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Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Mensaje de Fin de año.

31 de diciembre de 1952.

Españoles:

En esta hora de final de año, cuando en íntima fiesta hogareña se reúne la familia al calor de los padres, se hace balance del pasado y se levantan esperanzas sobre el futuro, quisiera estar presente entre vosotros para compartir vuestras inquietudes y reiteraras mi promesa de seguir trabajando por que todos los españoles alcancen la mayor suerte de ventura y de satisfacciones.

Por dolorosa experiencia conocéis que de nada serviría encerrarse en el cuidado y preocupaciones de los asuntos estrictamente privados, como hacían en buena parte nuestros padres, si se abandonaba la cosa pública a los derroteros que le imponían un profesionalismo político de intrigas y de habilidades no siempre honestas.

Todos cuantos por su fibra moral o por sus exigencias intelectuales alientan, sirven y trabajan en nuestro Movimiento saben de sobra que esta generación nobilísima de la Revolución y de la Cruzada y las que han crecido a su amparo no pueden sentirse satisfechas con una paz y un orden externos y con el disfrute codicioso de cualquier grado de bienestar más o menos legítimo. Si nosotros no hubiéramos tenido más estímulos que los de la egoísta mentalidad conservadora, yo os digo que no hubiéramos podido llegar hasta aquí a través de las penalidades y de los embates pasados. Sí todo esto ha podido superarse, convirtiendo las dificultades en instrumentos de la grandeza y libertad de España, es porque movía nuestro corazón y nuestro brazo la esperanza de una obra digna de nuestro mejor pasado por la riqueza de su contenido y por la altísima nobleza de sus fines y motivos.

La Patria española es la suma y compendio de vuestros hogares, que los solidariza en un común destino, en la felicidad como en el infortunio; de aquí mis inquietudes, como padre o rector de esta gran familia española, de estar presente en vuestra intimidad y que en horas tan señaladas sientan la solidaridad y comunidad de destino cuantos, bajo el signo de una misma fe, llevamos veinte siglos sobre esta piel de toro de nuestra geografía sufriendo los avatares de las luchas entre los hombres.

No es ya el hogar el viejo castillo roquero de nuestra conciencia y de nuestras libertades; el mal en los tiempos modernos trasciende como torrente impetuoso que invade y sumerge cuanto encuentra a su paso. No basta la simple acción individual o familiar para luchar contra lo que nos amenaza. Hace falta la solidaridad de la comunidad para una defensa organizada.

LA CATÁSTROFE  MORAL DEL MUNDO

La muestra más elocuente de la catástrofe moral que al mundo anega la tenéis en el mal terrible de la delincuencia infantil, que en las naciones que se tienen por más prósperas se acusa en proporciones espantosas, consecuencia inmediata del libertinaje en que cayó la sociedad moderna y de las leyes laicas y materialistas, que, destruyendo la familia y abandonando la formación religiosa y patriótica de la juventud, la han entregado indefensa a la corrupción y el mal. Camino de perdición por el que un día marchaba nuestra Patria, del que en buena hora la apartó la sangre de tantos héroes y el sacrificio generoso tanta madre.

Si tanto y en tan grave forma nos afecta la cosa pública, no está de más que en estas horas de balance, y con el recuerdo perenne de los que perdimos, esté presente en nuestro común afán el cuidar y conservar lo que ellos a tanta costa conquistaron.

Y ya que hemos hablado de juventud, yo quisiera colocar a todos los españoles frente a su responsabilidad respecto a ella. Todos queremos una España mejor. A su conjuro pocos son a los que no se les ensancha el corazón de emoción y de esperanza; mas, sin embargo, ¡qué cortos son los sacrificios en este sentido! ¡Cuántos jóvenes se desvían y se pierden por esa falta de solicitud! ¡Qué buena madera de héroes y de santos se pierde al correr de los años! ¿Qué hubiera sido de muchos hombres de provecho de los que hoy me escucháis si os hubiesen faltado en vuestros primeros años los cuidados y la rectoría de que habéis disfrutado?

Imaginaos cuánto podemos hacer en servicio de nuestra Patria atendiendo a la formación del espíritu y del carácter de nuestros jóvenes, multiplicando las Escuelas Laborales y de Aprendices, los Hogares y Campamentos para nuestras Falanges Juveniles, hasta lograr que en todos los pueblos y parroquias exista el pequeño Hogar para los muchachos, el indispensable campo de juegos y deportes, y que en todos los pequeños núcleos de población de España el aprendizaje y el espíritu de trabajo tomen asiento, para que surjan generaciones sanas de espíritu y de cuerpo que rediman a España de la delincuencia. La obra está reciamente emprendida y su gloria puede ser gloria de todos.

AÑO PRODIGO DE SATISFACCIONES

El año que termina se ha ofrecido para los españoles pródigo en satisfacciones, tanto en el interior como en el exterior. En lo internacional, España se ha visto solicitada por quienes, años atrás, desdeñaban la voluntad de cooperación que frente al comunismo les ofrecíamos. No hace muchos días aún que en uno de los organismos: internacionales de la O. N. U. se aprobaba la admisión de España por abrumadora mayoría. Y si bien a los españoles no ha podido impresionarnos el hecho más allá de lo que implica el gesto amistoso de quienes votaron en nuestro favor, porque lo importante no es pertenecer o no pertenecer a estas agrupaciones, sino el poseer los títulos que España tiene en el campo de la acción cultural internacional; por la resonancia que el suceso ha tenido en otros: países, vemos lo que ha representado para los demás como triunfo y victoria de nuestra Patria, y, por ello, obligado es que nos congratulemos y agradezcamos a las naciones que nos favorecieron con su voto, su espíritu de justicia y buena amistad. La conjura de silencio anti-española ha cedido por todas partes: en Tánger hemos visto reparada la incoherencia del acuerdo provisional de 1945. Hemos mejorado nuestras relaciones con todas las naciones civilizadas fuera del «telón de acero», afirmando nuestra política de amistad con los pueblos hispanoamericanos y países árabes, y con Portugal hemos sostenido la fraterna, íntima relación y política de mutuo apoyo iniciadas hace años con nuestro Pacto Ibérico.

Podemos decir que las fuerzas seculares de la anti-España, que habían intentado todo contra nosotros en esta desventurada posguerra, incluso negar la evidencia Y postergar la geografía, han cedido de nuevo, derrotadas en sus intentos. El pueblo español, unido y dueño de si, no les ha opuesto una irritación descompuesta Y gesticulante, ni cambiado su paso ni su ritmo de marcha; les ha opuesto la serenidad y la hondura de la razón y les ha dejado agotar las consecuencias de sus propias actitudes y errores. El resultado final está a la vista: cuando en el concierto de las naciones tantos pueblos van a menos, España va a más, sin hipotecas ni concesiones de que un día pudiera arrepentirse. 

EN EL INTERIOR RECOGEMOS LOS FRUTOS DE AÑOS INGRATOS

En el orden interno comenzamos a recoger los de años ingratos de siembra en materia de industrialización, de fomento de la agricultura, de colonización, de repoblación forestal, de construcción de viviendas y grandes obras públicas, de tantas y tantas manifestaciones en las que aparece, traducido en obras, el espíritu creador y constructivo del Movimiento Nacional.

Mas, con ser tanto lo que en el orden constructivo al servicio del bien público podemos presentar, son infinitamente mayores los avances registrados en el campo espiritual: Barcelona, Granada y Navarra fueron en este año escenarios inigualados del acontecer español. El Congreso Eucarístico de la Ciudad Condal dió ocasión al más grande de los triunfos de la Eucaristía. El fervor y devoción del pueblo español brilló allí sin sombra ni mácula; los cientos de miles de comuniones recibidas, el acto grandioso de la consagración de sacerdotes, en floración y número jamás igualado, y la unidad de todas las clases sociales en su devoción a la Eucaristía, que admite parangón con los mejores tiempos de nuestra Historia, son exponente claro del resurgir espiritual de nuestra Nación. El grandioso homenaje de los pueblos hispánicos a los Reyes Católicos en Granada unió en comunión espiritual a las un día Españas de ultramar con la vieja Madre evangelizador a en actos plenos de vigor espiritual. Y la clausura en Javier de las fiestas centenario del Santo Apóstol de las Indias constituyó la exaltación más grande de la España misionera que hoy renace con renovado impulso y que en la Navarra de Javier encuentra el más cálido de los viveros.

VICTORIAS DESCONOCIDAS HASTA AHORA

Victorias y triunfos en el exterior y en el interior desconocidos en nuestra Historia desde el siglo XVI; victorias y triunfos que no se hubiera atrevido a intentar siquiera aquella vieja política de componendas electorales. de imprevisiones delictivas y de aliento desmedrado que, con Monarquía o República, en las alternativas liberales o absolutistas, con derechas o izquierdas, labraron la pobreza y la postergación de España mientras el gran pueblo español, con heroísmo y sobrio gesto, mantenía, sin prescribir, su vocación y su derecho a la historia de las perfecciones y de las conquistas.

LAS GENERACIONES

Pero no es del pasado del que deseo hablaros preferentemente. Mejor aún que nosotros mismos las futuras generaciones podrán apreciar el valor y el carácter de estos años críticos, cuando la trayectoria de España, en las circunstancias más adversas, se trueca de descendente en ascendente mediante el enérgico impulso de un pueblo unido y en orden, que a ellas les será posible examinar con su fuerte contraste con el pasado inmediato.

Es licito volver la vista atrás y contrastar los esquemas ideales que orientan la acción con los resultados de la acción misma. Es explicable también recibir sin falsas modestias y acoger abiertamente los resultados positivos y brillantes de nuestra perseverancia y del cumplimiento de los deberes históricos a los que estamos haciendo honor los españoles; pero bien lejos de nuestro ánimo perder o dejar que se acentúe la fuerza de la llamada que nos hace constantemente la noble ambición de España y el imperativo de nuestros muertos y nuestros mártires para una creación revolucionaria ejemplar y verdadera.

No tenemos la sensación de haber terminado la escalada, como estimarían tal vez quienes, por un sentimentalismo nostálgico, desearían vemos a la altura de las limitaciones, las incidencias y las escaramuzas de la dinámica política corriente en la mayoría de los otros pueblos. No nos creemos en la llanura o en la mar calma propicia a las siestas. Nuevas jornadas de lucha y de gloria nos esperan a quienes hacemos desde las filas de nuestro Movimiento del servicio a la Patria inquebrantable y poderosísima vocación.

LO SOCIAL, LA CLAVE DE NUESTRA POLÍTICA

Muchas veces os dije que lo social constituye la clave del arco de toda la acción política de nuestro tiempo. Por ello no podemos considerar nuestra obra si no contemplamos lo que en el área de lo social hemos levantado y lo mucho que todavía nos falta por alcanzar. Lo realizado en las ciudades y pueblos de España a lo largo de los años transcurridos, en medio de las circunstancias económicas y políticas más desfavorables. acredita la sinceridad de nuestras promesas y la bondad de nuestros procedimientos. En breve tiempo hemos sobrepasado los avances sociales, respecto de los cuales España ocupa un lugar precario, a pesar de que socialistas y tribunos demagogos habían disfrutado el Poder en años de prosperidad, en que nadie había saqueado nuestros tesoros ni destruido en gran parte las bases de nuestra riqueza; pero, con ser tanta la obra realizada, continúa siendo la justicia social el supremo criterio de gobierno y en mi ánimo la más alta preocupación política.

Si la encendida y juvenil inspiración de los precursores de nuestro Movimiento acertó a compendiar toda una política en la España Una, Grande y Libre por medio de la Patria, el Pan y la Justicia, queden para otros los empachos de la legalidad de los privilegiados y los fariseísmos de un Derecho liberal superado. Nosotros reivindicamos como nuestra la bandera de la Justicia al lado de la del Pan y la Patria, con todo lo que tiene de obligación y de honor.

Alcanzar los términos de una justicia como la que reclama nuestro lema es la cifra y resumen de los problemas históricos contemporáneos. Con la instauración positiva de la justicia cambiarán las bases de partida de la moral pública y se abrirá el capítulo de un tiempo nuevo. Decir justicia en este mundo de instituciones envejecidas, de privilegios solapados y desorden moral es decir nuevas bases de la convivencia y una creación revolucionaria capaz de encajar en la lógica y en el marco de los supremos valores católicos en los que apoyamos nuestra doctrina y nuestra conducta.

Pero decir justicia, para nosotros, no puede ser decir algo vago y equivoco; no se trata de una palabra comodín para esconder las dificultades del servicio al bien público o cubrir necesidades discursivas. La justicia social necesita ser algo real y tangible, una creación positiva de la Revolución Nacional. La justicia social necesita ser inicialmente, para no perdernos en rodeos, el saldo de más, previamente conocido entre los ingresos y gastos de tipo de familia de rango económico más modesto, saldo conocido por anticipado por la estabilidad de los salarios y de los precios de los artículos en un mercado suficientemente abastecido. La justicia necesita ser inicialmente la situación satisfactoria de esos saldos, con todo lo que ello pueda representar, y después trabajo para todos y campo abierto para todas las vocaciones, escalas y rangos de la jerarquía social con los servicios e instituciones para ello necesarios.

En relación con este problema fundamental de la justicia social, hay que reconocer, según acredita la experiencia, que es preciso abandonar las formulaciones y consideraciones parciales del asunto para establecer vigorosa e inequívocamente nuestro objetivo. No se trata del salario justo, ni de la seguridad social, ni de la previsión aislada, ni de determinadas mejoras, ni de la ocupación permanente en el trabajo; se trata de todo eso a la vez en un solo problema general y básico que constituye la razón de ser y uno de los fines primarios y fundamentales del Estado.
 

LA GRAN BATALLA DE LA JUSTICIA SOCIAL

Para realizarlo nos hemos empeñado en la gran batalla; de la producción española, en llevar la renta nacional y el consumo por individuo a los índices alcanzados por las naciones más prósperas, en crear nuevas fuentes de riqueza y trabajo e impulsar la investigación, la técnica y la especialización de la mano de obra en términos y a ritmo desconocidos en la historia de ningún otro pueblo. Quiero decir con esto que, sin descender para nada del espíritu realista y práctico más exigente, necesitamos abordar el replanteamiento de las condiciones sociales y económicas de los productores de acuerdo con las necesidades orgánicas y funcionales del establecimiento de esa justicia. Todos los miramientos, todas las precauciones, todas las garantías, todos los contrastes que se quieran para traducir en hechos nuestro ardiente ideal. Nada de arbitrismos, ni de utopías, ni de proyectos arriesgados, pero nada tampoco de insinceridad, de conformismos, de frustración del santo impulso y del anhelo revolucionario por el que murieron nuestros mejores.

No es cosa de entrar ahora en el examen de los problemas de ejecución que pueda comportar el mantenimiento permanente, como razón de ser del Estado, de servicio público de cooperación para la instauración de la justicia y del bien común. No es tampoco prudente señalar los plazos y etapas de ejecución, pero si no plazo y detalles, que no son del caso, es, por el contrario, necesario que los españoles conozcan la veracidad y los términos esenciales de nuestro designio para que, a través de las peripecias, dificultades y peligros de la marcha, nos mantenga unidos y con alto espíritu la visión directa de la meta y lo congruente de los pasos que invariablemente han de conducimos a ella.

No queremos ni debemos arriesgar nada con saltos en el vació sobre provisiones infundadas o alegres, pero tampoco dejaremos de un día para otro aquello que, por novedad y ambición que encierre, resulte hacedero y ortodoxo en orden a la consecución de nuestros supremos fines políticos. Yo es pido que mantengáis la gran fe que nos ha dado fortaleza y que no renunciéis a las ilusiones y a la seguridad de conseguir, en el campo de la justicia y de las relaciones sociales, aquello que en la paz y en la guerra alimentó nuestro entusiasmo y nuestro coraje.

En mi larga experiencia militar y de mando de hombres, conozco bien las prisas imprudentes, las nobles pero equivocadas impaciencias, la incomprensión de los díscolos, de los perezosos y de los incrédulos, los ardides del enemigo y las leyes de la lucha. Para todos los inadaptados, la victoria es siempre una sorpresa o un azar indebido. Pero lo cuerdo es que podamos esperar con la ayuda de Dios, que no falta a quienes la buscan y la sirven sinceramente, que la empresa de la Patria, el Pan y la Justicia será cada día una realidad más completa.

NUESTRA POSICIÓN ANTE EL COMUNISMO

Sobre nuestros afanes, y trabajos pende, sin embargo, una condición superior a nosotros: la paz inestable del mundo, contra la cual hay las amenazas y riesgos que todos conocéis, y que no deben en manera alguna empequeñecerse. Nadie tiene derecho a dormir sobre los laureles y a distender los músculos, en cobarde y suicida imprevisión. No es necesario que os recuerde que el honor y la paz no se conquistan de una vez para siempre, sino que es preciso ganarlos cada día. Mas para dominar esta condición es nuestra misma obra revolucionaria el medio más eficaz y prometedor.

Se han necesitado años preciosos de escarmiento y desengaño para prevenir y empezar a reconocer el peligro mundial del comunismo; pero se está todavía lejos de reconocer que es en el orden de los principios y de las definiciones propias donde reside su máxima peligrosidad. Y lo que a nosotros nos distingue es haberlo comprendido así desde hace mucho y habernos situado y mantenido en el terreno del anticomunismo constructivo.

LOS FRÍVOLOS, LOS IRRESPONSABLES Y LOS NOSTÁLGICOS

Y ahora quiero poneros en guardia contra las actitudes frívolas y las posturas irresponsables y absurdas respecto a los grandes imperativos de la Revolución Nacional y de la situación del mundo en esta «guerra fría». Precisamente aquellos que con más facilidad y desaprensión se pronuncian sobre convenios y tratos con otras potencias, poniendo sobre todo la mirada en las ventajas económicas de mayor o menor entidad que de ello pudieran derivarse para el momento; precisamente quienes así reaccionan apenas toman en cuenta el compromiso que la lucha contra el comunismo soviético impone y la contribución y sacrificios de espíritu que con toda verosimilitud habrá que aportar en el caso, nada improbable, de una agresión soviética. Quienes más aspavientos hacen y más se mueven a propósito de nuestras necesidades y de nuestros problemas son quienes dejan ver, apenas abren los labios, una visión más empequeñecida de las exigencias, una estéril imaginación o un sentido reaccionario nostálgico y modificado de la política que conviene seguir para unas circunstancias tan graves.

Pero las grandes líneas de la política nacional y las direcciones principales de su actuación no admiten mistificaciones ni embrollos que entorpezcan la comprensión de todos los españoles, y con la comprensión, la elevación moral, la virilidad y la asis
tencia fervorosa.

LOS RIESGOS DE LA PAZ DEL MUNDO

Entiéndanlo bien: la dureza y la inminencia de los riesgos que corre la Paz del mundo, no son sino la expresión física de los apremios que gravitan sobre la obra de creación espiritual y material que se echa de menos. Los contrasentidos de la política internacional y sus vacilaciones y egoísmos, que por debilitar a los pueblos occidentales agravan los peligros; los errores de una política convencional y falsa en muchos de estos pueblos, que permiten al comunismo contar con una poderosa «quinta columna» dispuesta a la ocupación y al sabotaje; una tal subversión de valores, en fin, hacen que los riesgos del comunismo no se limiten a la eventualidad militar de una nueva contienda, sino que se extiendan a las consecuencias de ella en forma renovada y no menos grave.

Cumplo, pues, un deber sagrado y estricto advirtiendo y preservando a nuestro país contra todo lo que sea debilitar nuestros recursos, entumecer y quebrantar nuestras fuerzas y enturbiar la apreciación de los hechos y de las circunstancias. Hemos de cerrar nuestras filas contra todo intento de disociación, de empequeñecer o frustrar la misión histórica que a todos y a cada uno corresponde. Por fidelidad a nuestros caldos y por el deber que nos impone nuestra Historia necesitamos ser cada día mejores y estar a punto para merecer la ayuda de Dios y la gratitud de las generaciones futuras.

Por mi parte reitero ante nuestro pueblo el compromiso solemne de hacer fecunda la sangre y los sufrimientos de la Revolución Nacional, de poner las instituciones a la altura de los principios religiosos y políticos a los que rendimos culto, de hacer de la Patria el cobijo y la fortaleza de sus hombres y de ganar la otra orilla del atolladero en que ha sumido a las naciones la alianza del error y de los más torpes egoísmos. Si en esta dura y fatigosa empresa se aclaran nuestras filas por las bajas dolorosas de tantos veteranos que cada día se registran, pensemos que una pléyade de legiones juveniles se emula para mantener enhiesto el estandarte.

Y antes de cerrar esta oración demos, como buenos católicos, gracias al Señor por los beneficios que durante el año ha derramado sobre España, y al impetrar su protección para el venidero pidámosle por la paz justa en el mundo, la libertad de los católicos perseguidos y con ella el triunfo de nuestra santa Madre la Iglesia.

Españoles todos: 

¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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