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Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Mensaje a Filipinas.

05 de julio de 1952.

Filipinos: No creo pueda en el mundo existir otra nación que se asocie a vuestro júbilo en el día del aniversario de vuestra independencia con tanta sinceridad y alegría como lo hace la Nación española. Que España celebre como propias las alegrías y los triunfos de los pueblos hispánicos es la consecuencia natural del proceso generoso de nuestra Historia común. Desde que Magallanes, en marzo de 1521, arribó a vuestras playas con el estandarte de la fe y de la civilización cristiana, bautizando vuestra tierra con el nombre de Archipiélago de san Lázaro, que pronto habría de trocarse por el del insigne y glorioso Monarca que presidió nuestros comunes destinos, la vida de las islas Filipinas, colocadas por la Naturaleza en el paso entre los mares pacífico y de la China, fué un constante debatirse frente a las invasiones y rebeliones de los chinos del Norte y de los moros del Sur. España supo dar con su presencia y con su fe unidad y cohesión a los diversos elementos étnicos que poblaban el archipiélago, forjando su vida política y abriendo el camino al nuevo concepto de nación que poseéis. Hoy, en que la universalidad de los peligros, la facilidad de las comunicaciones y la interdependencia económica entre las naciones estimulan a los pueblos hacia asociaciones más amplias, superando en muchos aspectos el concepto de lo nacional. se comprende mejor lo que representó el mal llamado Imperio español, verdadera asociación de los pueblos hispánicos. No fuisteis jamás para España una colonia de la que nuestra Nación extrajese riquezas ni ventajas, sino la hermana más alejada que en el continente asiático constituía el faro de la fe verdadera y de la cultura cristiana, alma de nuestras expediciones ultramarinas. La fusión de nuestras razas, caso único en la historia de los imperios; el disfrute de los derechos inherentes a todo español desde los primeros días de nuestra llegada, la aplicación a los territorios filipinos de las leyes y derechos promulgados en la metrópoli y la designación libre de sus representantes en Cortes desde el año 1812 demuestran de manera fehaciente vuestra integración plena en la historia de nuestra Patria.

Si descendiésemos a examinar los cuatro siglos de vida en común, la dificultad de las comunicaciones en cada época, la inquietud y constantes desvelos de los Monarcas españoles y de sus Gobiernos para llevar al archipiélago filipino la fe, la cultura y el progreso en todos los órdenes y analizamos la obra ingente de sus gobernadores, de sus obispos y de sus Audiencias, apreciaríamos mejor la parte tan grande que España ha tenido en la formación de vuestra nacionalidad y de vuestra independencia.

Si un día como consecuencia de los acontecimientos políticos del siglo XIX, las intrigas extrañas pudieron, ante la distancia de nuestros territorios, precipitar el proceso natural de independencia, entonces tan en boga separando nuestras naciones , pronto habríamos de ver con dolor la defraudación de vuestras esperanzas al quedar sometidos durante cincuenta años a una tutela a todas luces injusta e innecesaria. Por eso al llegar a vuestra plena soberanía se conmovieron las entrañas de nuestra Nación y surgió un «hosanna», que al celebrar esta efemérides repetimos. Con un saludo en este día al pueblo filipino va nuestro recuerdo emocionado para vuestro Presidente y vuestros dignos representantes, que orgullosos de su espíritu, en un acto de lealtad que a todos nos honra, hacen con el estudio obligado del idioma español que perdure la lengua que habló aquel portentoso caballero don Alonso Quijano, encarnación del espíritu hispánico de los mejores tiempos, y que, sin duda, navegó en las naves de Magallanes y de Legazpi.


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