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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Palabras en Córdoba.

30 de abril de 1953.

Cordobeses: 

Sólo una palabras para felicitar a vuestro obispo y felicitaros ,a vosotros por tener tan gran pastor. La obra de «La Sagrada Familia» encierra en sí lo que quisiéramos que hubiera en todos los pueblos y en todas Las capitales españolas: el mejor símbolo del hogar cristiano, la demostración de cómo, a través de la vivienda, se pueden formar hogares cristianos, dando además la satisfacción al hambre y sed de justicia que tantos años ya veníais anhelando. En esta realidad social se han servido de manera exquisita nuestros propósitos de orden social y de justicia.

Estábamos todavía en las batallas de nuestra Cruzada, en la dura batalla del Ebro, que había de decidir la suerte de nuestras armas, cuando en terreno aragonés, en el campamento eventual de Pédrola, donde tenía mi Cuartel General, se estudiaba y forjó la ley creadora del Instituto de la Vivienda, ley que nació en plena guerra, pero que abría el camino para que todos en España -autoridades, corporaciones, entidades, empresas o Ayuntamientos- pudieran construir La casa ,económica y barata, la casa justa, la casa que tantas familias españolas, metidas en chozas y en barracas, demandan todavía. Esta es la demostración palpable de que con la fe en un apóstol y con el sacrificio de aquellas personas que le rodean y le auxilian puede levarse a cabo una obra de regeneración y de justicia social

Recordaba el señor obispo la injusticia que habíais venido sufriendo, los errores que habíais padecido, por los que se os arrastraba muchas veces al mal. A nosotros nunca nos ha espantado esa sed de justicia, el anhelo de mejora natural en el hombre, su noble aspiración a la seguridad social; pero a esos sentimientos naturales se mezclaba muchas veces el espíritu del mal, que el marxismo y el comunismo internacionales explotaban hábilmente, que era el más pérfido instrumento de la anti-España, de los que odiaban a España y a los trabajadores, a los que buscaban como carne de cañón para sus batallas.

Una demostración y un ejemplo del «amor» del marxismo y del comunismo internacionales a los trabajadores lo tenéis en los niños arrancados por el marxismo de tantos hogares españoles para trasladarlos a Rusia, donde tuvieron el trato más feroz e inhumano que registra la Historia: la muerte y la tuberculosis se cebaron en sus cuerpos indefensos, y ni el diez por ciento de los niños que salieron de España viven hoy, pues fueron sacrificados bárbaramente al egoísmo y la propaganda de un pueblo que, levantando la bandera de la justicia social y de la democracia popular, lo cierto es que tiene a los hombres como bestias, negándoles todos los derechos, sometidos a la esclavitud. Y no es por el camino de la destrucción y el odio por el que puede llegar la justicia. La justicia nosotros la llevamos en nuestras banderas, por ella peleamos y por ella os llevamos a la batalla. No combatimos para servir a los ricos ni a los poderosos, sino precisamente para entregar la justicia que vosotros ansiabais por la España Grande, la España Libre y la España Justa.


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