unas frases inspiradas o palabras bellas y ante los graves problemas de la Humanidad la acción de los unos quedase contrarrestada por la anárquica decisión de los otros. Cualesquiera que pudiesen ser, al correr de los años, nuestras eventuales diferencias, existen entre nosotros vínculos supratemporales que nos hacen participes en un común destino.

Con mi fe en él y mi confianza en los eternos valores de la hispanidad, en nombre de nuestra Nación dirijo el saludo más caluroso a todas las naciones hispánicas y a sus juventudes, tan dignamente representadas en este acto, y a quienes corresponderá, sin duda, dar cima a esta gran empresa.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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