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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso en la comida de gala en honor del General Craveiro.

16 de mayo de 1953.

Excelentísimo señor:

Sean mis primeras palabras de gratitud por haber aceptado la invitación para visitarnos, dando con ello al pueblo español la satisfacción de conocer y aclamar al Presidente de la nación portuguesa y preclaro general de sus Ejércitos.

El que esta nueva visita tenga lugar transcurridos sólo tres años de mi viaje a Portugal, cuando aún se complace mi pensamiento con el recuerdo del maravilloso espectáculo de la ría del Tajo, con el amable.

Y acogedor pueblo portugués apiñado en el anfiteatro de su bella ciudad, rubricando con su entusiasmo la amistad peninsular, mientras en la escalinata del puerto me esperaban los brazos del viejo y glorioso mariscal Carmona, que presidió durante tantos años el resurgir de vuestra nación, a cuyo lado se encontraba el artífice de vuestro resurgimiento: Salazar, el nunca bien ponderado gobernante; y el que durante este lapso nos hayamos reunidos dos veces los Jefes de nuestros respectivos Gobiernos, indica el interés y trascendencia de esta nueva visita, que no representa un acto más de la cortesía internacional entre dos países amigos, sino la expresión pública y solemne de una sentida y real compenetración entre nuestras dos naciones, que si al correr de los años pudo haber sufrido sus naturales eclipses, desde nuestra Cruzada de Liberación viene afianzándose y enraizando en el espíritu de nuestros pueblos.

El hecho de que desde los primeros momentos de nuestra Cruzada de Liberación encontrásemos la comprensión e identificación del más alto al más humilde de los portugueses, que con sensibilidad e intuición exquisitas presintieron lo que hubiera representado el asentamiento del comunismo en el solar ibérico, reforzado poco después, ante la entrada de los comunistas extranjeros de las Brigadas Internacionales por nuestra frontera pirenaica, con la presencia de una Legión de voluntarios portugueses en España que, con el más generoso de los gestos, quisieron unir su sangre a la española en la defensa de nuestra vida y civilización común, sentó las bases firmes de una amistad que cada roa se hace más necesaria y más preciosa.

El que superando viejos recelos y humanas rivalidades, nuestras dos naciones sigan marchando hoy por un camino de comprensión y de entendimiento ejemplar, obedece a la ley natural que la Historia y la Geografía nos señalan, que al achicarse el mundo ante el progreso de las ciencias, aumentan las necesidades de la vida de relación y extenderse el área de los peligros y de las amenazas, rechaza los nacionalismos cerrados y los egoístas aislamientos que pudieron en otros tiempos presidir la política exterior de muchas naciones. Rodeados de mar, surcados por los mismos ríos, mezcladas, al correr de los siglos, nuestras sangres, unos en la fe y en la cultura y separados del resto de Europa por la barrera pirenaica, constituimos un área geográfica y humana perfectamente definida como una sólida fortaleza, de cuya guarda y paz interna ninguno de nuestros pueblos puede mostrarse indiferente. Si no nos acercase el corazón, nos uniría sin ninguna duda la cabeza. Sólo aquellos que quisieran nuestra perdición podrían aconsejarnos lo contrario.

La Providencia, que tenía reservada a nuestras naciones la gloria de los descubrimientos y las primicias de la evangelización de un mundo hasta entonces desconocido, nos vuelve a ofrecer en los tiempos modernos, gracias al paralelismo de nuestras respectivas políticas, el constituir una reserva de espiritualidad y buen sentido en medio de un mundo desquiciado.

Frente al miedo endémico que el mundo padece, ante la inquietud permanente que todo lo esteriliza, nuestras dos naciones ofrecen el ejemplo de su serena actitud ante los acontecimientos, sin dejarse impresionar por los accidentes tácticos de la «guerra fría».

Si se pretende llegar a la paz por el camino de los entendimientos generales es necesario pasar por el de los entendimientos particulares de las áreas geográficas más definidas, fuente hasta ayer de rivalidades y conflictos.

Si la paz y entendimiento peninsular los colocamos en el primer plano de nuestra política exterior, no por ello somos indiferentes ante la situación angustiosa del mundo, y en especial la de los pueblos cautivos, entregados indefensos al despotismo cruel del comunismo soviético, y nos rebelamos ante la idea de que pudiera comprar una paz precaria a costa de su esclavitud permanente y de su continuo sacrificio.

Yo estoy seguro de que las generaciones que nos sigan pronunciarán con respeto los nombres de los que en horas difíciles para la suerte de Europa establecieron y mantuvieron las bases de esta política de solidaridad peninsular, fuente de bienes para nuestras dos naciones y para el conjunto de los otros pueblos.

Por todo ello desde este centro geográfico de este bastión occidental de Europa, sobre esta recia tierra donde libramos juntos tantas batallas por la independencia de nuestro solar, pido a Dios derrame sus bendiciones sobre nuestros pueblos e ilumine la mente de nuestros gobernantes para que se perpetúe la obra de amistad y entendimiento emprendida por nuestra generación. Y como expresión de estos deseos levanto mi copa por la gloria de Portugal, por la felicidad del pueblo portugués, por vuestra ventura personal y la de vuestra ilustre esposa.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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