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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso en el I Consejo Político Sindical.

15 de noviembre de 1952.

Camaradas: 

Sólo unas palabras, porque los temas son tan amplios y las inquietudes tan grandes que se necesitarían horas para poder tocar con fundamento cualquiera de los problemas que han sido objeto en estos días de vuestro estudio y permanentemente de nuestras inquietudes.

La sindicación nacional, los Sindicatos españoles, constituyen la base del Régimen político español. Nuestra Revolución rompió con un sistema falso que arrastraba a España a la ruina y a la destrucción, sistema democrático formalista que las naciones venían padeciendo tras siglo y pico de liberalismo. Los que vivimos la vida liberal española pudimos apercibirnos del vació de aquel sistema y de la falsedad de aquellas representaciones. No es extraño que fuera de fronteras no seamos comprendidos, pues todavía se arrastra en el mundo la moda de la falsa democracia inorgánica, que incluso bajo la tiranía rusa toma el falso nombre de democracia popular.

Nosotros negamos desde el primer día una democracia que nos condujo varias veces a la guerra civil, al divorcio entre los españoles, a la pobreza, a la miseria y a la desintegración de la Patria, por aquel engaño y por aquella falsedad organizada, que decía que metiendo un papel en una caja de madera se vinculaba el hombre con la marcha del Estado y de su Gobierno. Cada cuatro o cinco años se efectuaba aquel simulacro de que el hombre se pronunciase sobre unos nombres desconocidos, que no sabia ni dónde nacieron ni cómo realmente discurrían, y ese voto inconsecuente y frió se convertía, de hecho, en dueño, señor y representante omnímodo de aquellas voluntades, en nombre de las cuales servia a sus apetitos o realizaba sus ambiciones.

Nosotros, que alumbramos un Régimen con dolores y sacrificios, con el derramamiento de nuestra propia sangre, no podíamos mantener aquella falsedad, volver a parecidas falsedades. Al sistema democrático formalista teníamos que oponerle un sistema leal, real y sentido. y fuimos a lo que bajo aquel falso tinglado permanecía vivo: a las agrupaciones naturales del hombre, a la familia, al Ayuntamiento y al Sindicato, donde sus actividades discurren y los hombres voluntariamente se asocian; hubimos de ir a buscar en ellos los canales. por donde tuviera lugar la cooperación del hombre a la vida del Estado, la colaboración del hombre en el gobierno de la Nación, que permitiera el diálogo permanente entre el Gobierno y la Patria. Y yo creo que poco a poco, pese a las situaciones gravísimas por que España ha pasado y a las dificultades que encierra el constituir y levantar una Organización Sindical tras haber caído los viejos Sindicatos marxistas españoles en los horrores que la España roja registró, vamos alcanzando una plenitud de organización en la que prospera el buen sentido, el patriotismo y la voluntad de colaboración, que claramente se acusan en las reuniones de estos días, y que viene demostrando la razón de nuestra Organización Sindical.

La política nacional viene descansando sobre moldes nuevos. A la posición estática del dejar hacer hemos opuesto un sentido nuevo, directo y eficaz. Hemos ido a los pueblos y al los lugares todos de España, a las comarcas más apartadas, y hemos buscado el contacto con las Hermandades de Labradores, sus fuerzas vivas y elementos pensantes de los pueblos, a los que hemos preguntado, por primera vez en España, sus aspiraciones y necesidades para confeccionar programas que les dieran satisfacción. y han sido luego en las provincias los órganos sindicales y provinciales, los técnicos de la Nación, cualquiera que fuese su ideología, los que han colaborado con ingenieros, universitarios y representantes genuinos de las actividades de todo orden de la Nación para redactar los programas de ordenación económicosocial, dando ocasión a que por primera vez poseamos unas estadísticas bastante reales, no solamente de las producciones, sino de las faltas y necesidades, de la demografía, del régimen de propiedad, del estado sanitario y cultural, de las comunicaciones, de todo aquello que ha constituido y constituye la verdadera aspiración política de los pueblos, tan abandonados ayer, en general, que no eran visitados ni por los gobernadores ni por gobernantes, y que el Estado necesitaba conocer para mejor poder servirles.

Si el Estado va a buscar a los rincones más apartados de la Patria todas estas necesidades, si luego las mantiene y las sirve con el diálogo a través de las representaciones municipales y sindicales, en las cuales hasta el último de los labradores tiene acceso; si esto se realiza en el campo municipal, provincial y nacional y el Estado les sirve en la realización de su política y de su obra de gobierno, evidentemente podemos afirmar que no existe en Europa ni en el mundo un reflejo más; grande de realidades democráticas que el que nuestro Régimen encierra.

Evidentemente, como decía Solís, unas organizaciones tan fuertes y poderosas, una Organización tan grande que alcanza a todos los lugares y a todos los hombres de España, tiene que tener un mando, una dirección y una marcha política. Y esa marcha política sois vosotros los encargados de encuadrarla y dirigirla. No porque esto constituya una carrera política -que hemos de alejarnos de ella.-, ya que la función sindical constituye un acto más de servicio, sino porque hemos de garantizar que la Organización no se tuerza y sirva a los ideales de la Nación y a su destino histórico, capacitando a empresarios, técnicos y obreros para que ese ascenso progresivo a los puestos de mando y confianza sea cada día más la fiel representación de los sectores de la producción que encuadra y forma la Organización Sindical.

Pero la Organización Sindical no tiene sólo una marcha política, sino también una misión. económica y una misión social. Y en esta misión económica, en este papel económico tan importante que tiene la Organización Sindical, es necesario que no perdamos jamás de vista la unidad económica de la Nación, el complejo económico de la Patria. Existe una tendencia entre los empresarios al espíritu de monopolio, y el espíritu de monopolio es contrario al bien colectivo. Nosotros debemos buscar la noble competencia, los estímulos. El Estado debe ayudaros a que tengáis un equilibrio, una estabilidad y un orden; pero no podemos aceptar que en épocas de crisis y sacrificios haya grupos, sectores o personas que se enriquezcan, porque lo hacen a costa de los demás, a costa del bolsillo de todos, y esto produciría el disgusto y echaría el mayor borrón sobre nuestras organizaciones.

La economía de una nación, la mejora económica de un pueblo descansa en la mejora de la producción, en el aumento de productividad en cantidad y en calidad. Y para que esto se lleve a cabo no basta que el Estado lo quiera ni que tampoco lo pretendan algunos sectores. Es necesario que todos, absolutamente todos, lo procuremos por todos los medios. y para aumentar la producción nacional hace falta transformar Y mejorar nuestras industrias, hace falta crear nuevas fuentes de producción y de riqueza, aprovechar y utilizar la técnica moderna; no pidiéndole más esfuerzo al hombre, que muchas veces da todo lo que puede, sino facilitándole que con esos esfuerzos y nueva maquinaria logre mayor producción.

No puede alcanzarse una mejora general -decir lo contrario sería una ficción- si no aumentamos continua y paralelamente la producción, si no multiplicamos la calidad de esta producción. Aunque pudiera llegarse a que el reparto de la renta fuese lo más perfecto entre todos los españoles, a pesar de ello, tendríamos una renta muy pobre por individuo. Necesitamos que la renta nacional sea grande, para que podamos mejorar la suerte de los españoles, empresarios, técnicos y obreros. y todo esto puede ser una realidad, porque si Dios no nos dotó con tierras muy ricas y con grandes elementos, si lo hizo con posibilidades muy superiores en muchos órdenes a las que muchos pueblos de Europa han tenido. Y, sin embargo, el trabajo de aquellos pueblos, su espíritu de empresa, sus laboratorios y técnicos, han hecho que, pese a su falta de materias primas y de elementos, tengan una vida superior a la que hasta ahora han tenido los españoles, y así hayan podido resurgir de entre las cenizas, como el ave fénix, cada vez que sobre ellos caía cualquiera de las catástrofes que en Europa se han desencadenado.

Y eso mismo podemos hacerlo nosotros, y lo estamos demostrando en estos últimos trece años después de la Victoria. Un ejemplo lo tenéis en la producción de electricidad. Vosotros habéis presenciado en estos años de sequía lo que representó para todos los sectores españoles, especialmente para los menos dotados, la falta de electricidad. A ello atendió el Estado con las medidas posibles dentro de sus posibilidades para guardar el equilibrio de todos los españoles, para que en ningún hogar faltasen los jornales. Y estos trabajadores se habrán apercibido de que aquella falta de electricidad era su miseria, y aquella falta de electricidad era falta de previsión, que caía como una acusación contra el régimen socialista y republicano, que suspendió las obras públicas, que destruyó todas las posibilidades de las empresas para las grandes creaciones y que venían a multiplicar nuestra riqueza; surgidas en tiempos de don Miguel Primo de Rivera con la formación del gran plan nacional de riegos y electricidad; aquella política torpe y desastrosa posterior de la República fue la causa de que pese a todos los esfuerzos que desde el año 1939 se realizaron para que en el menor plazo posible se dotara a España de la electricidad necesaria para una producción moderna, superásemos aquel déficit de electricidad que padecíamos.

Esto indica lo complejo de la vida económica española. Nosotros tenemos que pedir a los españoles, al ahorro, a todos, en una palabra, que nos aporten al año los dos mil y pico de millones de pesetas que representan anualmente las necesidades en obras de electricidad, y otros tantos millones representa el cubrir anualmente el vacío de las viviendas españolas. La agricultura demanda, a su vez, con la colonización otras crecidísimas cifras de millones. Tenemos también que repoblar nuestros montes en esta etapa en que hay brazos, porque quizá dentro de diez o quince años no tengamos brazos disponibles para ello. Y tenemos que repoblarlos, porque la celulosa de madera es la base de nuestra producción, y que no se dé el caso doloroso de que llegue a valer en España más la caja que encierra la naranja que su contenido en fruto.

El aumento de la renta nacional es bienestar para todos los españoles, para todos los productores, a los que tenemos que decirles que sólo triunfaremos produciendo, produciendo y produciendo.

Hay otro factor, que es el económicosocial. Este ha sido hasta hoy en el mundo la palanca y el motor de sus Sindicatos; precisamente el factor social, el ansia social, las necesidades sociales, la seguridad social, es una aspiración legítima que nuestro Estado tomó como bandera desde el mismo momento en que pidió a los españoles la asistencia, de su esfuerzo para salvar a España. Todo objetivo político de la mejora de los individuos está encerrado en la seguridad social, en la aspiración social. Pero este motor, tan noble, tan legítimo, ha sido explotado precisamente contra el interés de la causa popular. Vosotros habéis visto lo que ocurre en las reuniones internacionales de los: Sindicatos, en sus relaciones internacionales. ¿Cuántas veces ha salido de ellas la mejora social? Pocas o ninguna. Han convertido las reuniones en una Cámara política empleada y utilizada por unos pocos para explotar esas ansias sociales, palpitantes; para lograr lo que ellos, los gerifaltes, querían. Y muchas veces han sido los brazos ejecutores de los designios imperialistas de las naciones. Lo mismo que hoy Rusia utiliza las necesidades y ansias sociales para llevar al mundo a una tiranía como no se ha conocido en la Historia, hasta llegar a tragarse a doce naciones y privarlas de libertad, entre Europa y Asia. Pues lo mismo sucede con las reuniones de sindicales internacionales, que, fomentando el desorden integro, han servido muchas veces de instrumento para destruir la producción de otros pueblos, manteniéndolos en estado de decadencia y evitando que realizaran sus mejoras. Y no porque lo sintiesen los modestos a los que decían representar, sino por deserción o venta de sus dirigentes, que unas veces compraban los poderosos con oro y con favores, convertido ahora en el oro o en el mandato ruso.

Cuántas veces en nuestra exportación venimos tropezando con productos elaborados o extraídos con jornales de hambre a costa de las masas asiáticas o africanas, que, gracias a eso, compiten con los productos europeos, con lo que no es posible elevar el nivel de vida de sus trabajadores. Jamás en las reuniones internacionales se atacan estos problemas y nada se consigue en favor de las clases populares, de las masas trabajadoras a quienes dicen representar.

Por eso nosotros hemos de dirigimos a nuestros obreros, a las masas sociales, con toda la lealtad y sinceridad. Nosotros no vamos a engañamos, nosotros no vamos a destruirles sus ilusiones y destruirles su espiritualidad; venimos precisamente a fomentar esa espiritualidad, que el materialismo de las internacionales del socialismo y el marxismo vino a destruirles. No vamos a ofrecerles lo que no podamos cumplir; pero vamos a asegurarles una mejor vida, igual a la que pueda tener el mejor trabajador europeo, pero con paz, con alegría, con seguridad social, haciendo compatible el progreso material de nuestras masas con el bienestar espiritual, con la alegría, con la hombría de bien. y por eso nos hemos de ocupar no solamente de corregir los defectos a los árboles viejos, sino con más especial interés a los hombres jóvenes, de los aprendices, elevando la educación de todos los sectores y rincones de España para dar a todos la oportunidad de llegar a los. mejores puestos, para que no se pierdan las inteligencias y, sobre todo, para que no ocurra lo que ha venido ocurriendo durante tantos años: que los hijos de las clases españolas menos dotadas quedaban imperiosamente abandonados por el trabajo de sus padres y abandonados en la infancia, convirtiéndose así en material humano propicio a la delincuencia. y esto viene corrigiéndose por esta acción sindical y con la preocupación hondísima del Frente de Juventudes. Ese Frente de Juventudes que sirve a toda la Nación, pero a quienes más ayuda es a los menos dotados materialmente. El Frente de Juventudes les inculca los principios religiosos, los sentimientos patrióticos, dentro de diversiones licitas y de juegos honestos, dirigiéndolos y perfeccionándolos para que sean mañana dignos y buenos hijos de la Patria.

Ya veis que la tarea es dura. Pero yo os ofrezco que en la mayor medida el Estado sostendrá siempre con vosotros el diálogo necesario para conseguir la España grande, la España libre y la España una que todos anhelamos.

Muchas gracias a todos y ¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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