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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso en la inauguración del monumento a los Héroes del Bruch.

10 de junio de 1952.

Catalanes y españoles congregados aquí para rendir homenaje y honrar la memoria de aquellos hijos de esta tierra que hace siglo y medio, en este mismo lugar, en las laderas de, esta montaña, en las estribaciones de la sierra que la Virgen de Montserrat corona. dieron aquel alto ejemplo de firmeza, de civismo y de virilidad que tan pródigamente suelen ofrecer los hijos de esta bendita Patria en todos aquellos momentos que un riesgo o un azar ponen en peligro la vida de la Nación.

Este acto de reparación que felizmente podemos celebrar aquí..., gracias al esfuerzo de todos los españoles, a los sacrificios de esta generación, que, sin duda, será bendecida por las generaciones que nos sigan, y que, rompiendo el pesimismo español, devolvió a los españoles el orgullo de serlo. Porque, queridos catalanes el ser español no es una cosa vana. El ser español es llevar sobre los hombros una ejecutoria de grandeza.

Si han podido transcurrir ciento cuarenta y cuatro años de omisión, de falta de recuerdo y del homenaje debido a vuestros héroes, pensad que no son los héroes del Bruch los olvidados; que España está llena de altos ejemplos, como el del tambor del Bruch, de los héroes de los Somatenes de Igualada y Manresa, de Sampedro y Sayent, de los distintos pueblos de esta tierra de infinidad de héroes anónimos que esparcidos por la piel de toro de nuestra Nación, en la vida accidentada de nuestra Patria, a través de los siglos dieron cuanto tenían por la Nación: la vida, el hogar, los hijos, lo máximo que un hombre puede dar, que ante la muerte está la suprema expresión de la verdad. No se trata de la promesa vaga, de la ilusión engañosa en que se puede mentir o, tal vez, engañar, sino de la verdad de nuestra vida, cuando se va a dar el paso al más allá, a la vida futura y eterna. y la verdad de Cataluña, de los hijos de esta tierra bendita de Cataluña, es la misma que la del Dos de Mayo de Madrid, la de los garrochistas de Bailén, de los heroicos defensores de Zaragoza o de Gerona, la misma de los héroes de nuestra santa Cruzada, la de los héroes que se defendieron frente a la invasión romana, de los que se sacrificaron frente a la invasión árabe, los de nuestra Reconquista, la de todos los momentos que la Patria peligró, y que Dios hace que todos los españoles, en esa hora de la verdad, se ofrezcan íntimamente unidos. Por el amor que sentimos por nuestras patrias chicas, por nuestras tradiciones, nuestra fe, nuestras iglesias, nuestras Virgencitas en sus evocaciones, nuestros pueblos o nuestros valles, sentimos la Patria española, que los suma y compendia con la unidad de nuestra fe, de nuestras tradiciones, de nuestra común Historia: que cuando peligra una sola de ellas peligramos todos como se ha demostrado muchas veces a través de la Historia, razón suprema del sacrificio de nuestros héroes. La muerte y la gloria de la Nación son una e indivisible.

Pensad lo que hubiera sido si durante la Cruzada no hubiéramos sentido entonces la solidaridad de españoles..., si las regiones del Norte que se salvaron de la revolución roja se hubieron abroquelado, en su egoísmo, detrás de sus montañas y no hubieran venido a liberar las otras tierras españolas caídas bajo el terrorismo rojo. La suerte de los países satélites de Europa. donde están cautivos tantos católicos y tantos hermanos, cómo sufren tantos pueblos por el egoísmo y el abandono de los otros, eso no cabe entre españoles. La Naturaleza nos creó con fronteras comunes, nos dio una misma fe, nos unió en las vicisitudes de más de veinte siglos. Esta es la gran afirmación de los héroes del Bruch, de nuestros héroes de la Cruzada, de todos los que redoblan- do sus tambores ofrecieron a Dios el holocausto de sus vidas. Que esta estatua del mozo catalán con su tambor, evocando aquel redoble que puso el terror en los hasta entonces soldados invictos del gran Corso, sea ejemplo y estimulo de nuestras juventudes que en las fechas del seis y del catorce de junio vengan a ofrecer unas flores a los que cayeron, convencidos que de su misma sangre fueron los que escribieron páginas tan bellas de la Historia. Y nosotros bendigamos en este momento la memoria de los que, caldos en la Cruzada, nos dieron esta hora de plenitud y de grandeza.

¡Arriba España!


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