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Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso ante la representación Sindical al recibir la medalla de oro laureada del mérito en el trabajo.

18 de julio de 1953.

En esta fecha solemne del 18 de julio, que va constituyendo, al correr de los años, jalones del resurgimiento de España, podemos apreciar la dimensión de aquel otro 18 de julio en que el pueblo español, en sus hombres y en sus mozos, sacudiendo la pereza tradicional, se alzaron en un esfuerzo heroico para no sucumbir.

No era ni fue una guerra civil entre españoles, aunque muchas veces se la haya podido designar así, y pese a que nuestra sangre y la de nuestros hermanos haya corrido en aquella lucha; no. Fue la lucha de España con la anti-España. La del bien con el mal. Teníamos que mutilar nuestro cuerpo, podar aquellas ramas, podridas y carcomidas, del viejo tronco español, extirpar el cáncer que nos corroía; dejar sobre el área de España lo español, lo que era nuestro, lo que no había venido del otro lado de las fronteras y que constituía la ruina física y morral de la nación.

Y aunque en los primeros momentos, en el campo contrario al de la Victoria hubiéramos visto campear banderas y figurar organizaciones sindicales que encuadraban grupos de trabajadores, no era aquello lo que nosotros combatíamos, sino lo que había de malo y de extranjero en aquellas organizaciones, lo que venía destruyendo a España y convertía en arma fratricida lo llamado a ser lazo de unión para la defensa y bienestar de los trabajadores.

Por eso nuestro Movimiento no podía ser un movimiento vacío, que se quedase en lo militar y patriótico. Teníamos que llenarlo de contenido, de lo que justificaba su razón de ser, tenía que ser para el bien perpetuo de la Patria española.

Y por ser para el bien perpetuo de la Patria española, tenía que ser para bien de sus hijos, de sus hombres, de sus mujeres, de todos los que componen esa Patria, porque la Patria sin hombres sería cosa sin contenido, un simple solar. Los hombres y sus hechos son los que la crean y dignifican, con el sacrificio de generaciones, con sus tradiciones e ideales, con el esfuerzo de los hombres, el trabajo acumulado, la potencia inigualable y briosa desarrollada a través de los siglos para crear esa Patria mejor con que todo español bien nacido sueña. Y antes del 18 de julio esos brazos, ese esfuerzo, las voluntades mejores de nuestros hombres se ordenaban y manejaban para destruir la Patria ,en una lucha fratricida de unos contra otros. Por eso fue necesario que podásemos nuestro árbol, incluso mutilando nuestro cuerpo.

Había sido siempre aspiración de las clases trabajadoras españolas la unidad sindical, como en todos los países y entre todos los pueblos. La unidad sindical ha venido siendo el ideal perseguido por todos los trabajadores; sufrido instinto los apercibe de que la división de los trabajadores conduce, a plazo corto, a las luchas fratricidas, y que ha sido arma que, a través del último siglo, vienen manejando la masonería, el capitalismo y 1as internacionales aprovechando la ignorancia de las masas humanas para mejor dividirlas y explotarlas.

Por eso la unidad sindical, admiración de los trabajadores españoles, viene a servir esta hora de plenitud de España, a demostrar al mundo cómo se puede trabajar en paz, con unidad y con fraternidad cristiana, tan contrarias al viejo espíritu de la lucha de clases.

No es posible ya en los tiempos modernos el sostener el principio de la lucha de clases, consecuencia lógica de una sociedad capitalista y liberal, cuyos manejadores sabían llevaban las de ganar. En buenos principios políticos, el primer deber del gobernante es realizar el bien general de los más, manteniendo la justicia y la paz entre los gobernados. ¿Cómo consentir la lucha de clases que, rompiendo la unidad de los hombres de España, los esclaviza y los arruina?

El bienestar de los pueblos requiere para poder realizarse la continuidad de su progreso económico, ya que cuando el progreso económico no se realiza y siguen multiplicándose los hombres y no los bienes, por mucha justicia que haya, cada vez existirá más miseria.

Por todo ello, es necesario estimular el progreso económico de la nación, que los trabajadores lo consideren como cosa propia. El progreso económico es la base del bienestar económico, y todo eso se destruye con la lucha de clases. Por eso repudiamos la lucha de clases y consideramos que la huelga es hecho punible. Y puede ser así porque en España existe una justicia social y tenemos delegados del trabajo que la celan y unos magistrados del trabajo que la ejecutan. La lucha de clases es la ley de la selva, de las sociedades que se toman la justicia por su mano, de la venganza, rey que aparece cuando no existe una vida de relación, cuando no ha nacido la sociabilidad; pero en las naciones civilizadas y organizadas se rechaza la ley de la selva. Y lo mismo que en lo civil, lo mercantil y lo criminal, el hombre va ante el juez a dirimir sus pleitos y buscar la justicia y se castiga al que pretende tomar la justicia por su mano, no hay razón para hacer otra cosa en el orden social. Tenemos honrados y rectos magistrados del trabajo, y tenemos leyes sociales cada vez más perfeccionadas, y ,tenemos un Estado social que vela porque lo que no pudiera alcanzar la justicia lo llene la caridad. Dentro de esa justicia, defiende a las clases más numerosas o menos dotadas y perseguidas. Aceptar otra cosa seria amenazar el bienestar español, la destrucción de todo porvenir, el hundimiento, de vuestros hogares.

Aquella vieja aristocracia de la sangre, nosotros oponemos, como habéis visto, la aristocracia del trabajo...

Nosotros no aceptamos sobre nuestros hombros el conducir a España para abrir un paréntesis de bienestar, lo mismo que pasó con la Dictadura de don Miguel Primo de Rivera. Nosotros aceptamos el mando de España y la dirección de España para hacer una Revolución, para hacer un cambio decisivo en la vida de España, por conducir a España y a los españoles por los derroteros de la grandeza, devolviéndoles la unidad, la libertad y la justicia.

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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