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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Palabras en Orense.

23 de septiembre de 1953.

Señor obispo, señores y seminaristas todos:

Solamente unas palabras para corresponder a las tan amables y generosas de vuestro prelado en este acto de la inauguración de este Seminario de Orense. El nuevo Seminario de esta diócesis viene a sumarse a la obra de renovación de los Seminarios españoles; un signo más del renacimiento español y de la vuelta a nuestras tradiciones.

Con nuestra Cruzada de Liberación surge un grito, que se hace general, en todos los lugares de España: de combate por Dios y por España. Por Dios y por España luchan nuestras juventudes y mueren nuestros mejores. Por ello, nuestro Movimiento Nacional no podía dejar de responder a los ideales por que se alzaron y combatieron nuestros hombres, y servir de la manera más fiel, más leal y más firme a Dios y a España.

¿Es que fueron alguna vez incompatible estos dos conceptos? La Victoria nos demuestra a cada paso que no fue así, que el servicio de Dios y la grandeza de España marcharon inseparablemente unidos a través de los siglos, en todas nuestras épocas de esplendor y de gloria, lo mismo que naufragaron juntos en el error y el materialismo.

Renacen en nuestra Cruzada con hechos portentosos con que la bondad de Dios nos favorece, y que formaron aquella cadena de sucesivas victorias hasta llegar a aquel esplendoroso mes de abril de 1939, en que, terminada la campaña, renacieron las flores de la paz.

No necesitábamos acuerdos ni conciertos para ser fieles al servicio de Dios. Así, desde el primer momento, nos enfrentamos con la restauración de los bienes religiosos destruidos, de las iglesias quemadas, de los establecimientos saqueados, de la mejora de nuestros Seminarios. Y cuando, tras los trámites de rigor, llegamos al remate de una obra de catorce años, a la solemnidad de un Concordato con la Santa Sede, podemos decir que antes que nosotros firmáramos estos acuerdos, ya era la voluntad de España, interpretada por sus Gobiernos, el servir a Dios y a nuestra Madre la Iglesia con una lealtad y en una medida como pregonan los establecimientos y templos levantadas en España para responder al renacimiento de la fe, y que hoy resultan chicos para recoger los miles de vocaciones que vienen a la iglesia de Cristo.

Pero nosotros no podíamos, tras la Victoria, reanudar la vida de España sin llevar a cabo la revolución por que habíamos luchado, pues revolución es destruir los antiguos estamentos para crear otros más acordes con nuestra fe, más leales con nuestras más caras tradiciones y más fieles a la grandeza de la Patria.

Para ello hemos recogido las duras enseñanzas de la Historia y buscamos las causas del siglo y medio en que España se fue descristianizando, lo que nos llevó irremisiblemente a enfrentarnos con todo lo que aquel mundo liberal representó con sus actos vandálicos de expulsión de Ordenes religiosas, de saqueo y despojo de la Iglesia, para construir una España mejor, una España libre de aquellos errores, extirpando para siempre una política que dejaba en libertad la explotación del hombre por el hombre, que enfrentaba a los españoles entre sí, y dividiendo a España en derechas e izquierdas acababa encasquillando a la Iglesia en una de estas fracciones, como si la Iglesia pudiera estar al servicio de una clase privilegiada y no fuese, como es justicia y caridad, la única que durante siglos viene luchando por la hermandad entre los hombres.

Por ello, nuestra Cruzada de Liberación para la Patria fue Cruzada de Liberación de nuestra Santa Iglesia. Una vez más se demostró ser comunes nuestros enemigos. Así, los que durante un siglo trabajaban contra Dios, destruían, con nuestra fe, la unidad de los hombres y los cimientos sobre los que se levantaba la grandeza de nuestra Nación.

Libertad de la Iglesia como sociedad perfecta, no en un confusionismo de Iglesia y de Estado, sino en una razonable coordinación de la Iglesia y el Estado en servicio de la fe y en beneficio de la Patria, es el espíritu del Concordato que firmamos con Roma, que antes de firmarlo estaba presente en nuestros corazones y en los de todos los españoles.

Bajo el signo del nuevo Concordato continuarán los servicios de España a la Iglesia Católica, que empezaron con la predicación del Apóstol Santiago en nuestras tierras, y que a través de generaciones de seminaristas y de sacerdotes, continúan de generación en generación hasta ésta que aquí tenemos presente, y que yo espero que derrame Dios sobre ella todas sus bendiciones para llevar, con vuestras virtudes y santidad, el afán de la fe y el servicio de Dios a todos los lugares de la provincia de Orense y de España entera.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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