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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Palabras en la Violada.

23 de junio de 1953.

Aragoneses: 

Sólo unas palabras para no defraudar nuestras ilusiones, porque habéis oído las inspiradas de nuestro Ministro de Agricultura respecto al agro aragonés. Este acto que celebramos aquí, en esta plaza de un pueblo alegre, es la demostración palpable de la eficacia del Movimiento Nacional. Esta es la forma de esclavitud que nosotros practicamos. Decían o dicen por el mundo que somos dictadores porque no aceptamos una fórmula democrática vacía y huera. Vosotros vivisteis en estas tierras de Aragón intensamente la democracia y visteis en lo que quedaron aquellas promesas e ilusiones, todos los anhelos y aspiraciones que llevaban en su pensamiento los hijos de estas tierras. En España hacía falta una Revolución, una revolución constructiva que levantase sobre vuestros pueblos el espíritu de la nueva España, de aquella grande y legendaria que tanto añorabais. Pero todas aquellas ilusiones se defraudaron porque aquella democracia gárrula estaba vacía. No tenia contenido. Tras ella alentaban el engaño, la explotación y la mentira; la imposibilidad de nada constructivo y, al final, la esclavitud de vuestras familias y de vuestro espíritu.

Y contra ella se alzó el Movimiento Nacional, se levantó el espíritu de la Falange, se pronunciaron nuestros requetés defendiendo las tradiciones, y por salvar a España y redimirla murieron en el alto de Alcubierre nuestros mejores camisas azules; se quedaron en las peñas y en las vegas de estos montes y en las aguas del Ebro los hombres mejores de nuestra juventud.

Nuestro Movimiento fué desde los primeros tiempos un Movimiento constructivo; no podíamos batirnos por una victoria sin alas para volver a nuevas guerras civiles y a nuevos odios entre los hermanos. Nosotros nos levantábamos por una España mejor moral y materialmente, por una España con fe y con ilusiones que cambiase la España seca y árida; queríamos que cantasen nuestros hogares, se irrigasen nuestros campos, se repoblasen nuestros montes, se levantasen nuevas fábricas y talleres; queríamos que todas las ilusiones acumuladas en un siglo de liberalismo, esterilizadas en la lucha fratricida de los partidos, se convirtieran en realidad viva; queríamos hacer al hombre libre, y para conseguirlo teníamos que redimirle económicamente. Y solamente por este camino de la libertad económica se puede llegar al camino de la verdadera democracia, no de la democracia inorgánica y anárquica, en que unos contrapesan y anulan los esfuerzos de los otros, sino la organizada con Ayuntamientos y Sindicatos con las organizaciones naturales que marchan en una sola dirección y con un empuje irresistible. Por eso yo, en esta plaza de este pueblo laborioso y trabajador, os digo que celéis y defendáis lo que a tanta costa hemos conquistado, seguro de que a través de las organizaciones naturales -Sindicatos, Diputaciones y Ayuntamientos- podéis colaborar en las Leyes y sostener el diálogo con el Gobierno de la Nación, yesos letreros, esos carteles en que agradecéis unos y pedís otros agua para vuestras tierras; todas esas ilusiones sustentadas durante tantas décadas serán una realidad, porque aquí tenéis al Caudillo, que os lo promete, y a la Falange y el Movimiento Nacional, para respaldarlo. El que nuestra impaciencia vaya por delante de nuestras obras es una cosa humana. Vosotros sabéis bien que este canal de La Violada, que este pantano de Sotonera, llevaban muchos años construidos y, sin embargo, no se regaban ni doscientas hectáreas. Faltaba el espíritu que animase a la Nación, la realidad de una política sincera, que hoy la tenéis en el ideario del Movimiento Nacional, en nuestras juventudes; en nuestras chicas de Falange, en todas estas cosas que a algunos espíritus viejos pueden parecer mal, pero que son el alma, la sangre y la alegría de nuestro Movimiento.

Las mismas causas podrían producir los mismos efectos. Nosotros teníamos una administración honrada, pero llena de espíritu burocrático y, sin embargo, no podíamos romper con ella, no podíamos prescindir violentamente de ella; no tenían ellos la culpa, no se la merecían, y, por otra parte eran nuestros padres y hermanos; teníamos que hacer la Revolución y respetarlos, pero teníamos que superarlos, y sólo podíamos hacerlo manteniendo vivo nuestro Movimiento con las nuevas generaciones, que, con sus cantos y sus ilusiones, mantengan la fe en España, ahoguen las malas pasiones y pensamientos de los réprobos, y mientras, tordos juntos, alumbramos la España nueva, la España grande, la España justa y la España inmortal que todos soñamos. 

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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